¿Por qué “lunes del ángel”?
Hoy también es ocasión propicia para recordar al querido San Juan Pablo II, quien el 4 de abril de 1994, lunes de la Octava de Pascua de aquel año, hizo una reflexión sobre el sentido de este día. En su alocución tras el rezo del Regina Coeli, el Papa Santo afirmó:
«¿Por qué se le llama así? Me parece que es acertado ese nombre: lunes del ángel. Conviene dejar un poco de espacio a este ángel, que dijo desde lo más profundo del sepulcro: “ha resucitado”... Estas palabras —Ha resucitado— eran muy difíciles de pronunciar, de expresar, para una persona humana. También las mujeres que fueron al sepulcro lo encontraron vacío, pero no pudieron decir: Ha resucitado, sólo afirmaron que el sepulcro estaba vacío. El ángel dice más: “no está aquí, ha resucitado”».
Así lo narra el Evangelio según San Mateo: «El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres: “Vosotras no tengáis miedo; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. Marchad enseguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo he dicho”» (Mt 28, 5-7).
Mensajeros de la salvación
Es importante recordar que los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Como criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad. Son seres personales e inmortales; carecen de corporalidad y, por estar en presencia de Dios eternamente, superan en perfección a todas las criaturas visibles.
Cristo es el centro y cabeza de los ángeles y estos le obedecen, porque aman la voluntad de Dios. Por eso, Dios los hizo mensajeros de sus designios de salvación.
María, Reina del Cielo, fuente de nuestra alegría
Desde hoy, hasta el final de la Pascua en Pentecostés, se recita la oración del Regina Coeli en vez del Ángelus.
En 2009, el Papa Emérito Benedicto XVI señaló que el “Alégrate, María” pronunciado por el ángel resuena en una invitación a la alegría: “Gaude et laetare, Virgo Maria, alleluia, quia surrexit Dominus vere, alleluia”, es decir “Alégrate y regocíjate, Virgen María, aleluya, porque verdaderamente el Señor ha resucitado, aleluya”.
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