La Iglesia acaba de beatificar a un grupo de valientes mujeres consagradas martirizadas por el Ejército Rojo en 1945
La catedral de Woclaw (Polonia) acogió este sábado 11 de junio de 2022 la beatificación de Sor Maria Paschalis Jahn y nueve compañeras de la Congregación de las Hermanas de Santa Isabel que murieron en 1945 durante la Segunda Guerra Mundial a manos de soldados del ejército soviético.
“Creo que hoy pueden ser defensoras de todos aquellos que sufren violencia”, dice la hermana isabelina Aleksandra Leki a la agencia KAI.
Fieles al amor
El lema de la beatificación de las diez mártires isabelinas fue «Fieles al amor«. La misa estuvo presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, quien las presentó una a una.
Maria Paschalis Jahn, un corazón lleno de amor; Melusja Rybka, una mujer fuerte; Edelburgis Kubitzki, un ejemplo de pobreza evangélica; Adela Schramm, una virgen prudente; Acutina Goldberg, una amante de la justicia; Adelheidis Töpfer, un modelo de fe; Felicitas Ellmerer, obediente hasta el final; Sabina Thienel, una mirada llena de fe, y Sapientia Heymann, una virgen sabia.
«Las diez, con el carácter y el rasgo propio de cada una, abrazaron las atrocidades del sufrimiento, la crueldad de la humillación y fueron a la muerte«, dijo el cardenal.
«Ahora que su santidad es reconocida por la Iglesia, se nos dan como instrumentos de intercesión ante Dios», añadió.
Su martirio, culminación de una vida entregada
La hermana Aleksandra Leki explicó que “la beatificación de las hermanas es una gran alegría para la congregación».
Y señaló que «su martirio solo fue el punto final, la culminación de sus vidas, pero de hecho a lo largo de sus vidas demostraron que son mujeres isabelinas comunes y corrientes que vivían de una manera única, en una relación muy estrecha con Dios”.
En este sentido, el cardenal Semeraro destacó también que «fue una caridad desinteresada y heroica la que las retuvo incluso cuando la huida les habría evitado los mayores riesgos».
Paschalis Jahn era una de las más jóvenes del convento. El 11 de mayo de 1945, un soldado ruso la amenazó con una pistola y la ordenó que fuera con él.
Ella se negó y le explicó que el hábito que llevaba mostraba que era solo de Jesús. Entonces el soldado, en un intento de asustarla y hacerla ceder, disparó un tiro que atravesó el techo.
En respuesta, la monja se arrodilló y comenzó a rezar: «Hágase tu voluntad». El segundo disparo alcanzó su corazón.
«Su entrega con un corazón indiviso a Dios y al prójimo encontró su máxima expresión precisamente en estas circunstancias», señaló Semeraro.
La Hna. Aleksandra recuerda que la del sábado es la segunda beatificación en la historia de la Congregación de las Hermanas de Santa Isabel.
La primera tuvo lugar en 2007, cuando la Madre María Luiza Merkert, cofundadora y primera superiora general de las monjas isabelinas, fue elevada a la gloria de los altares.
Superar la violencia
Para la Hna. Aleksandra estas nuevas beatas «pueden ser defensoras de todos los que sufren violencia»:
«En el mundo moderno hay mucha violencia y agresión, no solo violencia física, sino también psicológica, incluso la violencia verbal nos rodea. Y ellas lograron superar esta violencia.
Las amenazaron con violarlas, algunas se defendieron de las agresiones, dos no supieron defenderse, tuvieron que sucumbir a los perpetradores.
Pero ni siquiera esta violencia mató su amor a Dios, no le guardaron rencor, por lo que había sucedido».
Una inspiración para el momento actual
En su homilía, el prefecto dijo que «la riqueza espiritual de las nuevas beatas nos provoca y edifica».
«Su martirio nos hace pensar en las circunstancias que vivimos hoy en la Europa del siglo XXI.
Son circunstancias en las que, ante escenas de violencia perpetrada, de crueldad feroz, de odio injustificado, sentimos la necesidad de alimentar el deseo de paz y la construcción de la concordia con gestos de caridad, apertura, acogida y hospitalidad».
No se puede dejar de pensar en Ucrania y en la necesidad de paz que tiene el mundo, una paz que «se construye con gestos concretos de caridad desinteresada, se sirve con dedicación y fidelidad cuando se nos pide que cuidemos de los demás».
«Esta es la respuesta concreta que, junto a la oración, cada uno de nosotros puede ofrecer ante tanta crueldad, barbarie e injusticia de la que somos testigos», concluyó.
Para la Hermana Aleksandra, ellas también son ejemplos de fidelidad hoy.
«Nos falta fidelidad: los matrimonios se desmoronan, los sacerdotes se van, las hermanas se dan por vencidas, incluso en nuestros trabajos cada vez nos cuesta más perseverar varios años, los jóvenes muchas veces cambian de lugar de residencia. Y ellas le muestran al mundo que se puede ser fiel durante toda tu vida».
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