La Biblia explica qué hacer cuando alguien te hace daño y habla de la necesidad de perdonar
«No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados”
¿Te cuesta perdonar, verdad? Lo sé, no tengo que ser un adivino para saberlo, es normal, nos pasa a todos.
Alguien te hace daño a propósito y no sabes cómo reaccionar. Pasas días pensando cómo devolverle el golpe y que le duela.
Quisiéramos devolver golpe por golpe y hacer daño también. Es la primera reacción. En nuestra mentalidad humana esa sería la justicia apropiada, ¡que sufra!
Pero te alejas de Dios y de su justicia y misericordia con esos oscuros pensamientos. Te haces un daño terrible a ti mismo.
No los permitas. Te enferman, te oscurecen el alma. Lucha contra ellos.
Llamados a perdonarlo todo
Estamos llamados al amor, a perdonar todo y a ser compasivos. Incluso, aunque suene fuerte, a perdonar a nuestros asesinos. Así lo hicieron muchos santos en la historia. Sus últimas palabras fueron: “te perdono”.
Hace poco leí sorprendido el caso de un holandés que le regalo un rosario a la enfermera que lo mató con una inyección letal. ¡Impactante!
He conocido otros casos. Este ocurrió a inicios de la guerra civil española. Y me lo narró el hijo del hombre que mataron, que perdonó y se hizo sacerdote. Nos sentamos en una banca de la iglesia y allí inició su relato.
Una noche tocaron la puerta de su casa. Su papá intuyó lo que iba ocurrirle y para proteger a su familia abrió la puerta solo y no ofreció resistencia.
Perdonó al asesino de su padre
Se lo llevaron y nunca lo volvieron a ver. Algunos vecinos fueron testigos involuntarios de lo ocurrido y les contaron todo, identificando a los asesinos, hombres del pueblo en donde ellos crecieron.
Conocía al asesino de su padre. Solía pasearse por el pueblo tranquilo, sin que nadie le reprochara sus delitos. Era impresionante tanta calma.
Llegaba en ocasiones a tomar café por las tardes en una pequeña cafetería a la que iba todo el pueblo y muchos sabían lo que había hecho. Se reunía a jugar a las cartas con algunos amigos, cómplices de este atroz crimen.
Él lo veía allí riendo, viviendo su vida mientras su padre estaba muerto. Incluso pasaba por su humilde casa a saludar como si nada.
Con los años lo perdonó y experimentó el gran poder sanador del perdón ¿lo conoces? ¿lo has vivido?
Lo que dice la Biblia sobre la justicia
Era necesario perdonar, para seguir adelante y dejar todo en las manos amorosas de Dios.
Había leído muchas veces estas fuertes palabras de las Sagradas Escrituras y las llevaba grabadas en su corazón: “La justicia es de Dios.”
“Hermanos, no se tomen la justicia por su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré lo que se merece, dice el Señor. Y añade: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: éstas serán otras tantas brasas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien”.
Romanos 12, 19-21
Lo movían estas palabras a confiar en la justicia Divina y no desearle el mal por todo el daño que les hizo.
Asesinó a su padre de un tiro y lo dejó tirado junto a otros que fusilaron en una zanja, afuera de pueblo.
No ha sido el primero ni el único que perdonó tan horrendo crimen, en Aleteia recogimos un caso similar. Te invito a leerlo aquí.
Esta era la mayor prueba de amor y de fe y confianza en Dios que podía alguna vez enfrentar. Conocía este mandato divino:
“Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo”.
Efesios 4, 32
Sin la fe, la certeza de Dios y la fortaleza que dan los sacramentos, es muy difícil perdonar, amar y olvidar el daño que nos hicieron. Sobre todo perdonar como nos pidió Jesús: 70 veces 7, es decir, “siempre”.
Y si al final no puedes, pide a Dios que te ayude y Él lo hará.
En este artículo de Aleteia te mostramos 12 pasos sencillos, a tu alcance, para que aprendas a perdonar. Síguelos…
¡Ánimo! Te va a ir bien.
¡Dios te bendiga!
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