Viudez, nulidad matrimonial... El artículo de María Álvarez de las Asturias, con larga experiencia profesional desde el Instituto Coincidir, quiere orientar a quienes se encuentran en esta situación
Hace unos días recibí un mensaje que me decía «echo en falta una mayor atención a relaciones como la mía que son noviazgos en edad adulta y que viene de segundas relaciones con todo lo que implica: hijos, nulidades, etc».
Es verdad que, generalmente, cuando hablamos de noviazgo pensamos en dos jóvenes que se plantean un primer matrimonio. ¿Qué pasa con las personas que, tras quedarse viudos o desde la libertad de la soltería tras una declaración de nulidad se plantean contraer un nuevo matrimonio?
Ponerse bien para poder encarar el futuro con madurez y libertad
Me parece que una primera reflexión debe ser acerca de cómo encarar una nueva relación.
Si hemos pasado por una ruptura matrimonial o por la muerte de nuestro cónyuge, hemos sufrido una pérdida que, además de producirnos un gran sufrimiento emocional, puede ir unida al miedo al futuro, a las dudas de cómo afrontar la vida sin esa persona.
Todo esto necesita un proceso de recuperación: hay que hacer el duelo (también en una separación).
Luego mi primer consejo es: no te precipites iniciando inmediatamente una nueva relación. Es un momento de desvalimiento emocional grande y, en ese estado, uno no está en condiciones de tomar decisiones importantes. A quienes rodean a una persona en estas circunstancias, les insistiría en que hay que respetarla, cuidarla para que se ponga bien; y no empujarla como si «rehacer la vida» sólo pudiera hacerse iniciando una nueva relación.
Qué ha de ser «rehacer la vida»
En el caso de una separación o divorcio, no se trata de «rehacer la vida» sólo uno mismo sino de «rehacer la vida» de nuestra familia: ¿cómo van a ser, a partir de ahora, las relaciones con los hijos? ¿Y con esa pareja que sigue siendo padre/madre de mis hijos? ¿Cómo me organizo económicamente?
Todo esto supone una crisis importante, y no ayuda iniciar rápidamente otra relación porque, fácilmente, no estamos en condiciones de hacerlo. Además, los hijos necesitan a su padre y a su madre, por lo que hay que lograr que entre ellos mantengan una relación, al menos, de respeto y la presencia de una tercera persona puede provocar dificultades.
En cuanto a los viudos, conozco a varias personas que, al morir a su cónyuge, en el shock de esa pérdida, en ese estado de soledad, decidieron casarse de nuevo sin pensarlo bien y, en todos los casos, ese segundo matrimonio fracasó en poco tiempo. Porque la decisión no se tomó en las condiciones necesarias sino bajo ese shock y muy condicionados por la soledad.
Digo esto porque, ante una ruptura o pérdida conyugal, debemos ser conscientes de la soledad de quien la sufre y arropar a esta persona para que pueda hacer el proceso de duelo y superar ese estado de desvalimiento. Para que pueda «rehacerse» personalmente, estar bien para encarar el futuro.
¿Sin responsabilidades o con hijos de anteriores relaciones?
Si la relación de noviazgo en edades adultas la inician dos personas que no tienen hijos u otros vínculos, me parece que lo que deben considerar es lo mismo que recomiendo a cualquier pareja de novios: que hablen de qué proyecto de vida les gustaría formar juntos, que incluye decidir qué tipo de relación (¿una relación de amor fiel, fecunda, para siempre? ¿otro tipo de relación?) y también valorar los elementos del proyecto familiar (trabajo, relaciones con las familias y los amigos, hobbies, gestión del dinero, vida espiritual…).
¿Hay algo distinto respecto a novios jóvenes? Probablemente, los rasgos de carácter están más acentuados, al igual que las preferencias, manías, las «líneas rojas» en las que uno no quiere ceder. Para que las cosas vayan bien es necesario, igual que en los jóvenes, ser muy sinceros para que ambos puedan conocerse y decidir con libertad si quieren o no unir sus vidas.
Los hijos
En la situación de una pareja que inicia un noviazgo cuando uno, o los dos, tienen hijos, hay que tener presente que, al rehacer nuestra vida de pareja, estamos, de hecho, rehaciendo también la vida de nuestros hijos.
Por eso, al decidir qué relación queremos establecer entre nosotros, tiene mucho peso valorar si esta relación conviene o no conviene: a mí, pero también a los que vienen conmigo. Valorar que la nueva relación no les dañe y que no interfiera negativamente con la relación que nuestros hijos mantienen con su otro progenitor; pensar en cómo va a afectar a mis hijos convivir con otros chicos y chicas que no son sus hermanos…
¿Es el momento adecuado para meterte en mi casa o sería mejor alargar nuestro noviazgo y casarnos más adelante? ¿Están mis hijos preparados para convivir contigo, o todavía hace falta tiempo? Creo que la decisión debe tomarse tras valorar estas circunstancias, además de las habituales en cualquier noviazgo.
Espero que se entienda bien que no estoy criticando las segundas nupcias. Lo que me gustaría recomendar a estos novios es que lo piensen, porque esa decisión afecta a otras personas: ¿soy libre para iniciar una nueva relación y he encontrado a una persona de la que me he enamorado? ¡Bendito sea Dios! ¿Podemos casarnos? Sí, podemos. ¿Conviene hacerlo en este momento? Porque no todo lo que se puede es conveniente.
En definitiva, darse el tiempo que haga falta para decidir con libertad y madurez lo que nos conviene y ayuda, teniendo también presente el bien de nuestros hijos.
María Álvarez de las Asturias forma parte del equipo de expertos del Instituto Coincidir y está especializada en cuestiones de pareja y familia.
Si tienes dudas o preguntas, puedes acudir gratuitamente a consultorio@aleteia.org
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