La sabiduría

Florentino Dosado Gómez

Hay en la Biblia un conjunto de Libros llamados "Sapienciales", porque en su contenido habla "La Sapiencia"(La Sabiduría). Hace la Sagrada Escritura un encendido elogio de una "Sabiduría" que se ofrece al ser humano que está dispuesto a la reflexión sobre sí mismo y sobre su propia existencia. (Sabiduría 6,12-16).

Uno de estos libros sapienciales, el Libro de los Proverbios, contiene un espacio titulado "Discurso de la Sabiduría”, personalizándola en una como especie de virtud hablante, ofreciéndose a los sensatos y prudentes como un don incomparable, como una potente luz interior: ¿Luz del Espíritu Santo de Dios?; ¿Acaso el Espíritu Santo disfrazado de "Sabiduría?"):

"Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia y he descubierto el arte de la reflexión. Fui formada antes de los orígenes. Poseo consejo y competencia. Camino por sendas de justicia, por senderos de derecho; para brindar bienes a los que me aman y acrecentar sus tesoros. A vosotros, hombres, os llamo; a los humanos dirijo mi voz: aprended, inexpertos, la prudencia; y vosotros, necios, entrad en razón... Quien me encuentra, encuentra la vida y alcanza el favor de Dios; quien me desprecia, se destruye a sí mismo; pues los que me odian, aman la muerte."(Prov.8)

En cierta ocasión, preguntó Jesús a sus apóstoles: “Y vosotros, quien creéis que soy yo?  - Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Hijo de Dios vivo.-Le dice Jesús: Dichoso tú, Simón, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo". (Mt.16,15)

Hay pues un saber, un conocimiento, una sabiduría humana, que no se adquiere por cauces puramente científicos o académicos, sino que son fruto de una misteriosa revelación, cuando uno sabe estar atento y a la escucha de ciertos ecos que surgen de la propia profundidad de nuestro ser, del espíritu humano que se abre al Espíritu de Dios; y cuya luz ilumina la inteligencia, el corazón, la vida, de todo aquel que anhela conocer el secreto de la existencia.

He aquí los frutos de esta Sabiduría (un cúmulo de valores, que todo el mundo aprecia y alaba, pero de los que andamos siempre bastante escasos): sensatez, prudencia, honestidad, buen criterio, sano juicio, sentido común (así llamado porque se supone connatural al ser humano, pero del que se dice que es el menos común de los sentidos).

Hace unos años, cercana la Navidad, copie del escaparate de una farmacia, este pensamiento: “Si no plantamos el Árbol de la Sabiduría cuando somos jóvenes, no podrá darnos su sombra en la vejez”.

En el Profeta Jeremías leemos esta lamentación de Dios: “Me habéis abandonado a mí, que soy fuente de agua viva, y os habéis cavado cisternas rotas, que no retienen el agua (Jeremías2,12)”.

Vivimos un momento de la historia moderna (posmoderna) en que se está recogiendo lo sembrado el s.XIX y buena parte del XX: El "nihilismo" como forma de vida, que propugnaba la filosofía existencialista: “La muerte de Dios" y la “autonomía del ser humano”; el hombre, dios de sí mismo. “Para que yo sea libre, es necesario que Dios no exista” (Frase atribuida al filósofo J.P.Sartre) .

El Sínodo de Obispos Europeos de 1999 declaraba en el documento final: “Europa, religiosamente hablando, está enferma de apostasía tranquila”. Se refería el Sínodo a que Europa ha ido renunciando paulatinamente a sus raíces culturales y se ha ido instalando en el indiferentismo, sumida en el pragmatismo de lo puramente material y económico. No es que niegue a Dios (no tiene esa valentía), pero vive como si Dios no existiera. (Chiste vulgar: Sin Dios, se vive divinamente).

Juan Pablo II, en Mi Decálogo para el tercer milenio: “Un mundo sin Dios, antes o después, termina construyéndose contra el hombre... Al hombre contemporáneo, le resulta difícil aceptar la fe, porque le asustan las exigencias  morales que la fe representa”.

Olegario González de Cardedal, teólogo, en Elogio de la encina: “Si una generación que habla de adultez, de autonomía de lo humano, y de la consistencia del mundo creado, llegase a hacer impensable la oración y el clamor ante Dios, Señor del mundo, esa generación se habría cortado las venas de su sangre y toda posibilidad de respiro espiritual".

Una original pintada callejera lo resumía de este modo: “Dios ha muerto. Y yo me encuentro bastante mal”.

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