En 1525 ingresó en el Colegio de Montaigu en la Universidad de París, pero pronto se trasladó al de Santa Bárbara, donde compartió alojamiento con San Francisco Javier, con quien conocería a San Ignacio de Loyola.
Las dudas y tentaciones sobre su futuro asaltaron a Fabro, pero aconsejado por Ignacio, hizo la primera semana de los "Ejercicios Espirituales", y superó sus problemas convirtiéndose en su primer discípulo en París.
En 1530 recibió el grado de bachiller y de licenciado en Artes, y empezó seis años de estudio intermitente de teología. A inicios 1534 hizo los Ejercicios Espirituales completos, bajo la guía de Ignacio, penetrando en ellos tan profundamente que, más tarde, Ignacio lo consideró el mejor director de Ejercicios, entre todos sus compañeros.
Se ordenó en mayo y celebró su primera Misa (15 agosto 1534) en Montmartre, donde San Ignacio y sus otros compañeros hicieron votos de pobreza, castidad y obediencia y de trabajar apostólicamente en Tierra Santa.
Después Fabro tendría un papel muy activo en la consecución de la aprobación de la Compañía de Jesús por parte del Papa Paulo III. Murió el 1 de agosto de 1546 en Roma, como teólogo pontificio. Fue beatificado por Pío IX en 1872 y su fiesta se celebra cada 2 de agosto.
Se sabe de él que tenía un extraordinario don para la amistad. Por doquier su sencillez y simpatía, unidas a un sólido saber, despertaban el amor de Dios en los que trataba y preparaba el camino para la naciente Compañía de Jesús.
El primer jesuita alemán, Pedro Canisio decía de él, que "nunca había encontrado un teólogo más profundo o un hombre de tan impresionante santidad... todas sus palabras estaban llenas de Dios".
Esto se reflejaría en su Memorial, su diario espiritual, escrito principalmente entre junio de 1542 y mayo 1545. Después de los Ejercicios espirituales y las Constituciones, el Memorial de Fabro es el documento considerado más precioso de la espiritualidad de la Compañía de Jesús.
Su propósito era relatar las gracias divinas que recibió, para discernir mejor la dirección del Espíritu que lo guiaba. Desgraciadamente, el manuscrito permaneció inédito durante tres siglos.
Su vida demuestra cómo el carisma original de los jesuitas fue recibido, reflejado e irradiado por una personalidad considerada más sencilla y menos profunda, y más alegre y menos austera que la de su principal fundador, San Ignacio.
El 17 de diciembre de 2013 el Papa Francisco, con su autoridad de Pontífice, inscribió en el libro de los Santos al sacerdote jesuita Pedro Fabro.
Más adelante el 3 de enero de 2014, al presidir la Misa de Fiesta del Santo Nombre de Jesús en la Iglesia del Gesú de Roma, el Santo Padre señaló que “Fabro fue devorado por el intenso deseo de comunicar el Señor”.
“Si nosotros no tenemos su mismo deseo, entonces necesitamos detenernos en oración y, con fervor silencioso, pedir al Señor, por intercesión de nuestro hermano Pedro, que vuelva a seducirnos: con ese hechizo del Señor que llevaba a Pedro a todas estas 'locuras' apostólicas”.
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