Esta Navidad, ¿qué necesitas para hacerle el mejor regalo?

El amor inspira las buenas ideas. Cuando el regalo es el resultado de un pedido casi siempre pierde parte de su valor y el placer que es capaz de dar, mientras que cualquier cosa motivada por una solicitud amorosa conserva íntegra su capacidad de hacer feliz.

El amor se adelanta a las necesidades y a los deseos

El amor nos lleva a atender un deseo o a satisfacer una necesidad antes de que el otro nos la pida. No esperamos a que nos diga qué es lo que quiere: detectamos lo que necesita o desea y, procurando quitar los obstáculos del camino, satisfacemos esa petición oculta.

El amor en el corazón es lo que nos permite descubrir esos deseos más profundos y por eso cuando los materializamos, somos efectivos: podemos recoger lágrimas, generar sonrisas y aliviar el peso del cansancio porque el amor purifica, enaltece y ennoblece cuanto toca.

El amor es la respuesta más sincera

Cuando sólo estamos respondiendo a un pedido podemos hacerlo para no parecer antipáticos, porque sentimos que no podemos resistirnos a la insistencia del otro y tenemos que cumplir o simplemente porque así podemos quitarnos de encima un incordio.

Pero cuando damos algo con amor más allá de la mera disposición a servir, hay un acto sincero que causa una felicidad mucho mayor en el otro y en nosotros mismos. Nos llenamos de buenos sentimientos que nos animan a corresponder con lo mejor que hay en nosotros.

El amor es el mayor regalo del mundo

La mayoría de los dones que Dios nos concede los recibimos sin haberlos pedido y su mayor regalo es el de la Navidad. Dice San Juan que en esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios: en que envió a su Hijo Unigénito al mundo para que recibiéramos por él la vida.

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Si Dios nos amó así, nosotros debemos amarnos unos a otros.

El amor nos impulsa a dar más

La disposición amorosa nos pone en acción y nos impulsa a obrar por el bien con iniciativa propia. Cuando respondemos a una petición, sigue existiendo el riesgo de volver a caer en la indiferencia, pero el amor siempre nos mueve a buscar más por los demás y su felicidad.

Cuando el regalo está inspirado por un motivo de caridad nunca deja de producir una enorme alegría y concede a quien lo entrega abundantes beneficios también, porque cuanto más puro es el amor, más das y más recibes.

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