(…) Llegué a las 12:45. La temperatura era de -3°C y el cielo estaba azulísimo (…) El templo estaba iluminado por el sol y el aire se calentaba. Los peregrinos llevaban ramos de flores coloridas para depositar frente a la réplica de la tilma, el tipo de manto indígena sobre el cual había quedado estampada la imagen de Nuestra Señora en su aparición en México.
En el santuario reinaba un gran silencio. De repente, me acordé del porqué de mi visita. Miré hacia arriba, en dirección a la réplica de la tilma, y abrí mi corazón a la Virgen María (…) Después miré a mi alrededor. Miles de peregrinos hacían lo mismo, abrían el corazón a la misma y única Madre del Cielo. Éramos todos hijos reunidos para estar con ella.
Miré de nuevo la tilma. El revestimiento de cristal reflejaba el sol justo encima de la cabeza de María. En lugar de ver su rostro suavemente inclinado hacia un lado, yo solo veía el brillo intenso del reflejo. Noté que el brillo de la luz que irradiaba de lo alto del sol reflejado tenía la misma inclinación que la cabeza de la Virgen. Saqué una foto y recordé un elemento básico de la astrofísica: el eje de la tierra tiene una inclinación de 23.5 ° del sol.
Al volver al estacionamiento, miré hacia el sol y vi el mismo brillo vertical inclinado en dirección a la Tierra. Hice otra foto, preguntándome cuántos grados se inclinaría la cabeza de la Virgen en la tilma guadalupana.
Al día siguiente, decidí verificarlo. Al usar una imagen digital de Nuestra Señora de Guadalupe tal como está en la tilma original, tracé una linea recta vertical que parte de la parte superior de la cabeza y otra que pasa por el ángulo de inclinación de la cabeza. Puse un transformador en el punto en donde las dos líneas se cruzaban, ¡23,5°!
Mi dibujo era rudimentario y mis conocimientos de astronomía son básicos, pero luego descubrí que otra persona, el Dr. Juan Hernández Illescas, ya había hecho ese descubrimiento en 1981. Y me pregunté qué significaría eso.
He oído muchos comentarios sobre la inclinación de la cabeza de María como símbolo de su humildad, algo perfectamente coherente, pero ahora tengo una nueva idea sobre la cuestión: de su posición en el cielo y vestida de sol, Nuestra Señora de Guadalupe orienta su mirada de 23,5° a toda la humanidad “inclinada” lejos de Dios. Con todos sus hijos a vista, ella llama a cada uno y nos invita a abrirle el corazón.
Si Nuestra Señora de Guadalupe tiene un mensaje central, es el de que el mundo entero tiene una madre y que el Hijo que ella dio a luz viene a nosotros en esta época como el Salvador del mundo entero. ¡La Encarnación! Dios que se hace hombre. ¿Qué puede ser más esperanzador que eso?
De ahora en adelante, siempre me voy a acordar de Nuestra Señora de Guadalupe como mis ¡23,5 grados de esperanza!
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