La adolescencia es una época de crecimiento y el consumo de marihuana es un tema que requiere especial atención, pues actualmente son muchos los que caen en las trampas de una nueva moda de consumo compulsivo en forma de “atracones”, lo que se ha convertido en un grave peligro para la salud de los jóvenes por sus efectos dañinos, crónicos e irreversibles en el cerebro.
La evidencia científica muestra que el uso de cannabis durante la adolescencia no solo puede interferir con el rendimiento escolar y el bienestar de la salud en general, sino también dejar a los jóvenes con graves problemas mentales de por vida y una relación de dependencia con ella.
Según la Agencia de Abuso de Sustancias y Salud Mental, la marihuana es la sustancia hoy en día más utilizada por los jóvenes. Y el mayor problema es que a diferencia de los adultos, el cerebro de un adolescente se encuentra en pleno desarrollo hasta los 25 años de edad.
Si bien no es la droga más peligrosa del mercado, tiene muchos efectos nocivos que pueden volverse permanentes en el desarrollo del cerebro joven. Es una sustancia “engañosa” porque se fuma por sus efectos alucinógenos leves, pero su consumo compulsivo fácilmente puede desencadenar una ruptura más grave de la realidad con efectos serios a largo plazo.
Deterioro en el desempeño
Es sabido que el consumo de marihuana afecta funciones esenciales como la atención, la memoria y el aprendizaje, y estos efectos pueden tener otros a largo plazo. Es probable que las calificaciones de los estudiantes sean más bajas y abandonen los estudios en algún punto de su vida a diferencia de los que no la consumen.
Según un estudio publicado en The Lancet, se demostró que el adolescente que fuma marihuana diariamente tiene un 60% menos de probabilidades de terminar la escuela secundaria u obtener un título universitario, descartando más de otros cincuenta factores que podrían explicar estos resultados y dejando a la marihuana como la causa de los problemas.
Al evaluar el desempeño de los jóvenes y los procesos mentales involucrados en la toma de decisiones, la planificación y el cumplimiento de objetivos, se encontró una mayor actividad cerebral en los fumadores habituales, lo cual significa que para responder con la misma precisión a una misma tarea el cerebro tiene que trabajar más.
También las investigaciones muestran que el consumo reiterado de marihuana puede provocar que los jóvenes se vuelvan adictos, lo que significa que al intentar dejarla, esto sea muy difícil de lograr y el joven comience a excluirse alejándose de relaciones saludables con amigos y familiares o incluso caer en el uso de otras sustancias.
Los investigadores, principalmente de Australia, observaron que las personas que habían consumido marihuana antes de los 17 años tenían una probabilidad dieciocho veces mayor de volverse dependientes del cannabis, ocho veces más probabilidades de usar otras drogas ilícitas en la edad adulta y siete veces más probabilidades de intentar suicidarse.
Enfermedades mentales
Lo más preocupante de los porros es la presencia de enfermedades mentales que se fueron complejizando debido a su alto consumo. Se los ha vinculado a una serie de problemas de salud mental como la depresión o la ansiedad, pero también se han registrado casos más complejos como la psicosis y la esquizofrenia.
Un estudio publicado en el Journal of Neuroscience, encontró cambios estructurales en los cerebros de los jóvenes de 18 a 25 años que fumaban marihuana al menos una vez por semana, en comparación con los de los jóvenes con poca o ninguna historia de consumo.
Utilizando imágenes de resonancia magnética en la Universidad Northwestern se pudieron destacar las alteraciones en las regiones del cerebro involucradas en el procesamiento de emociones y recompensas. Encontraron que cuanto mayor es el consumo de marihuana, mayores son las anormalidades en ambas regiones del cerebro.
Según los investigadores este estudio pone al descubierto que incluso un consumo casual de marihuana está asociado a consecuencias graves y que los llamados atracones en la adolescencia aumentan significativamente la probabilidad de esquizofrenia en la edad adulta.
Estos resultados han confirmado otros estudios previos realizados por suecos, alemanes e investigadores en los Países Bajos que demuestran cómo el consumo excesivo a los 18 años aumenta seis veces el riesgo de esquizofrenia posterior.
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