Los hijos, mensajeros y víctimas de los conflictos de pareja

A la hora de formar una familia, es fundamental respetar el orden y los límites de cada uno de los miembros de la familia. En este sentido, es necesario que el rol de autoridad y responsabilidad permanezca en los padres. A medida que los hijos crezcan, los padres les irán delegando determinadas tareas. Para que esta transición no perjudique la armonía familiar, es importante que estas responsabilidades se adecúen a la edad, madurez y capacidad de los hijos.

La regla general es muy básica: el adulto debe llevar vida de adulto y el niño vida de niño. Esto implica que, cuando haya problemas, será el niño quien se apoyará en sus progenitores y no al contrario.

Sin embargo, es relativamente frecuente encontrar familias que han roto el orden necesario para que sus miembros se desarrollen en un entorno sano y de confianza. Una de las disfunciones familiares más destructivas es el Síndrome de Alienación Parental (SAP).

Este síndrome se produce en los hijos cuando estos son manipulados por uno de los padres para enfrentarse con el otro progenitor.

Todo comienza cuando la pareja no es capaz de resolver los problemas que han ido apareciendo en su relación. Suele darse en casos en los que la relación está ya terminada: divorcios, separaciones, etc. Sin embargo, en algunos casos la pareja enfrentada todavía convive y las consecuencias de utilizar a los hijos en estos conflictos pueden ser todavía más destructivas para la familia.

La estrategia utilizada por los padres (generalmente de forma inconsciente) es la triangulación, es decir, se envía al hijo como un mensajero para decir a la pareja aquello que no se le quiere decir en persona.

El hijo, que sufre al ver a uno de los progenitores como la víctima, coge fuerzas y, desde la lealtad, le defiende frente al otro progenitor. Las consecuencias de esta situación son devastadoras para todas las partes, pero especialmente para los hijos, que no están capacitados para soportar el peso de las discusiones de sus padres.

Educa a tus hijos para evitar que sean manipulados

Dado que esta situación se puede producir incluso sin que los padres sean conscientes de ello, conviene prevenir desde el principio que los hijos olviden cuál es su rol en la familia.

Para conseguirlo:

  • Recuérdales con frecuencia que pueden escuchar los problemas de los demás sin asumirlos como suyos y sin hacerse cargo de ellos. Un síntoma de que has conseguido esto será que tu hijo consiga decirte: “Yo te escucho, pero eso tendrás que hablarlo con la persona que te ha hecho daño para solucionarlo”.
  • Fomenta la comunicación sincera y directa entre los miembros de la familia, de tal forma que no des pie a que se interprete erróneamente la información.
  • Enséñales que no tienen culpa de vuestras discusiones. No trates de evitar que te vean triste, sino más bien, explícales que son cosas que tendrán que arreglar papá y mamá entre ellos.

Ninguna relación es perfecta. Parte del crecimiento consiste en aprender a superar las diferencias y a remontar después de las discusiones.

En ningún caso está justificado que se intente involucrar a los hijos en los problemas de los padres.

Esto solo traerá inseguridad, confusión y sentimientos de ira y culpabilidad en ellos. Los conflictos de pareja se arreglan en pareja.

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