Muchas buenas razones que pueden echar a la pareja fuera de casa. La vida social puede ser un verdadero apoyo para la pareja pero también puede llevarla a abandonar a sus hijos y su vida amorosa.
No faltan ocasiones para implicarse fuera de casa, y suelen ser muy legítimas.
Pierre y Caroline tienen cinco hijos. Están muy implicados en su parroquia: “Hemos recibido mucho, y parece natural devolverlo”, dice Pierre. Las palabras de San Pablo nos mantienen alerta: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”. (1 Cor 9:16)”.
Hélène, que tiene tres hijos adolescentes, es el salvavidas de su barrio. ¿Una persona enferma? Ella se precipita a visitarlo. ¿Los amigos se van el fin de semana? Se ofrece para cuidar a los niños. “Nunca se pueden hacer suficientes favores”, dice.
En cuanto a Anne y Marc, padres de tres niños de entre 19 y 10 años, participan como voluntarios en un refugio para personas sin techo. “No podemos dormir bien cuando los demás no tienen nada y viven fuera”, explica Anne.
Otra actividad que consume tiempo es salir con amigos. Sophie trabaja desde casa. Tiene un marido que a menudo se ausenta por razones profesionales. “Soy el pilar de la familia, soporto mucho. Si quiero mantener el equilibrio, tengo que recargar las pilas con mis amigas. Esto me permite entonces dar de mí mismo más serenamente”.
Si una vida social gratificante puede ser un verdadero cemento para la pareja, debemos sin embargo tener cuidado de analizar las razones que nos empujan hacia afuera.
No eludas tus otras responsabilidades
Sophie Passot, consejera matrimonial y familiar, advierte de algunas de las trampas del tiempo fuera de casa: “A menudo me encuentro con parejas cuyo excesivo activismo esconde una escapatoria”.
Escapar de uno mismo para no ver el vacío interior, escapar de la intimidad marital porque es pobre o da miedo, escapar de la esfera familiar, que es menos gratificante socialmente que el trabajo.
Una persona dedicada a su parroquia o a una asociación puede a veces camuflar a un perfecto egoísta que esquiva las tediosas tareas de la vida familiar y los gritos de los niños.
“Prefiero un laico que se comprometa plenamente con un proyecto bien asumido que un laico que se implica en todo. Es una cuestión de equilibrio. A menudo aconsejo a algunas personas que hagan menos y más por sus familias”, dice un joven sacerdote a sus feligreses.
Pero, ¿cuáles son las señales? Son varias.
Raphaëlle redujo seriamente sus salidas cuando sus hijos crecieron: “Cuando eran pequeños, los acostábamos a las 20:30 y salíamos fácilmente. Pero después, se sentía la necesidad de nuestra presencia: cuando llegaba la hora de irse, la excitación aumentaba, uno necesitaba que le tomáramos la lección, el otro hablarnos de un tema muy importante. Cancelamos casi todos nuestros compromisos”.
Las oportunidades para discutir en profundidad con un adolescente deben, en efecto, ser aprovechadas al momento. No siempre aparecen dos veces. Está esperando respuestas, y sería una pena que se sintiera abandonado.
Timothée y Évelyne, que se habían dedicado a acoger a jóvenes en dificultades en su casa, fueron alertados por el sufrimiento de uno de sus hijos. “Ya no podía soportar tener que compartir sus padres con extraños a diario. Su depresión, a la edad de 13 años, fue la luz roja”, dice Évelyne. Siempre nos dijimos que nuestros hijos eran la prioridad, y decidimos organizar nuestra actividad de manera diferente, a pesar de que nuestros otros tres hijos vivían bien esta situación”.
El cansancio también puede significar que presumimos de nuestra fuerza. Louis, un joven padre de tres hijos, dedicado por completo a su trabajo y sus compromisos, tuvo algunas alertas: “Comencé a llegar tarde, luego empecé a olvidar cosas y finalmente tuve dos accidentes con algunas semanas de diferencia. Todas estas cosas eran señales de que estaba trabajando demasiado.”
Plantearse las preguntas pertinentes y gestionar las prioridades
Si tenemos dificultades para cumplir nuestros proyectos, ¡cuidado con la tentación de culpar a los posibles ataques del Enemigo demasiado rápido! Para descubrir la causa de esto, cada uno puede comenzar con un examen de conciencia y preguntarse si está seguro de que está realmente en su lugar. Preparación para el bautismo o el matrimonio, servir a las personas sin hogar, dirigir grupos de escultismo, pero sin tener ni un momento para relajarse o cenar con tu esposa antes del próximo año. ¿Acaso estamos en forma y en paz? ¿Sereno? ¿O, por el contrario, un apóstol demasiado agitado y nervioso? Segunda pregunta: ¿cuál es mi prioridad? A Caroline y Pierre se les ofreció encargarse de los preparativos de la boda en la parroquia, además de sus otros compromisos. Se negaron: “Mientras nuestros hijos estén en casa, nuestra prioridad es estar con ellos”.
Cuando te enfrentas a un compromiso, es bueno rezar para saber si la llamada es realmente de Dios. Évelyne habla de su experiencia: “Estamos siempre en un precario equilibrio, preguntando al Espíritu Santo si nuestras elecciones necesitan ser reajustadas, si estamos haciendo la voluntad del Padre. Nunca nada es adquirido. La respuesta nos llega cuando nos escuchamos, cuando escuchamos a nuestros hijos”. Tener poco tiempo disponible debe significar dar prioridad a lo que sustenta a la pareja y a la familia. “Cuando dejamos nuestras actividades, explica Raphaëlle, sólo hemos conservado una, la adoración, porque ahí es donde nuestra pareja tiene realmente su apoyo”.
Para Marion, cuyo marido no es creyente, la fertilidad de la pareja se vive de forma conjunta. Hasta ahora, tenía muchos compromisos dictados por su fe. Renunció a algunos de ellos para poder cumplir otros con su marido. “Este es mi criterio ahora. »
Las opiniones de los niños también cuentan
Algunos, antes de comprometerse, piden a los niños su opinión. “No tenemos que imponerles opciones que pueden quitarle mucho a la vida familiar”, dice Vianney.
Aunque su oficio suele hacer que tenga que trabajar los fines de semana, Raphaëlle lo tiene muy claro: “Los niños saben que cada año hacemos un balance juntos, y que tendré que reducir mi ritmo de trabajo si lo encuentran demasiado importante”. Otros buscan actividades familiares: paseos, deportes, baile…
Évelyne concluye: “¡Cuidado! No hay reglas generales para la organización familiar, el tiempo dedicado a los compromisos varía mucho de una pareja a otra. Cada una de ellas es un universo, un mundo propio, y cada uno tiene que ajustarse a la voluntad de Dios”.
Florence Brière-Loth
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