Ante hechos que golpean o sacuden nuestra vida, es posible abrirse a la posibilidad de que podamos tomar lo que nos sucede para nuestro bien y atravesar mejor esos momentos dolorosos. Cuando uno se cuestiona, se regala la oportunidad de ver las cosas de modo diferente y se abre a la posibilidad de que la vida sea mucho más de lo que solo percibimos.
Nos abrimos a otro pensamiento, a otra interpretación de la versión que nos parece obvia para reaccionar de otro modo y apreciar un mundo más completo. No solo conectamos con lo que creemos o nos enseñaron. Esta apertura puede permitirnos dar un paso más y encontrar balance viendo una foto más grande de la realidad en la que nos encontramos.
La psiquiatra Marian Rojas-Estapé dice que el 90% de las personas que no le pasan cosas buenas es porque no saben lo que quieren que les pase. Hay un montón de bueno a nuestro alrededor, incluso en esos momentos oscuros, pero nuestro cerebro no lo percibe porque la atención está en el agobio o en la preocupación misma.
Nuestra mente se queda con lo que es importante para nuestro corazón. Cuando uno quiere algo de verdad, la mente hace todo lo posible para verlo. Cuando uno está ilusionado, la mente lo muestra, pero al vivir esclavos a lo inmediato en parte por estar acostumbrados a la satisfacción instantánea, nos quedamos paralizados y somos incapaces de percibir lo bueno.
En vez de quedarnos en un modo de supervivencia en el que nos encontramos mal, enfermos, arruinados, físicamente agotados y donde todas las cosas se tiñen negativamente, podemos tomar todo aquello que nos sucede y pasar a vivir en un modo de crecimiento teniendo en cuenta algunas herramientas guía. Sólo si nos abrimos a lo bueno, lo bueno aparecerá.
Tomar distancia para ver mejor
Es imposible apreciar verdaderamente una pintura estando muy cerca de ella. Lo normal es ubicarse en un punto en la distancia donde se pueda verla mejor. Lo mismo ocurre en el momento de tribulación. Cuesta más ver más allá de aquello que nos duele o inquieta estando parado en el foco de la tormenta. No podemos pensar en nada más.
Tomar distancia para alejarnos del hecho que nos preocupa, nos permite abrir el espacio y ser capaces de mirarlo de otro modo y descubrir aspectos que antes no teníamos en cuenta y lo que era tan negativo en un principio, puede luego resultar no serlo tanto como parecía.
No esperar que lo de afuera cambie
Muchas veces adoptamos un papel de víctimas esperando que lo de afuera cambie para que podamos ver lo generoso de la vida, pero es solo desde adentro que el ser humano es capaz de hacer verdaderas transformaciones.
Volver la mirada hacia adentro para entender lo que ocurre nos permite quitar muchos filtros que tenemos como la ignorancia o el miedo dejando entrar otros sentimientos positivos. Podemos ver lo bueno que tenemos e incluso reconocer el valor de la gratitud.
Saber que el dolor hay que atravesarlo
Intentar evadir o escapar de las cosas difíciles que nos ocurren, no nos llevan a ninguna resolución. Aceptar que el dolor es un componente más de la vida nos permite abrirnos a la posibilidad de un crecimiento real.
Cuando abrazamos los dolores somos capaces de atravesarlos con confianza y una certeza de que nos puede doler mucho, causar nervios o miedo, pero que saldremos renovados y fortalecidos de ello. No será algo que dure para siempre.
No esperar alegría, sino paz
La alegría es una emoción y no estará siempre presente en cada situación de nuestra vida, pero lo que sí es importante saber es que pase lo que pase es posible encontrar paz en el corazón. Una paz que puede ser silenciosa o ruidosa pero que puede vivirse en los momentos más amargos.
Cuando damos lo mejor de nosotros, lo que somos y podemos ser, cuando ponemos nuestros medios y recursos y hay amor de principio a fin, no hay nada que de más paz que el saber que uno lo ha entregado todo. Aunque las cosas no resulten o sean las esperadas, esa certeza amorosa nos abre a lo trascendente.
No juzgar rápidamente
Dar una respuesta rápida o asumir lo que sucede, puede llevarnos fácilmente a equivocaciones o errores no solo sobre nuestra propia comprensión de lo que sucede, sino también sobre otras personas que pueden estar involucradas en una situación que nos lastima.
Incorporar el hábito de no juzgar puede ayudarnos a transitar mejor las dificultades. Cuando uno se detiene para investigar un poco más se centra en la acción más que en la reacción y se da la oportunidad de invitar a las preguntas, a querer primero tratar a la otra persona y no creer todo como viene, sea para confirmar o entender lo que sucede.
Saber que todo nos enseña algo
Nuestros estados de ánimo cambiantes pueden alterar nuestra percepción de la realidad y centrarnos en las sensaciones para llenarnos a base de dopamina, que es la hormona del placer, dejando una sensación de vacío que se agranda. En cambio, cuando uno se abre a la posibilidad de aprender algo, encuentra un sentido y eso genera plenitud.
Cuando sabemos que siempre hay una enseñanza detrás de cada acontecimiento, podemos reconocer su lado generoso porque algo nos aporta. Aprendemos con más conciencia sobre la imperfección, la vulnerabilidad, la fortaleza o la paciencia, porque no hay nada que nos haga conectar con las cosas más importantes de la vida que los momentos difíciles.
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