¿Necesitas empezar de nuevo?

No sé si puedo estar equivocado en alguno de mis pensamientos y certezas. No lo sé, pero puede ser que esté haciendo algo mal.

A veces el orgullo no me permite aceptar las críticas que escucho. Creo que yo estoy bien, siempre lo he hecho así.

Es como si alguien de fuera quisiera poner en duda mis principios, mi forma de pensar, mi estilo de vida, o el pilar sobre el que he construido mi existencia hasta ahora.

¿Tendrán razón los que opinan sobre mí? Ante esas dudas que vienen de fuera puedo tener actitudes distintas.

Cerrarse

SŁUCH
Damir Khabirov | Shutterstock

Puedo simplemente pensar que están mal los que me juzgan y critican. Porque no saben, no conocen, o simplemente no me aman. Si me amaran tal vez comprenderían cómo soy, quién soy.

O tal vez, si yo viera amor en sus palabras, me abriría a su punto de vista, porque surge del amor y no del desprecio o la envidia.

Puedo querer cerrar la puerta para que no entre el viento del huracán, pero es imposible contener su fuerza. Me parece que el viento es más fuerte y amenaza con derribar todas mis defensas.

Ante lo que sucede fuera de mí puedo defenderme levantando barricadas y escondiéndome en lo profundo de la tierra de mi alma.

Escondido no pueden hacerme nada los vientos contrarios. Pasarán, estoy seguro, sólo tengo que esperar con calma.

Abrirse

Ivana Vasilj CC

También puedo abrirme a los vientos y pensar que en medio de esa potencia del huracán Dios me puede estar revelando algún misterio.

Puede que sea la hora de derribar seguros o pilares arcanos que sostenían mi existencia hasta ahora. ¿Será tan malo cambiar después de tanto tiempo? A lo mejor no es tan duro y resulta que ese cambio me salva la vida.

No siempre lo que viene de fuera y pretende atentar contra mi estabilidad es malo, o es del demonio.

Quizás Dios quiera que derribe resistencias y cambie puntos de vista y criterios que me han ido enfermando con el paso del tiempo.

Puede ser que esa ayuda externa me salve. Surge en mi corazón una grieta que me abre a la esperanza. Duele, pero sana.

Volver a empezar

WOMAN
Public Domain

¿Qué duele más, el muro que levanto para protegerme o el puente que tiendo para salvarme? Ya no lo tengo tan claro…

Hay certezas que quizás no sean tan ciertas. Y rocas firmes que tal vez se están desquebrajando. Protegerme parece ser el grito que brota en mis entrañas que buscan conservar seguros firmes.

Pero no siempre esta pretensión de protegerme es lo que me salva. ¿Seré capaz de nacer de nuevo, aunque duela por dentro? Es lo que Nicodemo le preguntaba a Jesús con el miedo en el cuerpo frente al cambio que se avecinaba en su alma.

Me asusta ceder, renunciar a seguros que creía inamovibles. ¿Es posible el cambio en las viejas estructuras de mi vida? ¿Es posible la renovación con esos mismos materiales de mi historia?

No lo sé, pero tengo confianza. Dios puede hacerme nacer de nuevo igual que puede sacar hijos de debajo de las piedras. Conmigo lo hizo y lo puede volver a hacer. Decía R. Tagore:

«No se puede atravesar el mar simplemente mirando el agua».

Me gusta esa imagen del mar. No puedo quedarme quieto esperando en la orilla, mirando el mar y pensando en lo imposible de la empresa que sueño.

No quiero tener miedo a perder seguridades. Amo tanto la tranquilidad de la playa que sostiene mis pasos en suelo firme…

Con dolor y humildad

Por Impact Photography/Shutterstock

El cambio siempre duele. Cambiar mi forma de pensar o las imágenes guardadas en el alma desde hace tanto, es casi un sueño. Duele, siempre duele. Hay cosas que no puedo cambiar, eso lo sé:

«Debemos recordar que estas cosas son externas y por ende no constituyen nuestra preocupación. Intentar controlar o cambiar lo que no podemos tiene como único resultado el tormento»[1].

Lo que está fuera de mí no puedo cambiarlo. Esos vientos huracanados que amenazan con tirar mi casa no están bajo mis órdenes. Eso no lo puedo cambiar.

Pero yo decido si me mantengo firme contra la puerta para que nada deje de estar bajo mi control. O simplemente dejo que entren los vientos que me exponen vulnerable, desnudo, abandonado a esa fuerza brutal que intenta cambiarme por dentro.

Lo que sí puedo cambiar está en mi mano. Puedo abrirme al cambio o puedo condenar las amenazas que me asedian.

Puedo permanecer abierto al viento huracanado o puedo intentar construir muros para permanecer impermeable.

¿Qué es más fuerte en mí el orgullo o la humildad? ¿El amor a lo que poseo o la apertura a lo que pueda venir?

Para cambiar tengo que ser muy humilde. Para ceder tengo que dejar que crezcan en mi interior nuevas plantas, nuevos cauces, nuevos criterios. No es tan fácil.

Dios ofrece un nuevo inicio

NATURE
jianbing Lee | Shutterstock

Volver a nacer a mi edad me resulta impensable. Pero no quiero resistirme e impedir que las cosas sigan su curso. La vida es corta y es tiempo de cambios.

Acepto que Dios puede hacerme de nuevo con sus vientos huracanados o con su brisa suave, depende de mis resistencias.

Reconozco con humildad que no lo tengo todo claro, no poseo todas las respuestas. No me sé todos los caminos posibles.

Acepto que puede que haya formas de pensar en mí que no son correctas, incluso pilares que estén heridos en su base.

No lo tengo claro. Pero confío con una fe inquebrantable en ese Dios que me ha amado. Jesús no va a dejarme nunca porque me quiere tanto…

Me ha dado un nombre nuevo y me ha llevado por caminos que no conocía. Su belleza se espeja en mi alma y me hace mejor de lo que nunca he sido.

Por eso no me resisto al cambio. Quiero entregarle a Él mi vida y dejar que estos vientos incómodos y no deseables hagan su tarea.

Saldrá algo bueno de este huracán, estoy seguro. Y confío en que sus caminos serán los mejores para mi vida.

[1] Epicteto, Manual de vida

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