Se escapaba de las oraciones al bar, ni se imaginaba lo que pasaría con el camarero

Inma García tiene 23 años. Está sentada en un bar perdido, en un pueblo perdido, en un país llamado Bosnia a miles de kilómetros de su casa. Se bebe una ‘piva’ -como se llaman las cervezas aquí- mientras el grupo con el que viene reza en Medjugorje. No quiere estar ahí y charla con el camarero pero ni se imagina lo que el futuro le depara con él, ni que este viaje va a cambiarle la vida por completo.

Inma es de Madrid y estudia Nutrición y Logopedia. Está en una “crisis de fe tremenda” y se siente “muy peleada con Dios y en una oscuridad tremenda”. Su vida es agotadora y es “una persona triste, enfadada y solitaria”.

Tal vez por eso, sus padres deciden pagarle un viaje. La llevan a la plaza de toros de Las Ventas en Madrid y la montan en un autobús rumbo a un festival de jóvenes. Pero este ‘regalo’ no convence ni mucho menos a Inma.

Lejos de ser un festival estilo ‘Tomorrowland’ es un viaje pagado a un sitio llamado Medjugorje, en Bosnia, donde se supone que se aparece la Virgen. Y más que a bailar… los jóvenes van a rezar.

El viaje por Europa

No conoce a nadie y está “plenamente convencida de que Medjugorje es mentira”. Cree que es algo “para engañar a la gente”. Y accede a realizar el viaje porque en la travesía paraban en algunas ciudades europeas que le interesa conocer.

Cree que merecen la pena esos “cinco días en Medjugorje” donde los que le acompañan se van a dedicar a rezar, a cantar canciones religiosas y a temas espirituales que a ella no le interesan.

Por eso cuando llegan a Bosnia trata de huir de diferentes maneras. Una de ellas yendo al bar a tomar algo mientras los demás rezan.

Inma iba “con cualquier intención a Medjugorje menos con la intención de confesarme”. Pero por cosas del destino -si es que puede llamarse así-, termina confesándose. Y ese momento, ese rato con un sacerdote, en ese lugar tan especial… le “cambia la vida por completo”.

El perdón

“El gran don que recibí fue el don del perdón. Yo necesitaba ser perdonada para aprender a perdonar y recibir la gracia de perdonarme y poder perdonar a los demás. Fue mi gran regalo y fue lo que me cambió la vida”, cuenta Inma a Aleteia.

De esta forma se sintió amada por Dios y aprendió también a perdonar a los demás. Y aquí comienza el camino de conversión de Inma: “No es solo un instante sino que es un camino que dura toda la vida”.

Cortesía de Inma García

Inma volvió a casa siendo una persona diferente. Y aquí comienza su verdadero camino: “Es en tu cruz diaria, para mí en la carrera en ese momento, donde noté las gracias de Dios que me dio en Medjugorje para recargar las pilas. Lo que antes me resultaba inaccesible ahora era como que se abrieran las ventanas y era todo más fácil. Tenía una paciencia que no era mía. Una capacidad de sacrificio que no era mía”.

Ahora, diez años más tarde, diez festivales de la juventud en Medjugorje más tarde… Inma está casada con ese camarero que le servía ‘pivas’ en el bar. Ha tenido tres hijos con él y vive en Medjugorje.

Cortesía de Inma García

“Medjugorje para mí es todo. Mi vida, mi vocación… y si consigo entrar en el cielo será gracias a esto. En Medjugorje conocí a mi marido, en Medjugorje estoy criando a mis hijos, en Medjugorje formé mi familia, en Medjugorje me convertí, en Medjugorje conocí a Jesús. Lo es todo para mí. Fue como el hospital para mi alma y donde el Señor comenzó mi sanación”.

Cortesía de Inma García

Hace diez años no quería saber nada de este lugar, pero hoy vive en Medjugorje y trabaja organizando peregrinaciones al santuario.

“A cualquiera que le preguntes que viene habitualmente a Medjugorje, te dice que aquí está pasando algo. Tú notas que hay una presencia viva de alguien que te quiere muchísimo. La gracia actúa y te cambia el corazón en este sitio”.

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