Con el pensamiento
Podemos hacer hueco a la amistad a través del pensamiento porque los amigos están siempre presentes en nuestra vida, incluso cuando no los vemos. En ciertos momentos cruciales, cuando su amiga Delphine encadenaba sesiones de quimioterapia, Marie vivía su afecto haciendo coincidir sus intenciones con la situación de su amiga: “Bebía pensando en ella cuando se alimentaba por perfusión, bailaba por ella cuando ella estaba clavada en la cama…”.
Sin embargo, ¿esos instantes no se pierden si se quedan solamente en la mente? Marie no solo pensaba en Delphine, también la informaba a través de mensajes, emails, Facetime… Gracias a esos formidables medios de comunicación, Axelle también expresa su amistad en cuanto piensa en su amiga.
“Cuando paso delante de la antigua casa de Géraldine, que se mudó a Toulouse, le envío una foto con algunas palabras. A veces es solamente un “¡Pienso en ti!”. Géraldine, por su parte, envía un mensaje cada aniversario de la muerte del bebé de Axelle.
“Un gesto de amistad puede alegrarme el día, incluso cuando estoy llena de tristeza”, reconoce la joven.
Con la palabra
A pesar de todo, “la calidez, el vínculo del corazón y la piedad no bastan”, según la filósofa Simone Weil. La amistad no puede prescindir de la escucha y de una muestra de interés, si no regular, al menos ocasional.
“¡La amistad patinaría si se quedara únicamente en los recuerdos!”, valora Marie.
Xavier, director comercial de un gran grupo, se muda cada tres años a otra parte del mundo. Como cualquier persona, tenía problemas para conservar sus buenas amistades una vez distanciado geográficamente. Pensaba en ellos sin mandarles señales de vida. Luego, decidió alimentar sus amistades con un telefonazo al menos una vez por trimestre.
Hizo una lista de sus amistades más arraigadas, aquellas con las que sabía que podía contar. Después señaló en su agenda una franja horaria en su semana para llamarlos durante algún trayecto, como de camino al gimnasio, adonde se dirige caminando rápidamente dos veces por semana.
Para mayor eficacia, ha identificado para cada uno de sus amigos sus “lenguajes de amor”: una amiga que es más sensible a los regalos, un amigo que siente al cariño cuando le dedican un halago, otro amigo que valora los favores…
“Como nos vemos poco, ¡más vale ir al grano!”, justifica este pragmático.
Por obra
Raphaëlle, alérgica al teléfono y a las redes sociales, ha escogido otros medios para mostrar su afecto. Ella “muestra su disponibilidad” cuando alguna amiga anuncia su llegada a su ciudad. Puede anular algún compromiso y hacer un auténtico esfuerzo para que su amiga se sienta acogida: va a buscarla a la estación, le prepara una comida con su plato preferido o pide a su marido que acueste a los niños.
“En la amistad, el compromiso se manifiesta a través de los actos”, explica André Guigot, razón por la cual, según él, nunca decimos “te quiero” a un amigo.
Para mostrar a los demás su afecto, los cristianos poseen otros recursos. Amandine cita cada verano a dos amigas para un retiro. En cuanto a Anouk, ella convoca sistemáticamente a sus amigos cuando un hijo recibe un sacramento.
Marie dice que “no calcula nada”, pero que se abalanza sobre todas las oportunidades de encuentro. Se desplaza a mil kilómetros para el cumpleaños de un antiguo amigo perdido de vista y organiza regularmente salidas con los amigos para unir más los grupos. Intenta estar presente tanto en los momentos felices como en los duros: “Si soy capaz de cruzar Francia para una boda, ¿por qué no hacerlo por un funeral?”, argumenta.
Desde la distancia, sobre todo podemos rezar por los amigos: decir un rosario por su intención; enviar un mensaje por el aniversario de boda; felicitarle el día de su santo e incluso pedir por él en misa.
Sin olvidar los amigos del Cielo, que no nos abandonan nunca y con quienes podemos conservar un vínculo. Las amigas de Delphine se reunían todos los jueves en la oración de los enfermos de su parroquia para rezar por su curación. Mantienen siempre así su amistad con un lazo virtual “tan directo como si estuviera ahí”. J
ean-Renaud, por su parte, ha experimentado concretamente el fruto de la oración amistosa: despertó milagrosamente de un coma al día siguiente de una noche de adoración organizada por sus seres queridos.
Por omisión
Las relaciones amistosas evolucionan con el paso de los años, con las mudanzas, con la edad y las preocupaciones del camino. A veces, los caminos se separan y hay que saber aceptar el duelo de una amistad o, al menos, aceptar que sea imperfecta y no lineal. Y perdonar los silencios. Quién sabe, podrían consolidar una amistad.
Marie nunca ha estado tan cerca de su amiga Béatrice como después de su distanciamiento en Marsella: “No la había visto en diez años y retomé la conversación allí donde la había dejado: fuimos directas a lo esencial”.
La amistad, a veces, no necesita mantenimiento para existir.
Olivia de Fournas
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