El Arzobispo de Yangon (Myanmar) y Presidente de la Conferencia Episcopal de Myanmar recordó en un comunicado que los fallecidos enel ataque del pasado 23 de mayo no eran "ningún enemigo” sino "ciudadanos de este país” que “no iban armados, estaban dentro de la Iglesia para proteger a sus familias”.
Ese ataque tenía la finalidad de abatir un grupo de rebeldes, pero se usó artillería pesada que acabó alcanzando la iglesia del Sagrado Corazón en donde se habían refugiado "un grupo asustado de mujeres y niños en su mayoría”, precisó el Cardenal Bo.
“Todos los corazones de ese país lloran la muerte de estas personas inocentes. Cientos mueren, miles se convierten en refugiados y desplazados”, asegura el Cardenal. Y es que más de 20 mil personas han sido desplazadas en el reciente conflicto de Loikaw.
Además, el Arzobispo de Yangon recordó que todos los lugares de culto “están protegidos por Protocolos Internacionales”, “las iglesias, los hospitales y las escuelas están protegidos durante los conflictos por los Convenios de La Haya”.
Tras los ataques otras muchas personas huyeron hacia la jungla y “se desconoce su paradero”.
“La alimentación, las medicinas y la higiene son urgentes, pero no hay modo de cubrir esas necesidades. Hay muchos niños y ancianos entre ellos y se verán obligados a morir de hambre y sin ayuda médica. Es una gran tragedia humanitaria”, aseguró el Cardenal.
Ante esta dramática situación, el presidente de los obispos de Myanmar afirmó que “esto debe terminar” y por eso hizo un llamamiento “como líder religioso, no político” a todos los implicados para que “no intensifiquen la guerra”: “la paz es posible, es el único camino”.
“Nuestra gente es pobre, el COVID-19 les robó su sustento, el hambre acecha a millones, existe una amenaza real de una nueva ola de coronavirus”, afirmó.
“Oramos por la paz en esta gran tierra y esperamos que todos podamos vivir como hermanos y hermanas en esta gran nación”, pidió.
¿Qué sucede en Myanmar?
Desde el 1 de febrero, Myanmar ha registrado enfrentamientos sangrientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que protestan por el golpe de Estado militar que derrocó a la dirigente Aung San Suu Kyi.
Desde el inicio de la crisis han fallecido más de 800 personas, donde Myitkyina, la capital del estado de Kachin, ha experimentado algunos de los peores actos de violencia.
El Papa Francisco ha pedido repetidamente la armonía en el país, que tiene una población de 54 millones de personas y limita con Bangladesh, India, China, Laos y Tailandia. Francisco se convirtió en el primer pontífice en visitar la nación de mayoría budista en noviembre de 2017.
El pasado 11 de mayo se cumplieron los 100 días desde que el ejército de Myanmar tomó el control del país en un golpe repentino. La oficina de derechos humanos de las Naciones Unidas expresó su preocupación por las “graves violaciones de derechos humanos” en el país.
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