Durante su reflexión previa al rezo del Ángelus, el Papa señaló que “con frecuencia pensamos que el mal proviene principalmente del exterior: del comportamiento de los demás, de quienes piensan mal de nosotros, de la sociedad”.
“¡Cuántas veces culpamos a los demás, a la sociedad, al mundo, por todo lo que nos pasa! Siempre es culpa de los “otros”: de la gente, de los que gobiernan, de la mala suerte. Parece que los problemas vienen siempre de afuera. Y pasamos tiempo repartiendo culpas; pero pasar el tiempo culpando a los demás es una pérdida de tiempo”, advirtió.
Por el contrario, animó a pedir al Señor “que nos libere de culpar a los demás”. “Pidamos en la oración la gracia de no perder el tiempo contaminando el mundo de lamentos, porque eso no es cristiano. Jesús nos invita con frecuencia a mirar la vida y el mundo a partir de nuestro corazón”.
En ese sentido explicó que “si miramos dentro, encontraremos casi todo lo que detestamos de fuera. Y si, con sinceridad, pedimos al Señor que nos purifique el corazón, entonces sí que comenzaremos a hacer del mundo un lugar más limpio. Porque hay un modo infalible de vencer al mal: iniciar a derrotarlo dentro de uno mismo”.
“Los primeros Padres de la Iglesia, los monjes, cuando se preguntaban a sí mismos: ‘¿Cuál es el camino de la santidad? ¿Por dónde debo comenzar? El primer paso, decían, era acusarse a uno mismo: acúsate a ti mismo. La acusación de nosotros mismos”.
“¿Cuántos de nosotros, a lo largo del día, en un momento de la jornada, o en un momento de la semana, son capaces de acusarse a sí mismos en su interior? ‘Sí, este me ha hecho esto, aquel lo otro, ese una barbaridad…’. Pero, ¿yo? Yo hago lo mismo, yo hago así… Y es una sabiduría: aprender a acusarse uno mismo. Probad a hacerlo, os hará bien. A mí me hace bien cuando trato de hacerlo”, reconoció el Papa Francisco.
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