El testimonio en Aleteia del sacerdote argentino Diego María Canale, el encargado de acompañar a la familia de uno de los sobrevivientes y oficiar una misa en el lugar donde hace 50 años (13 de octubre de 1972) se produjo el accidente del avión uruguayo
Diego María tiene 44 años y es un sacerdote argentino perteneciente a la diócesis de Neuquén. Diego no era nacido cuando aconteció la tragedia (devenida en «milagro» cuando 16 sobrevivientes fueron rescatados en diciembre de 1972) del avión uruguayo Fairchild que transportaba a 45 uruguayos y que terminara estrellándose en la cordillera de los Andes (Chile).
Sin embargo, ha Diego –como a tantas personas alrededor del mundo- la historia de lo sucedido con ese grupo de jóvenes uruguayos en aquel entonces, la mayoría de sus integrantes pertenecían al Old Christians Rugby Club, lo ha cautivado.
La persona que le contó a Diego la historia del avión fue su propio padre. Desde ese momento, tal cual dijo a Aleteia, «la atesoró en su corazón». «En muchas oportunidades me invitaron a viajar. Yo sabía que quería ir con algún sobreviviente», comentó Diego, quien también ha jugado al rugby durante su juventud.
Fue así que hace un tiempo, grabando un podcast para la parroquia Nuestra Señora del Pilar tuvo contacto con una entrevista vinculada a Gustavo Zerbino, uno de los sobrevivientes de los Andes (recientemente también dialogó con Aleteia).
Diego se puso en contacto con Gustavo para felicitarlo y fue así que, entre idas y vueltas, se fue gestando la oportunidad de subir a la montaña junto a uno de los protagonistas de aquella historia que lo había atrapado desde siempre.
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Una misa en la cordillera
A principio de 2022, Zerbino se puso en contacto con Diego para decirle que se iba a dirigir a la cordillera con motivo de los 50 años de lo sucedido con el avión uruguayo y que quería celebrar una misa en el lugar.
Diego accedió a la invitación de Zerbino y en febrero de 2022 tuvo lugar la celebración en el sitio conocido como Valle de las Lágrimas. Asistió Zerbino junto a familiares y amigos. En total eran como unas 40 personas.
«Fue disponiendo el corazón con tiempo. Tenía muchas ganas, fui rezando. Recé por cada una de las personas que murieron allá en la cordillera, los tuve muy presentes», recordó Diego sobre aquella misa.
Diego subrayó también que vivió 10 años sobre la cordillera de los Andes, del lado argentino de Neuquén. «La amistad con la cordillera la tengo y cuando supe que iba a viajar empecé a disponer el corazón y a rezar. De hecho, llevé impresa la lista de todas las personas que habían fallecido en la cordillera o después la cordillera también», prosiguió.
Cuando llegaron al lugar, contó Diego, llegó la preparación de la misa. Para eso se encontró una parte del ala del avión que fue utilizada como altar y se colocaron alrededor signos propios del fuselaje, restos del avión.
«Gustavo trajo de Uruguay un poco de agua del río y también un poco de pasto de la cancha de rugby de Uruguay. Entonces eran momentos que los presentábamos también durante la misa», continuó Diego.
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Encontrar a Cristo en ese lugar
La celebración de la eucaristía en plena cordillera empezó con el canto del Ave María, tema escucharon los sobrevivientes hace 50 años en la radio cuando se enteraron que Fernando Parrado y Roberto Canessa habían tenido éxito en la expedición en busca de rescate durante diciembre de 1972.
«Pudimos dar gracias a Dios. Y especialmente pronunciar en las palabras de la consagración: “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”. Particularmente también poder descubrir el misterio de la vida entregada y ofrecida de aquellos que quedaron en la cordillera y que también -de una u otra manera- son los que entregan su cuerpo para que aquellos que puedan bajar de la cordillera tengan vida», reflexionó Diego.
«¿Cómo encontrar a Cristo en todo esto? Encontrar a un Cristo resucitado y peregrino en la historia que conoce el dolor no solamente de los que bajaron y la alegría de los que llegaron, sino también el dolor de estas familias que hace 50 años lloran la ausencia de sus hijos. Pero esas lágrimas puestas en manos de Dios tienen la esperanza de una feliz resurrección donde todos nos vamos a poder encontrar», añadió este sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires que hace 11 años está en Neuquén (actualmente vicario de la pastoral y vive en el Obispado).
El relato de la misa celebrada en la cordillera a comienzos de 2022 (el pasado 13 de octubre hubo otra misa en el Colegio Stella Maris de Carrasco, Montevideo, con motivo de los 50 años de la tragedia donde incluso se leyó una carta del papa Francisco) culminó con palabras de agradecimiento de Diego por haber podido acompañar a Zerbino con su familia y lo destacó como «un regalo grande de Dios».
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