En su juventud, Olaf se embarcó hacia Inglaterra como vikingo. Allí participó de escaramuzas, combates y saqueos, prácticas habituales entre los de su tipo, quienes, por lo demás, fueron eximios navegantes. Después tomó rumbo hacia Ruan, antigua ciudad de Francia, donde conoció el cristianismo, religión a la que se convirtió.
De regreso a Inglaterra, se estableció allí por un tiempo, poniéndose al servicio del rey Etelberto. Convertido y bautizado, emprendió, en 1015, el viaje de retorno a su patria.
En pos de la coronaDespués de pasar por las dificultades propias de las luchas por el poder, logró salir victorioso y ser elegido rey. Para ello, Olaf hizo valer su vínculo con Harald I, antiguo rey de Noruega, desplazando a la casa que había gobernado habitualmente al país.
Entonces, Olaf II, al que llamaron el Santo, dispuso que su reino adoptara la religión cristiana como oficial. Combatió las prácticas paganas, demolió sus templos y construyó iglesias cristianas en su lugar. Luego convocó obispos y sacerdotes de Inglaterra para que velasen por sus súbditos.
Su lucha contra la vieja constitución del condado, su deseo por la unidad de Noruega, así como su amor por el cristianismo, le valieron numerosos enemigos. Los clanes del país se rebelaron contra él y acudieron a Cnut, rey de Dinamarca, por apoyo militar. Olaf, traicionado por sus connacionales terminó expulsado, mientras que Cnut se hizo de su corona injustamente.
El regreso del reyTras dos años de exilio, Olaf retornó a su antiguo reino al mando de un ejército y se enfrentó con los rebeldes en Stiklestad el 29 de julio de 1030. El rey luchó con coraje, pero fue mortalmente herido. Perdió la vida repitiendo: “Dios, ayúdame”.
Su fama de santidad fue creciendo y se dice que muchos milagros se produjeron gracias a su intercesión. Fue canonizado en 1164 por el Papa Alejandro III.
San Olaf es considerado por los noruegos como “el gran campeón” de la independencia nacional, y tanto católicos como protestantes lo consideran modélico.
En la cultura popular“Olaf” debe ser uno de los nombres de origen nórdico más conocidos a nivel global. En el mundo de habla hispana se popularizó gracias a una tira cómica (viñeta) creada en Estados Unidos por Dik Brown: “Olaf, el vikingo”, o, a veces, “Olafo, el amargado” (Hägar the Horrible).
En años recientes, el nombre volvió a popularizarse gracias al muñeco de nieve hablador, personaje de la saga “Frozen: una aventura congelada” de Disney Studios, en la que se actualizan elementos de la cultura e historia de los pueblos nórdicos.
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