¿Qué significa un beso?

Los besos a veces se ven devaluados, empobrecidos, estandarizados: besos para hacer como hace todo el mundo, para seducir, para jugar a ser adulto… También hay besos narcisistas en los que el otro no es más que un instrumento del disfrute propio.

Pero el beso es demasiado hermoso como para echarse a perder. ¿Qué impacto tiene en una relación? El beso es un formidable medio de comunicación: hace visibles y “palpables” los sentimientos más internos y más intensos.

Creer que este gesto no tiene consecuencias es una ingenuidad. El beso implica un paso importante. El beso modifica la relación porque hay una diferencia clara entre desear y hacer. Porque realizar el deseo es pasar a la acción y por lo tanto al besar a otra persona algo cambia en los dos.

Por eso, al pasar de las miradas a las caricias inofensivas, de las caricias al beso o del beso al acto sexual se franquean unos umbrales cruciales en la vida de una persona. Con los enamorados pasa como con los jugadores de ajedrez: en el momento que se mueve una ficha, la jugada es irremediable. De ahí la necesidad de una lentitud prudente que mantenga a la espera este gesto tan decisivo en una relación de pareja.

Cuando el beso tiene consecuencias sobre el futuro

Al comienzo de una relación amorosa conviene ser prudente porque son muchas las personas que reciben un beso y tienden a pensar que por eso son amadas con locura… ¡y para siempre! Y es que el beso se ve a menudo como un auténtico compromiso pues la naturaleza de este gesto nutre y fortalece una relación.

Por ello, ¡cuán importante es no jugar con los besos! “¿Por qué me has besado si no ibas en serio?”, dirá una mujer el día en que su enamorado termine la relación.

El beso tiene importancia por lo que, si no es auténtico, puede perturbar, crear culpabilidades, marcar el futuro porque puede hacer más dolorosas las rupturas. El dolor será agudo según se haya ido más lejos en una relación. Romper con un amorío platónico se lleva mal pero, después de un intercambio de besos apasionados, se lleva aún peor. Y cuando se han mantenido relaciones sexuales se pasa muchísimo peor; más aún cuando se ha convivido antes del matrimonio. Se pasa rematadamente mal, ¡tanto como un divorcio!

No se trata de dramatizar las posibles consecuencias de gestos amorosos como el beso pero conviene que no se vivan “como cualquier cosa” porque estaríamos banalizando y vaciando su profundo significado. El mejor beso, decía un joven, no es el más fuerte, sino el que dice “Te quiero”.

Tres condiciones para que un beso se convierta en un auténtico símbolo de amor

Si deseamos gestos de amor ricos, gratificantes, llenos de placer y alegría, se imponen tres exigencias:

  1. Sentido: Los gestos han de expresar un amor auténtico.
  2. Verdad: El cuerpo ha de compartir el mismo lenguaje que el corazón. La verdad en la relación preservará de muchos sufrimientos.
  3. Dominio: Importa también tomar perspectiva para ver si existe una correspondencia entre los gestos y los sentimientos.

Solo con estas condiciones, el beso se convierte en un hermoso símbolo de amor, en ese signo de entrega y de acogida. Creer en el amor es respetar sus signos, sus ritos y privarse de simulacros y profanaciones.

El beso es un gesto maravilloso, por eso hay que cuidarlo y no prostituirlo ni tomarlo como un juego. El beso es un intercambio de alientos que significa el intercambio de nuestro interior más hondo: “Yo me descentro a fin de no ser más yo mismo mi propio centro, sino que en adelante mi centro seas tú”. ¡Amar es vivir para el otro y vivir por el otro! Este es el significado del beso.

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