A continuación puede leer el Evangelio y la homilía del Obispo de Santa María de los Ángeles (Chile), Mons. Felipe Bacarreza Rodríguez:
Evangelio del día Juan 8, 1-11:
1Mas Jesús se fue al monte de los Olivos.
2Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
3Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio
4y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
5Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
6Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
7Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»
8E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
9Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
10Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
11Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»
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Homilía de Mons. Bacarreza:
Ante la crítica de que acoge a los pecadores, Jesús responde exponiendo el objetivo de su venida: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores a conversión” (Lc 5,32). La conversión de un pecador es posible, solamente gracias a que el Hijo de Dios se hizo hombre y nos reveló el amor de Dios. En efecto, ningún pecador puede experimentar dolor de sus pecados y convertirse realmente, si no es movido por el amor. El Evangelio de este domingo nos presenta un hecho real en el cual observamos en detalle cómo acontece la conversión de un pecador.
Jesús estaba enseñando en el templo, y en ese momento “los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?’”. ¿Qué motivación tienen los escribas y fariseos para hacer esto? ¿Los mueve el amor hacia la mujer? ¿Los mueve el celo por la ley? ¿Buscan la conversión de ella? ¿Les interesa promover la castidad? No los mueve nada de esto. El evangelista aclara: “Esto lo decían para tentarlo y tener de qué acusarlo”. Los mueve el deseo de arruinar a Jesús. Y para alcanzar este fin ponen en juego la vida de la mujer: “Moisés nos manda apedrear a estas mujeres”.
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