Luchar por la integración de su hijo con autismo le dio a Esther fuerzas para dedicar su vida a las personas con capacidades diferentes en la Iglesia.
En el marco del Congreso Nacional de Raíces y Alas 2022 organizado NCCHM en Washington D.C, fue premiada la mexicana Esther Garcia, por su pasión por la educación y por su amor a enseñar, formar y capacitar a los miembros de la comunidad hispana con capacidades especiales.
Ella aparte de ser maestra, es comunicóloga titulada, es esposa y madre, pero hoy se ha convertido en una mujer hispana, que es líder y ejemplo; que inspira a la superación de cualquier mujer que anhela a cumplir el sueño americano, sirviendo y ayudando desinteresadamente a los más necesitados.
– Esther, háblanos de ti.
Mi nombre completo es María Esther García Méndez. Nací en Tampico, Tamaulipas, y estoy muy feliz de haber nacido ahí, de haber estudiado. Pero mi familia era de San Luis Potosí.
Fernando y yo nos casamos hace 27 años, fuimos compañeros de la universidad y Dios nos mandó dos hijos, uno de 26 y otro de 17. Y el más chico tiene autismo. Gracias a él mi amor por la catequesis ahora tiene otro sentido, una pasión por las personas con discapacidades.
– ¿Cómo enfrentaste el hecho de que tu hijo tuviera autismo y tuviera que recibir los servicios de catequesis? ¿Cómo es que tú te involucras?
Cuando nosotros descubrimos que Erick no hablaba pensábamos que era normal, pero el doctor nos dijo que un niño a los dos años tenía que hablar al menos ciertas palabras. El primer diagnóstico fue que tenía retraso del habla y con el tiempo nos dijeron que era autismo.
Entonces, nos encargamos de que hubiera comunicación, de hacer un trabajo de familia. Él no hablaba nada, etiquetábamos todo en inglés porque estábamos en Florida y no había servicios en español, no había maestras ni terapistas, todo era en inglés. Así que todos como familia nos ocupamos de acompañarlo y formarlo.
– ¿Actualmente dónde radican?
Estamos en Texas. Erick, a través de la educación, de la formación, ha avanzado mucho y nosotros en la casa siempre le hemos pedido más.
Una persona con discapacidad o con autismo siempre debe tener altas expectativas y, como soy maestra, pues pobrecito mi hijo, porque siempre le pido que dé más, mucho más. Ellos tienen muchas habilidades, pero tenemos que trabajar con ellos y acompañarlos para que den más.
– ¿De alguna manera Erick te acercó más a Dios?
No. Yo tengo la vocación de catequista desde hace muchos años. Esa vocación surgió cuando mi mamá me llevó de la mano a la iglesia. Desde entonces yo me enamoré de la Iglesia, de la religión, de Jesús, de su misión, y siempre he caminado con las religiosas, siempre me han ayudado y acompañado.
El diagnostico de Erick hizo que me diera cuenta que hay muchas familias que carecen de recursos en español, de información. Entonces, tomaba la información y las conferencias en inglés, las traducía al español y las compartía con esas familias.
Mi hijo me enseñó a ser mejor maestra, mejor catequista, porque vi la necesidad de una catequesis adaptada para aquellos niños o jóvenes que la necesitaran.
– ¿Qué profesión tienes y esto cómo te ayudó a encaminarte a la catequesis de tu hijo?
Mi carrera es Comunicación. Aquí en Estados Unidos estudié la certificación como maestra de educación especial y como maestra de educación bilingüe desde kindergarten hasta primaria cuarto grado.
Entonces, el tener metodología y ciertas tablas me ayudaron a acompañar a mi hijo y a otros niños más. Gracias a mi hijo llegué a un centro de autismo muy importante en Dallas, que no podía pagar, pero en el que afortunadamente me contrataron como maestra.
Y gracias a ese centro de autismo estoy más preparada, me dieron más más formación y estoy muy agradecida con ellos porque aprendí mucho cosas y ahora puedo servir y acompañar a otras familias, de la comunidad en general, que tienen hijos con autismo y otras discapacidades.
– En tu experiencia, ¿cómo se encuentra la Iglesia católica con respecto a la atención a este segmento de la población?
Como Iglesia estamos muy atrasados en el servicio y en atender las necesidades de personas con discapacidad: niños, jóvenes y adultos. Siempre hablamos solo de niños, pero no debemos olvidar a nuestros jóvenes ni a nuestra gente adulta, que muchos de ellos no tienen los sacramentos, no tienen la formación.
Y tenemos que recordar que los sacramentos son fuente de gracia, y nosotros como padres queremos que nuestros hijos los tengan. En Alianza Nacional Católica sobre la Discapacidad (National Catholic Partnership On Disability), que es mi organización, estamos trabajando muy fuerte para asegurarnos que haya la concientización, a nivel nacional, de que todas las personas son dignas por la dignidad que Dios nos dio.
Todos somos iguales. Y por el bautismo todos tenemos derecho a los sacramentos, a una formación espiritual y a una participación activa como agentes de catequesis.
– ¿Qué criterios se utilizan para que puedan recibir los sacramentos?
Tenemos la guía de los sacramentos: La orientación para la celebración de los sacramentos para personas con discapacidad. Es un documento que se escribió en 1995 y revisado en el 2017. Está en inglés y en español, en formato electrónico en la página de la Conferencia de Obispos, y sólo en inglés en el formato impreso. Además, podemos darlo gratis a las parroquias o a las diócesis y solamente cubren el envío.
Este recurso se hizo después de que participamos como organización en el V Encuentro, porque queremos asegurarnos que haya recursos para acompañar a las familias. En esta guía se menciona por ejemplo: “una persona, que nunca va llegar al uso de razón, puede recibir los sacramentos a través de sus padres”. La recomendamos a los diáconos, sacerdotes, catequistas, porque es una herramienta muy importante.
– Compártenos un poco sobre la organización que tú diriges.
Tengo el gusto de trabajar para la Alianza Nacional Católica sobre la Discapacidad. Tenemos 40 años como organización nacional y trabajamos muy de cerca con la Conferencia de Obispos porque ellos no tienen un departamento que atienda a personas con discapacidad.
Yo revisé la versión en español de la guía, para asegurarnos que el lenguaje sea el correcto. Es una colaboración muy cercana la que tenemos con la Conferencia de Obispos y, sobre todo, trabajamos con iniciativas nacionales para asegurarnos que las personas con discapacidad, los jóvenes, estén participando activamente en la comunidad de la Iglesia. Tengo seis años trabajando con ellos y busco llegar a todas las comunidades para hermanarnos cada vez más.
– Cuéntanos del premio que recibiste, ¿por qué se te otorga?
Fue un premio, un reconocimiento por servicio destacado en el Ministerio Hispano y la catequesis. Yo nunca espero nada porque he servido en la Iglesia por 30 años.
Yo no esperaba un premio, porque lo que hacemos en la Iglesia, lo hacemos por vocación, por servicio, y nunca me hubiera esperado recibir algo. Los que trabajos en el Ministerio Hispano, siempre hacemos trabajo extra, pero yo lo hago con mucho amor. Mi familia siempre me acompaña.
Cuando nos casamos yo ya era catequista, así que mi esposo ya sabía lo que le esperaba. Es un trabajo en equipo. He sido muy bendecida, entonces, tengo el compromiso de dar más porque Dios me ha dado muchas cosas. Con el premio me sentí muy honrada, porque para mí es un honor ser catequista.
– ¿Quién te otorgó el premio?
Este premio lo otorga Sadlier a través de Consejo Nacional del Ministerio Hispano y me dio mucho gusto recibir las felicitaciones de varios obispos. Fue un premio que comparti con todos, incluso con aquellos que se han ido.
Este premio es en parte por mi hijo, porque trajo muchas bendiciones, me motivo a seguir adelante, a servir a una comunidad que está al margen. Yo tenía una carrera antes de mi hijo pero, cuando llegó mi hijo, me dio otra carrera.
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