Los dos jóvenes miembros de la realeza fueron foco de atención en el funeral de su bisabuela, la reina Isabel II. Muchos ojos se clavaron en ellos para juzgar cómo se comportaban
El día del funeral de la reina Isabel, de los miles de invitados hubo dos asistentes notables: el príncipe George, de 9 años, y la princesa Charlotte, de 7.
En lo que pareció una decisión de última hora, la noche anterior al funeral se informó al público que los dos hijos mayores del Príncipe y la Princesa de Gales irían a la Abadía de Westminster para despedirse de su bisabuela, o Gan-Gan”, como cariñosamente la llamaban.
Sus padres no habrían tomado la decisión a la ligera, especialmente después de la dolorosa experiencia del propio Príncipe William de seguir el ataúd de su madre, la princesa Diana de Gales, a la edad de 15 años.
Sin embargo, con los ojos del mundo puestos en estos dos pequeños miembros de la realeza, la pareja se presentó en la Abadía de Westminster y pareció sobrellevar el servicio admirablemente, así como en el Castillo de Windsor para la ceremonia de entierro de la Reina.
Hubo toques tranquilizadores en la rodilla, manos y otras técnicas para ofrecer el apoyo de sus padres y otros miembros de la realeza. Y a cambio, los dos se portaron impecablemente, y parecieron empaparse de la importancia de la ocasión.
¿Debieron asistir al funeral?
Su asistencia a un evento mundial de este tipo planteó la pregunta de ciertas personas sobre si los niños deberían asistir a los funerales en general. Pero, después de los eventos de hoy, podemos ver cuán importante es para los jóvenes, especialmente aquellos que pueden mantener la calma, despedirse de sus seres queridos.
Este día les brindará a George y Charlotte recuerdos de cuánto amaban y respetaban a su bisabuela. Verán cómo la familia debe unirse en el dolor, para ofrecerse mutuamente fuerza y amor. Y, lo más importante, si pueden seguir el servicio, tendrán la tranquilidad de saber que su vida eterna apenas comienza y que no se debe temer a la muerte.
Por supuesto, la ocasión fue, en última instancia, muy emotiva y debió haber sido agotadora para los jóvenes miembros de la realeza, pero, como cualquier niño que asiste a un funeral, si están bien preparados para lo que les espera, pueden honrar a su ser querido, dar gracias a Dios por ellos, y tener confianza en que algún día se reunirán.
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