(ZENIT – 23 febrero 2019).- “Los intentos de volver al yo más verdadero, y participar en el mundo “precedente”, como antes del abuso, son tan dolorosos como el abuso mismo. Se vive siempre en dos mundos al mismo tiempo”: duras palabras en primera persona que reflejan la realidad que vivió este chico chileno, hoy sobreviviente del abuso sexual en la Iglesia.
El joven, visiblemente emocionado, ha compartido en directo su testimonio esta tarde, sábado 23 de febrero de 2019, con el Papa Francisco y los obispos, sacerdotes y religiosos que han trabajado estos días en el Vaticano por mejorar la prevención de los abusos en la Iglesia, un total de 190 representantes de la Iglesia Católica de todos los continentes.
Esta tercera jornada del Encuentro sobre ‘La Protección de los Menores en la Iglesia’ ha culminado con la celebración de una liturgia penitencial, en la que el Papa Francisco y los representantes de las conferencias episcopales de todo el mundo, junto a los líderes de las Iglesias Católicas Orientales, los superiores y superioras y otros sacerdotes de la Curia Romana, han pedido perdón a las víctimas de estos abusos sexuales, de poder y de conciencia por parte de algunos miembros de la Iglesia.
El Pontífice se ha reunido con este chico –que actualmente vive en Alemania– en la Casa de Santa Marta, residencia habitual del Papa, donde han dialogado durante un momento, ha informado Alessandro Gisotti, director ad interim de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
“Yo puedo y debo estar aquí”
“Ahora puedo manejar mejor esta situación, aprendiendo a convivir con estas dos vidas. Trato de concentrarme sobre mi derecho divino de estar vivo. Yo puedo y debo estar aquí”, ha concluido el violinista, que ha interpretado varias piezas de Sebastian Bach durante la ceremonia.
“Cuanto más a menudo sucede, tanto menos regresas a ti mismo. Eres otra persona, y siempre seguirás siendo otra persona. Lo que llevas dentro es como un fantasma, que los demás no pueden ver. Nunca te verán ni te conocerán completamente”, ha explicado. “No hay sueño sin recuerdos de lo que ha sucedido, ningún día sin recuerdos (flashbacks)”.
Sigue el testimonio completo que ha expuesto el joven chileno, víctima de abuso en la Iglesia:
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Testimonio ofrecido en la liturgia penitencial
El abuso, de cualquier tipo, es la mayor humillación que un individuo puede sufrir. Uno debe enfrentarse al hecho de tener conciencia de no poder defenderse de la fuerza superior del agresor. No se puede escapar de lo que sucede, pero se debe soportar, no importa lo feo que sea.
Cuando se experimenta el abuso, se querría poner fin a todo. Pero no es posible. Se querría escapar, así sucede que uno deja de ser uno mismo. Se querría huir tratando de escapar de uno mismo. Así es que, con el tiempo, uno se queda completamente solo. Estás solo, porque te has retirado a otra parte y no puedes, o no quieres, volver a ti mismo.
Cuanto más a menudo sucede, tanto menos regresas a ti mismo. Eres otra persona, y siempre seguirás siendo otra persona. Lo que llevas dentro es como un fantasma, que los demás no pueden ver. Nunca te verán ni te conocerán completamente. Lo que más duele es la certeza de que nadie te comprenderá. Esa certeza permanece contigo por el resto de tu vida.
Los intentos de volver al yo más verdadero, y participar en el mundo “precedente”, como antes del abuso, son tan dolorosos como el abuso mismo. Se vive siempre en dos mundos al mismo tiempo. Desearía que los agresores pudieran entender que son capaces de crear esta división en las víctimas. Por el resto de nuestras vidas.
Cuanto mayor es tu deseo y tus intentos de reconciliar estos dos mundos, más dolorosa es la certeza de que no es posible. No hay sueño sin recuerdos de lo que ha sucedido, ningún día sin recuerdos (flashbacks).
Ahora puedo manejar mejor esta situación, aprendiendo a convivir con estas dos vidas. Trato de concentrarme sobre mi derecho divino de estar vivo. Yo puedo y debo estar aquí. Esto me da valor. Ahora se ha acabado. Puedo seguir adelante. Debo seguir adelante. Si me rindiera ahora o me detuviese, dejaría que esta injusticia interfiera en mi vida. Puedo impedir que esto suceda aprendiendo a controlarlo y aprendiendo a hablar de ello.
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