El faro de Prometeo

No sucede todos los días pero de vez en cuando veamos una película que nos trastorna. Puede dejarnos tocados por su mensaje, por sus imágenes o por su forma de hacernos llegar ambas cosas.

El faro, la última película de Robert Eggers (director de la muy cacareada La bruja) se mueve por estos lares.

El film, tan críptico como fascinante nos sitúa en un entorno casi fantasmal. Rodada en cuatro tercios (esto es, cuando vayan al cine a verla no verán un gran rectángulo sino un estrecho cuadrado) y a veces filmada casi, como si se tratara de cine mudo, El faro nos propone un descenso a la locura a partir de la soledad.

Les pongo en situación. Aunque El faro no tiene nada de real (está más cerca de una pesadilla que de una crónica), el punto de partida del film se parece mucho a un episodio que ocurrió realmente en las islas Flannan, un archipiélago situado al noroeste de Escocia compuesto por siete islas y numerosos islotes.

Allí, a 32 kilómetros de otra isla un poco más grande en pleno océano Atlántico hay situado un faro. Y en 1900, los tres hombres responsables de que aquel instrumento siguiera funcionando para que ningún barco que se acercara pudiera quedar encallado o lo que es peor, hundirse, desaparecieron misteriosamente sin dejar rastro.

De ahí nació la llamada leyenda de las Islas Flannan. De hecho, se hizo una película no hace mucho tiempo precisamente sobre este inquietante relato titulada, Keepers. El misterio del faro, con Gerard Butler. (No se crean, no está mal del todo la cinta).

Pues bien, El faro no tiene nada que ver con las Islas Flannan ni con aquella leyenda aunque sí comparte su premisa. En esta ocasión son dos los hombres que deben pasar tres meses solos para hacerse cargo del mantenimiento del faro.

Thomas Wake (Williem Dafoe) es un viejo lobo de mar que se conoce todos los rincones más oscuros y siniestros del faro tanto es así, que parece tener una conexión privilegiada con la luz que le da sentido a todo en su estancia allí. Por otro lado está Ephraim Winslow (atención con Robert Pattinson en esta película), un joven que anda probando suerte en un nuevo oficio del que no conoce demasiadas cosas.

Son dos personajes opuestos por edad y por comprensión de la vida. Uno sabe cómo funciona el mundo que los rodea el otro anda confuso buscando una explicación a cosas que no termina de entender.

El problema viene cuando uno de ellos, Winslow comienza a sentirse solo y ya se sabe, no es bueno que el hombre esté solo (Génesis 2:18). La locura comienza a emerger poco a poco, casi sin que nos demos cuenta. Primero es una sombra, después un tentáculo, luego una sirena y finalmente un dios mitológico hasta que al final todo adquiere sentido precisamente a través de la enseñanza de los clásicos.

El mito de Prometeo nos enseñó que hay cosas que el hombre no debería conocer sobre todo cuando pretende comportarse como un dios. Según el relato de la mitología griega este Titán es más conocido por ser el “amigo de los mortales” sobre todo porque entregó el fuego de los dioses, la luz de la sabiduría divina, a los hombres. Por esto fue castigado a ser encadenado y a que un águila devorara su hígado todos los días durante toda la eternidad.

Cuando uno ve el final de El faro no resulta muy complicado relacionar la película de Eggers con el mito de Prometeo. Sobre todo cuando hay una “luz” que sirve de base para toda la cinta. Todo gira en torno a esa luz de connotaciones desconocidas y al parecer prohibidas para el hombre o al menos, para algunos hombres.

El faro es una película muy interesante y que invita a hacerse un montón de preguntas sobre todo, a preguntarse si nos habremos perdido algo por el camino porque a veces su sentido puede quedar en entredicho. 

De hecho, no es una cinta para todos los públicos y yo ni si quiera la recomendaría a los fans del cine de terror más convencional porque aquí no hay asesinos ni monstruos, al menos como los solemos encontrar en el cine habitualmente.

Sin embargo es una cinta inquietante y muy estimulante. Hay que tener el estómago hecho y estar preparado para ver una película en la que se habla muy poco pero se dicen muchas cosas a través de sus imágenes y ya depende de nosotros que las vayamos hilvanando.

Para unos puede que signifique la presencia del maligno en tierras remotas donde no llega el raciocinio del hombre moderno. Para en mí en cambio es una historia de un hombre que se sintió solo y quiso saber demasiado: Como Prometeo.

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