El Suchiate: La nueva frontera entre el norte y el sur de América 

La línea divisoria entre México y Guatemala, donde estos días se han trenzado, en ruda batalla, hombre, mujeres, ancianos, niños de brazos que vienen de Honduras, El Salvador y Guatemala, con elementos de la Guardia Nacional de México.

El muro divisorio que hay del lado estadounidense se ha convertido en una valla humana de soldados que impiden el paso a la caravana migrante que salió la semana pasada de San Pedro Sula (Honduras) y se dirige, cómo no, a Estados Unidos.

La desesperación

En el transcurso de las últimas horas, cientos de personas desesperadas, han cruzado el Suchiate con la intención de forzar el muro humano de la Guardia Nacional, llegando a enfrentamientos, dispersión con gases lacrimógenos, piedras y empujones.

La entrada a México por Tapachula (Chiapas) continúa siendo la más usada por las caravanas, aunque ya se empiezan a diseminar por otras rutas de la frontera con Guatemala, como el Ceibo, Ciudad Hidalgo, Tenosique. El gobierno mexicano ha ofrecido 4.000 puestos de trabajo en el sureste del país, pero los migrantes quieren llegar a Estados Unidos.

Si no se acogen a este programa de empleo ofrecido por México, tienen dos alternativas. Ser llevados a albergues temporales como la Estación Migratoria Siglo XXI (en la propia Tapachula) y ser –casi
seguramente—deportados, o bien darse la media vuelta y retornar a sus países de origen por su propio pie.

Volver, ni de broma

Todos los entrevistados por los medios de comunicación de México han dicho que no, que no vuelven al país de donde salieron. Saben, perfectamente, el peligro que corren. Especialmente las mujeres (muchas de ellas, como muestran las imágenes, traen niños en brazos). Prefieren enfrentarlos.

La justificación es real, y es la misma de las anteriores caravanas: si volvemos nuestras vidas corren peligro; no hay oportunidades de trabajo; no hay qué comer; estamos a merced de las pandillas… La política migratoria mexicana ha optado por la lentitud burocrática para los que piden asilo. Y a la deportación encubierta bajo la frase “retorno asistido”.

El acuerdo sellado entre México y Estados Unidos, para que las caravanas no toquen la puerta del país del norte, ha rendido pingües resultados. Desde ahora la división de Norteamérica con el resto del continente se sitúa en el Suchiate.

La Iglesia católica los acoge

Ante la ambigüedad de la nueva política migratoria de México, la diócesis de Tapachula ha mostrado un decisivo apoyo a la acogida de los migrantes. El obispo de Tapachula, Jaime Calderón ha pedido que todos los fieles, “cada uno según sus posibilidades y responsabilidades”, procuren que a los migrantes “no les falte un pedazo de pan”.

También el obispo Calderón pidió que “no sean violentados ni asaltados en su paso por nuestra diócesis, no reciban muestras de rechazo ni desprecio y sientan, pese a las circunstancias tan adversas, que caminan entre hermanos y como hermanos, no como extraños, ni aventureros, ni delincuentes, ni exiliados, ni despreciados”.

El prelado insistió en que la postura del gobierno mexicano es “ambigua y titubeante” y ha pedido que todos en Tapachula “procuremos que, de paso o en una estancia temporal o definitiva en nuestro territorio diocesano, los hermanos migrantes no acumulen más sufrimientos que las inclemencias que de por sí trae consigo un camino largo, tortuoso, accidentado, inseguro y violento”.

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