¡Socorro, mi pareja trabaja demasiado!

En muchas parejas se escuchan amargos reproches como estos:

  • “Nunca estás por aquí”.
  • “Solo te importa tu trabajo, tus asuntos, tu negocio”.
  • “Dejas a la familia en último lugar”.

Y la respuesta no tarda en llegar:

“¿No crees que estás exagerando? ¿Por quién trabajo yo? De todos modos, en unos años todo irá mejor… Ahora tengo que estar más pendiente. Ten paciencia, por favor”.

En este caso, como en tantos otros, es importante que cada uno de los cónyuges haga un esfuerzo de empatía dictado por el amor al intentar comprender el funcionamiento del otro, sus sentimientos, su forma de concebir la vida en pareja.

El “nosotros dos” de la mujer

Hay que entender la inmensa expectativa que tiene una mujer del matrimonio. Para la mayoría de las mujeres, la felicidad debe comenzar ese día. Ella lo espera con impaciencia. Habla apasionadamente del “nosotros” a su otra mitad: “Nosotros dos hablaremos… Los dos haremos un cálido nido para nuestros pequeños… Los dos rezaremos juntos”.

“¡Los dos!”, una palabra mágica que conlleva una esperanza desmesurada. Tanto que a veces necesita la presencia constante del ser amado y cualquier separación es difícil de soportar.

Incluso cuando también ella trabaja fuera de casa, no corta el hilo que la conecta con su marido, sus hijos, su casa, y el hecho de pensar en sus seres queridos no la abandona nunca por completo.

Si hay un momento en el que exige mucho es el fin de semana. Cuando era joven, disfrutaba de esos domingos en los que se encontraba con su futuro marido, y cuando él la dejaba el domingo por la noche, pensaba que una vez casada, él sería todo suyo.

Ahora, precisamente este famoso domingo se ha convertido en un día en el que su marido decide hacer bricolaje o prefiere acabar su trabajo. ¿Acaso no podría sentirse como si la hubieran engañado?

El “modo operativo” del marido

En general, un hombre siente menos necesidad que su esposa en cuanto a la presencia permanente de su ser querido. Una presencia cíclica puede satisfacerlo.

El varón está menos unificado interiormente (incluso a nivel cerebral) que la esposa, compartimenta más su vida, dejándose absorber totalmente por la ocupación del momento.

Si está en la oficina, el está a lo suyo… y una llamada de la esposa no necesariamente le produce un gran placer. Cuando está con sus amigos, disfruta de la buena compañía, sin pensar en la que le espera en casa.

Por supuesto, la esposa es consciente de que (como ella en muchos casos) su marido tiene obligaciones profesionales imperativas y que el fin de semana tiene una gran necesidad de relajarse (como ella también puede tenerla). Pero lo que le irrita es que a veces tiene la impresión de que “a él le conviene” (más que a ella) trabajar más horas o relajars. Piensa que no sufre por su ausencia, que no la echa de menos.

Cuando por diversas circunstancias es a la inversa, cuando es el hombre quien está en casa y la mujer la que trabaja más horas, también puede suponer una dura prueba para la armonía de la pareja.

Lo bueno es que, en cuanto cada uno hace el esfuerzo de entender al otro, se pueden encontrar fácilmente soluciones.

¿Y si todos hicieran un pequeño esfuerzo?

  • La pareja podría dedicarse un tiempo exclusivo para los dos. Conviene acordarlo y fijarlo en  la agenda.
  • Expresar (o sea, verbalizar) que preferiría estar en casa en vez de estar en la oficina también ayuda a empatizar, y en definitiva, amar más al otro.
  • Cuando sea posible, es bueno intentar llegar antes de lo habitual y sorprenderle.
  • Y, por qué no, ofrecerle un fin de semana romántico en un lugar encantador compensando sus ausencias con momentos de total disponibilidad y atención.
  • Por su parte, quien está más tiempo en casa podría tratar de no cuestionar el amor de su pareja por el hecho de que trabaja demasiado. Su trabajo no es un rival contra el que luchar por no sentirse amado.

El amor se vive y se siente cuando una/uno está en los brazos del otro, porque en ese momento él/ella es todo suyo/a. Y sería un error rechazarlo o castigarlo por sus ausencias, o enfurruñarse cuando te comenta sus preocupaciones profesionales.

Tampoco hay que olvidar que lo que los cónyuges hacen por separado, deben hacerlo “en nombre” del “nosotros” conyugal. San Juan Crisóstomo explicó que cuando los cónyuges cristianos se separan para avanzar, cada uno a su manera, en su propia tarea, son como la Trinidad que nunca se une menos profundamente en el trabajo de cada uno.

Denis Sonet

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