Pero el sábado y domingo llega la cruda realidad: encefalograma plano en el horizonte. Hay cansancio y no hay motivación alguna. No hay amigos a la vista, no hay familia.
El fin de semana se convierte entonces en el infierno que describía Dante en “La Divina Comedia”: es extremadamente frío. No hay calidez y nos encontramos con un desierto para el corazón.
El fin de semana se hace largo, tedioso y el resultado suele ser el siguiente: matar las horas ante el ordenador y la televisión, y tratar de huir de la losa de nuestra propia persona.
Tal vez es que no nos guste estar con nosotros mismos y nos dé miedo dedicar un tiempo a ver nuestra propia vida por dentro.
Este tipo de situaciones ocurren no a personajes “raros” sino a jóvenes profesionales y profesionales maduros, que habitualmente tienen una buena posición (más o menos asentada) y que en el trabajo han volcado toda su energía.
¿Qué falta entonces en su vida?
- El conocimiento y la aceptación de uno mismo.
- La oportunidad de darse a los demás.
Comencemos por la segunda: darse a los demás.
Crear lazos para relacionarse
El fin no ha de ser seguir agitándonos. No es salir a hacer un deporte de riesgo y soltar adrenalina. O apuntarse a una maratón para consumir horas del sábado o del domingo sin pensar más que en el reto.
Sacudir la pereza
El fin ha de ser cultivar la amistad y el amor. ¿Cuántos amigos de verdad tienes? Sacude la pereza de llamarlos, de hablar con ellos (aunque solo pueda ser por teléfono), de saber cómo andan y compartir alegrías y penas. Toma el móvil y adelante.
Verás el fin de semana con otros ojos
La amistad implica hacer un esfuerzo y salir de nuestra zona de confort. Pero compensa porque la relación que estableces con otras personas siempre enriquece y te dará motivos para ver la vida (y el fin de semana) con otros ojos.
¿Has pensado por qué se te hace amargo el fin de semana?
Buscar motivaciones
Piensa qué motivación tienes para hacer algo el sábado o el domingo.
Ideas que pueden motivarte:
Cambia tu mirada
Durante la semana, mira a las personas que conoces y con quien trabajas como algo más que clientes o colegas. Míralas como amigos.
En vez de pensar que los tenemos enfrente, vamos a pensar que queremos caminar la vida con ellos.
Interésate por sus cosas, háblales de las tuyas y crea momentos de conversación para daros a conocer más allá de la relación laboral.
Haz fructificar tus dones
Activa tu generosidad. Piensa en todos los dones que has recibido en la vida. ¿No podrías hacer algo por las personas que carecen de ellos?
Puedes emplear tiempo del sábado o del domingo para ayudar en una oenegé, en tu parroquia, en Cáritas, en una actividad solidaria. No tendrás tiempo para aburrirte y no hay nada mejor que compartir una motivación trascendente con otras personas para tener un buen motivo por el que levantarse de la cama o del sofá.
Tiempo de parar y reflexionar
Y ahora hablemos de la primera cosa que quizás le falta a tu vida: el conocimiento y la aceptación de uno mismo.
Si estás huyendo de algo (o de ti mismo), es mejor que pares. Sé valiente y pon remedio.
Haz un poco de examen para saber por qué te ocurre esas soledad del fin de semana. Ojo, colocarse ante el espejo no es tarea sencilla. Uno tiene que estar dispuesto a ver la realidad, con sus arrugas y sus ojeras.
¿Estás solo porque solo concentras tu esfuerzo vital en el trabajo? ¿Porque no te has preocupado suficientemente de tu familia y de cultivar las amistades? Nunca es tarde para cambiar de ruta. Propónte una acción para romper esa tendencia: una llamada, una cita.
Así te reencontrarás con amigos de la infancia, con familiares que estabas desatendiendo…
Más allá de eso, si haces un poco de introspección, verás qué sentido estás dando a tu vida y cuál debería ser el sentido auténtico. Ahí tal vez Dios tenga algo que contarte, pero para eso necesita que le dejemos hablar. El silencio y la voluntad de ser auténticos es primordial. Hay que querer ser sincero con uno mismo.
Vivir para el trabajo y para uno mismo no conduce a la felicidad. El trabajo es solo un medio. ¿En qué me equivoco? ¿Qué inercia debo cortar y cómo? Ponle patas a esa pregunta.
Un cambio radical
Si orientas bien tu vida, los sábados y domingos serán tiempo de descanso (que todos necesitamos) pero no te agobiarán. Te proporcionarán tiempo para mirar para adentro, hacer examen, valorar tu vida, recomponer, hacer oración… ir colocando cada pieza de tu persona en la posición adecuada.
Así, podrás decir “bendito lunes” como también “bendito fin de semana”.
Recuerda estos consejos con la galería fotográfica:
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