El testimonio de sor Margherita Marin, asistente en el piso papal durante el mes de pontificado de Juan Pablo I
«Hasta mañana, hermanas, si el Señor quiere, celebraremos juntos la misa». Así se despidió Juan Pablo I de las religiosas que le asistían, la noche anterior a que fuera encontrado sin vida en la habitación del apartamento del Palacio Apostólico por la hermana Vincenza.
«Durante ese mes le vi siempre tranquilo, sereno, seguro. Parecía como si siempre había sido un papa». Este es el testimonio, 44 años después de la muerte del hoy beato, en la voz de la hermana Margherita Marin, asistente en el piso papal durante los 34 días de pontificado de Albino Luciani (1912-1978).
Sor Marin, Religiosa de la Congregación de las Hermanas del Niño María, participó este sábado en la noche, 3 de septiembre de 2022, en una vigilia de oración en preparación de la beatificación de Juan Pablo I, en la Basílica de San Juan de Letrán.
«Vi a Juan Pablo I por primera vez dos días después de su elección, junto con las demás hermanas de nuestra comunidad llamadas a asistir al piso papal. Nos recibió con sencillez, sin intimidarnos«, contó Sor Marin.
«Nos dijo que rezáramos, que el Señor le había dado una carga, pero que con su ayuda y nuestras oraciones la sacaría adelante. Sabiendo que yo era la más joven de las hermanas, tenía 37 años, me dijo:
‘Siento haberme llevado algunas monjas jóvenes’. Enseguida nos trató con familiaridad. […] Durante ese mes le vi siempre tranquilo, sereno, seguro. Parecía como si siempre había sido un papa.
Incluso en la oración se podía ver que estaba unido al Señor. Supo tratar a sus colaboradores con gran respeto, disculpándose por molestarlos.
Nunca le vi tener gestos de impaciencia con nadie, nunca. Él inculcó el coraje. Era afable con todo el mundo», narró la religiosa a los fieles congregados en la Basílica romana.
El último día del futuro beato…
Las religiosas al servicio del Papa, contaron en la documentación de su causa que el papa Luciani no había vivido con angustia – contrario a lo que se escribía – su elección al solio de Pedro. Él rezaba, trabajaba, sonreía y no seguía dietas o cuidados especiales por motivos de salud.
Muchas «leyendas negras», se han difundido alrededor del fallecimiento del Papa a los 66 años de edad tras pocos días de ser elegido 263º Sucesor de Pedro’.
Sor Marin describe de esta manera el último día de Juan Pablo I:
«Fue como los demás. Por la mañana entró en la capilla para rezar a la hora habitual y celebró la santa misa con nosotros a las siete. Normalmente desayunaba, se detenía un rato a leer los periódicos y luego bajaba a las audiencias de la mañana.
Hacia las 11.30 volvió a subir al piso y recuerdo que entró en la cocina, como hacía a menudo, pidiéndonos café:
«Hermanas, ¿tenéis café? ¿Podrías prepararme un café?» Se sentó, tomó su café y se dirigió a su estudio. Almorzó con los secretarios y luego se retiró para su habitual descanso vespertino.
Esa tarde se quedó en casa, no se movió del piso y no recibió a nadie porque nos dijo que estaba preparando un documento para los obispos.
No sé a qué obispos iba dirigido. Me acuerdo bien de él porque esa tarde estaba planchando en el guardarropa con la puerta abierta y le veía caminar de un lado a otro.
Iba caminando por el piso con papeles en la mano que iba leyendo, de vez en cuando se paraba para tomar unas notas y volvía a empezar a caminar, leyendo, y mientras caminaba, pasaba por donde yo estaba».
Un hombre amable con su colaboradores
Albino Luciani es descrito por sus colaboradores esos días como sereno, alegre y amable. No como algunas crónicas negras lo describen ansioso, preocupado y desolado hasta llegar al infarto o aún más víctima de un asesinato. Algo desmentido varias veces por la Santa Sede, según fuentes históricas-criticas.
Sor Margherita Marin lo recuerda además de buen ánimo y hasta capaz de preocuparse por las personas que le servían:
«Recuerdo que, al verme planchar, también me dijo: ‘Hermana, te haré trabajar mucho… pero no planches tan bien la camisa porque hace calor, sudo y necesito cambiarla a menudo… plancha sólo el cuello y los puños, el resto no se ve, ya sabes…‘. Me lo dijo en dialecto véneto, como hacía a menudo con nosotros».
El Papa – dice la religiosa – después de la cena, recibió una llamada del cardenal de Milán, Giovanni Colombo. «Ya por la mañana había escuchado al Santo Padre hablar con el Padre Magee sobre esta llamada. Y después de la cena, el Santo Padre fue a contestar el teléfono y habló con el Cardenal.
No recuerdo exactamente cuánto tiempo permaneció en esa conversación, quizá media hora. Después se acercó, como siempre hacía, a despedirse de nosotros antes de retirarse a su estudio».
Celebraremos juntos la misa
Y finalmente, su último recuerdo del Papa de la sonrisa de esa noche del 27 de septiembre de 1978: «Recuerdo que me preguntó qué misa le había preparado para el día siguiente y le contesté:
«La de los Ángeles». Nos deseó buenas noches con las palabras que nos repetía cada noche: «Hasta mañana, hermanas, si el Señor quiere, celebraremos juntos la misa».
Todavía tengo en la memoria un detalle de ese momento allí: estábamos todos juntos en la pequeña sala de estar con la puerta abierta, la puerta estaba justo delante de la puerta del estudio privado, y cuando, después de habernos saludado, el Santo Padre estaba en la puerta del estudio, se volvió de nuevo y nos saludó de nuevo, con un gesto de la mano, sonriendo…
Me parece verle todavía allí en la puerta. Sereno como siempre. Esa es la última imagen que llevo de él», concluyó.
Muerte de Juan Pablo I
Juan Pablo I murió repentinamente el 28 de septiembre de 1978, después de apenas 34 días de pontificado. La segunda postuladora, Stefania Falasca, afirmó, días antes de la misa, que papa Luciani había muerto por causas naturales, ”un infarto”, y rechazó las falsas noticias que sostienen la tesis de un asesinato.
La visión del cadáver, la descripción de las manchas que permitieron restablecer el momento de la muerte, llevaron a los dos médicos a decretar la de Luciani como «muerte súbita”.
Publicar un comentario