El Papa: Seremos juzgados por cómo tratamos a los pobres, y no es ser comunista 

Durante la misa en Casa Santa Marta, vía streaming live, desde el Vaticano, el papa Francisco vuelve a dirigir sus pensamientos a los pobres que “encontraremos en el juicio final”: Jesús se identifica en ellos. Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres, afirmó.

Pero si yo, hoy, ignoro a los pobres…, el Señor me ignorará el Día del Juicio. Cuando Jesús dice: ‘A los pobres los tienen siempre con ustedes’, quiere decir: “Siempre estaré contigo en los pobres”… Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto”.

Asimismo, rezó por los presos y denunció el grave problema de la superpoblación de las cárceles, rezando para que los responsables encuentren soluciones.

Pienso en un grave problema que existe en muchas partes del mundo. Me gustaría que rezáramos hoy por el problema de la superpoblación en las prisiones. Donde hay hacinamiento – tanta gente allí – existe el peligro, en esta pandemia, de que termine en una grave calamidad. Recemos por los responsables, por los que tienen que tomar las decisiones en esto, para que encuentren una manera correcta y creativa de resolver el problema”.

En efecto, la crisis carcelaria es un problema que se extiende por toda América Latina. Un bomba que está por explotar en medio de la pandemia debido al alto riesgo de contagios a raíz de las malas condiciones en las que viven los reclusos y carceleros. Debido a la emergencia del Covid-19, algunos países preparan la excarcelación masiva de presos. 

En su homilía, de este lunes de Semana Santa, 6 de abril de 2020, el Papa habló de los pobres: son muchos, en su mayoría están escondidos y no los vemos porque somos indiferentes. Muchos pobres son víctimas de las políticas económicas y de la injusticia estructural de la economía mundial. Muchos pobres se avergüenzan de no tener medios y acuden a Cáritas en secreto, denunció.

A los pobres los tienen siempre con ustedes

Francisco reflexionó sobre el pasaje del Evangelio de Juan (Jn 12, 1-11) en el que María, la hermana de Lázaro, roció los pies de Jesús con un precioso perfume, provocando la crítica de Judas: “¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. 

El evangelista señala que dijo esto no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.

“Este pasaje termina con una observación: “Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él”.

“El otro día vimos los pasos de la tentación: la seducción inicial, la ilusión, luego crece – paso dos – y paso tres, crece y se infecta y se justifica. Pero hay otro paso: sigue adelante, no se detiene. Para éstos no fue suficiente con matar a Jesús, sino también a Lázaro, porque era un testigo de la vida.

La historia del administrador infiel es siempre actual

Pero hoy me gustaría detenerme en una palabra de Jesús. Seis días antes de Pascua – estamos justo en la puerta de la Pasión – María hace este gesto de contemplación: Marta sirvió – como el otro paso – y María abre la puerta a la contemplación. Y Judas piensa en el dinero y piensa en los pobres, pero no porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón y, como guardaba la caja de dinero, cogía lo que ponían en ella”. 

Esta historia del administrador infiel es siempre actual, siempre la hay, incluso a un alto nivel: pensemos en algunas organizaciones caritativas o humanitarias que tienen tantos empleados, tantos, que tienen una estructura muy rica en personas y al final el cuarenta por ciento llega a los pobres, porque el sesenta es para pagar el sueldo a tanta gente. Es una forma de quitarle el dinero a los pobres. 

Pero la respuesta es Jesús…Y aquí quiero parar: “A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre” Los pobres están ahí. Son muchos: están los pobres que vemos, pero ésta es la parte más pequeña; la gran cantidad de pobres son los que no vemos: los pobres ocultos. 

Y no los vemos porque entramos en esta cultura de la indiferencia que es negacionista y negamos: “No, no, no son muchos, no se ven; sí, es así…”, siempre disminuyendo la realidad de los pobres. Pero hay muchos, muchos.

O incluso, si no entramos en esta cultura de la indiferencia, existe la costumbre de ver a los pobres como adornos de una ciudad: sí, los hay, como estatuas; sí, los hay, se pueden ver; sí, esa anciana pidiendo limosna, esa otra… Pero como si fuera algo normal. 

Es parte de la ornamentación de la ciudad tener gente pobre. Pero la gran mayoría son las víctimas pobres de las políticas económicas, de las políticas financieras.

Algunas estadísticas recientes lo resumen así: hay tanto dinero en manos de unos pocos y tanta pobreza en muchos, en muchos. Y esta es la pobreza de tantas personas que son víctimas de la injusticia estructural de la economía mundial. 

Y hay tantos pobres que se avergüenzan de mostrar que no llegan a fin de mes; tantos pobres de la clase media, que van en secreto a Cáritas y preguntan en secreto y sienten vergüenza. 

No seremos juzgados por el lujo o los viajes

Los pobres son muchos más que los ricos; muchos, muchos… Y lo que dice Jesús es cierto: “Porque los pobres están siempre con vosotros”. ¿Pero yo los veo? ¿Soy consciente de esta realidad? Especialmente la realidad oculta, los que se avergüenzan de decir que no llegan a fin de mes.

Recuerdo que en Buenos Aires me dijeron que el edificio de una fábrica abandonada, vacía durante años, estaba habitado por unas quince familias que habían llegado en esos últimos meses. Fui allí. Eran familias con niños y cada uno había tomado una parte de la fábrica abandonada para vivir. 

Y, mirándolos, vi que cada familia tenía buenos muebles, muebles de clase media, tenían televisión, pero iban allí porque no podían pagar el alquiler. 

Los nuevos pobres… que tienen que dejar la casa porque no pueden pagarla, van allí. Es esa injusticia de la organización económica o financiera la que los lleva allí.  Y hay tantos, tantos, que nos encontraremos con ellos en el juicio. 

La primera pregunta que nos hará Jesús es: “¿Cómo te va con los pobres? ¿Los has alimentado? Cuando estaba en prisión, ¿lo visitaste? En el hospital, ¿lo visitaste? ¿Ayudaste a la viuda, al huérfano? Porque yo estaba allí”. Y por eso seremos juzgados. No seremos juzgados por el lujo o los viajes que hagamos o la importancia social que tengamos. Seremos juzgados por nuestra relación con los pobres. 

Pero si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no están ahí, el Señor me ignorará el Día del Juicio. Cuando Jesús dice: ‘A los pobres los tienen siempre con ustedes’, quiere decir: “Siempre estaré contigo en los pobres”. Estaré presente allí”. Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto”, concluyó su homilía.

Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum (“Ave Reina del Cielo”): 

“Salve, Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.

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