Así lo dijo el Santo Padre al finalizar la Audiencia General de este miércoles en la que destacó que la alegría es “don del Señor” por lo que rezó para que la alegría “acompañe y enriquezca el camino de cada uno”.
“Hoy celebramos la memoria litúrgica de San Felipe Neri, comúnmente llamado el ‘santo de la alegría’. Que la alegría reconfortante, el don del Señor, acompañe y enriquezca el camino de cada uno de ustedes”, dijo el Papa al saludar a los fieles de lengua italiana reunidos en el patio de San Dámaso del Vaticano.
Además, el Santo Padre invitó a “dejarse guiar por el Espíritu que clama en nuestro interior Abba, Padre” y aconsejó pedir al Señor “crecer en la fe, la esperanza y la caridad, para que en todo y por todo buscar la gloria de Dios y la salvación de los hombres”.
Breves datos biográficosSan Felipe Neri fue el fundador del Oratorio en Roma y de la Congregación del Oratorio, integrada por sacerdotes seculares y seglares; y es reconocido como el patrono de educadores y humoristas.
Felipe Neri nació en Florencia (Italia) en 1515. Muy pronto quedó huérfano de madre, pero la segunda esposa de su padre fue para él y sus hermanos una verdadera mamá.
A los 17 años fue enviado a la población de San Germano para que aprendiera de negocios. En ese lugar, tuvo una experiencia profunda de encuentro con Dios, a la que él se refería como su “conversión”. Así, el joven florentino dejó San Germano y se fue a Roma, sin dinero y sin un proyecto claro, solo confiando en la Divina Providencia.
Consiguió un trabajo educando a los hijos de un aduanero natural de Florencia, como él. Los chicos se sentían muy a gusto bajo la dirección de Felipe y con el dinero que ganó pudo, más adelante, iniciar sus estudios de filosofía y teología pero, cuando parecía que se le abría una brillante carrera, abandonó las aulas para entregarse de lleno al apostolado.
En la Víspera de Pentecostés de 1544, mientras estaba en oración y pedía que el Espíritu Santo le conceda sus dones, tuvo una experiencia extraordinaria que dejó como marca un bulto en el pecho del tamaño de un puño, el que permaneció allí sin causarle jamás dolor alguno, como un signo de que el Espíritu de Dios permanecería siempre con él.
Con frecuencia caía en éxtasis mientras celebraba Misa y no son pocos los testimonios de quienes lo vieron levitar mientras sostenía a Cristo Eucaristía en las manos.
El P. Felipe solía organizar conversaciones espirituales con jóvenes y niños, que terminaban con la visita y la Adoración al Santísimo. Tenía un carisma especial con los más pequeños, a quienes congregaba y protegía del abandono y los males propios de las ciudades. Aquellas reuniones comenzaron a hacerse conocidas entre la gente, que empezó a llamar a los concurrentes “oratorianos”, ya que San Felipe las convocaba tocando la campana para rezar en su oratorio. De allí, posteriormente, nacería la Congregación del Oratorio.
San Felipe tuvo siempre el don de la alegría. Donde quiera que él llegaba se formaba un ambiente de fiesta y buen humor.
Los últimos años los dedicó a dar dirección espiritual. El Espíritu Santo le concedió el don de saber aconsejar muy bien, y aunque estaba muy débil de salud y no podía salir de su cuarto, por allí pasaban todos los días numerosas personas.
El 25 de mayo de 1595, día del Corpus Christi, a San Felipe Neri se le vió especialmente alegre. Se sentó en el confesionario, administró el sacramento de la reconciliación durante todo el día y recibió a varios visitantes. Ese fue el día de su muerte. Hacia la medianoche, ya más reposado, sufrió un ataque al corazón y partió a la Casa del Padre.
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