Comparte, da limosna, hazlo ahora que tienes vida, no sea que el día del juicio te encuentres con una sorpresa desagradable
Reflexiono mucho sobre esto, al ver tantas muertes. Piénsalo, con esta dolorosa pandemia han muerto cinco millones y medio de personas. Es como si hubiese desaparecido un país completo. Cuántos en soledad, sin un sacerdote disponible para confesarse…
Y tienes la oportunidad, ahora, de evitar la soledad eterna, es decir, el infierno. Sencillamente comparte: da y recibe.
Es importante saber cómo puedes salvarte en el último instante de tu vida. Puedes leerlo en el siguiente enlace. Comparte con cuantos puedas.
¡Me parece un mensaje URGENTE!
La limosna
Discha-AS | Shutterstock
Mientras tengas vida, haz obras de caridad… pueden salvarte.
Sé misericordioso y justo con el prójimo, es tu hermano. Da limosna y nunca niegues a un pobre un pedazo de pan. Bien dice la Biblia en Tobías 12:
La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado
El santo Cura de Ars Juan Vianney decía de la limosna, admirado:
“Por la limosna podemos fácilmente rescatarnos de la esclavitud de los pecados y atraer sobre nosotros y sobre todas nuestras cosas las más abundantes bendiciones del cielo, mejor dicho, por la limosna podemos librarnos de caer en las penas eternas. ¡Cuán bueno es un Dios que con tan poca cosa se contenta!”.
Recuerdo a mi papá enfermo de un cáncer terminal. Una tarde a la salida de misa se le acerca un hombre muy pobre a pedirle algo de comer.
Mi papá le da lo que tiene. El hombre acongojado agradece y le responde: “Tengo SIDA, hace mucho no conozco un abrazo, todos me huyen”.
Me cuentan, los que lo vieron que mi papa abrió sus brazo con amor profundo y lo atrajo para darle un abrazo fraternal, de hermano. El pobre se conmovió y le agradeció este gesto con lágrimas en los ojos.
¿Qué puedo dar?
No todo se trata de dinero o comida, hay palabras de aliento que podemos dar, ayudar con lo que tenemos. Compartir con nuestros hermanos.
Hazlo ahora que tienes vida, no sea que el día del juicio te encuentres con una sorpresa desagradable y a Jesús diciéndote:
«Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis».
Mateo 25
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