Cada 27 de enero se celebra el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto
Pasan los años y no dejan de estremecer las atrocidades que cometieron los nazis durante la II Guerra Mundial. Por eso, no debemos permitirnos el lujo de olvidar aquello que sucedió en el corazón de Europa de 1939 a 1945.
Una jornada especial para recordarlo es el 27 de enero, el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, en recuerdo de aquel 27 de enero de 1945 cuando las tropas soviéticas liberaron el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, el complejo de muerte en el que los nazis asesinaron a más de un millón cien mil personas de las que más del 90 por ciento eran judías.
Hasta tal punto llegó el desprecio por el ser humano que uno de los ideólogos del exterminio, Adolf Heichmann, ni siquiera consideraba a los prisioneros como personas, los definía como “material humano”.
La crueldad alcanzó unos límites quizá nunca vistos en el género humano. Y lo sabemos porque los nazis documentaron todo con registros, listas y fotografías que reflejaban con todo lujo de detalle cómo habían diseñado su plan de muerte y cómo lo estaban llevando a cabo. En su perversa visión de los acontecimientos, consideraban que era necesario documentarlo todo porque el mundo del futuro les agradecería haber exterminado a los judíos.
Por ello, conocemos detalles tremendos, escabrosos e inhumanos de las prácticas nazis. Un sadismo llevado hasta el extremo que, lo primero que pretendía, era quebrar el espíritu antes de quebrar el cuerpo de cada prisionero.
Cuando llegaban a los campos de concentración, los nazis hacían creer a quienes llegaban que en ese lugar serían bien tratados.
Por eso, en muchas ocasiones, los trenes de prisioneros que llegaban a campos como Auschwitz eran recibidos por una orquesta formada por internos de los campos. En otros campos, los nazis hacían tocar a la orquesta cada vez que ejecutaban a prisioneros o bien cuando los prisioneros iban o venían de los trabajos forzados.
Dentro de toda esta ignominia, estos músicos llegaban a considerarse “afortunados” porque al menos llevaban una existencia algo mejor. Para muchos, tocar el instrumento al que habían dedicado su vida, aunque fuera en semejante contexto, les trasportaba durante unos minutos fuera del infierno del campo.
El 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas llegaron hasta la localidad polaca de Auschwitz y encontraron el campo de exterminio formado por más de 40 subcampos. Los soldados no podían creer lo que estaban viendo. Los supervivientes no entendían si esos soldados habían llegado para rematarlos o liberarlos.
Los prisioneros se marcharon y muchos de esos lugares, pese a que los nazis intentaron destruirlos para eliminar pruebas, quedaron intactos. Allí quedaron esos instrumentos musicales. Algunos de los supervivientes o familiares de las víctimas pudieron recuperarlos.
Desde los años 90, el proyecto “Violins of Hope” se dedica a recopilar especialmente los violines, celos y violoncelos de los prisioneros de los campos.
Violins of Hope
También los instrumentos confiscados durante la guerra a los músicos judíos antes de enviarlos a los campos. Es una iniciativa de dos judíos, padre e hijo, Amnon y Avshalom Weinstein, que se dedican a fabricar violines.
En los años 80 Amnon recibió en su taller a un joven que portaba un violín que quería restaurar. Pertenecía a su abuelo que pereció en Auschwitz.
Cuando Amnon abrió el violín para repararlo se dio cuenta de que tenía dentro una capa de ceniza. Provenía de los hornos crematorios del campo de concentración donde el abuelo del joven había sido obligado a tocar mientras se incineraban los cuerpos de otros prisioneros. A partir de ahí padre e hijo comenzaron a buscar estos instrumentos relacionados con el Holocausto y la II Guerra Mundial.
Su colección tiene más de 60 piezas, muchas marcadas con la estrella de David, que han restaurado con esmero. No todos estos violines son valiosos desde el punto de vista material, pero todos ellos son testigo de la historia de sus dueños y, por ello, su valor inmaterial es incalculable.
Con esos violines se han organizado y organizan conciertos, conferencias y exposiciones para concienciar y para que nunca se olvide. En esos eventos se cuenta la historia de los instrumentos, como la del violín que fue lanzado desde un tren antes de llegar a Auschwitz; la del violín que salvaron enterrándolo bajo la nieve en Holanda; o la de aquellos violines que salvaron la vida a quienes los tocaban en los campos de concentración.
Aunque los nazis retorcieron el valor de la música al asociarla con la muerte y la tortura, “Violins of Hope” ha devuelto a estos instrumentos rescatados su misión original, porque allí donde hay música hay esperanza.
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