El crucifijo ante el que rezan los cristianos desplazados por la violencia
Es difícil olvidar el ataque a la misión católica de Nangololo, en el distrito de Muidumbe. Seguramente, es uno de los atentados más violento de los que se han producido en la diócesis de Pemba, en Cabo Delgado, desde que los yihadistas iniciaron su reinado del terror, en octubre de 2017, en la región norte de Mozambique.
La misión fue destruida, prácticamente no se salvó nada. Se quemaron muchas casas de cristianos, la iglesia, la residencia de los sacerdotes y la de las hermanas y los locales de la radio comunitaria de Nangololo, la segunda misión católica más antigua de la diócesis de Pemba. Durante los ataques, también se produjo una auténtica masacre de cincuenta jóvenes en un campo de fútbol de Muatide.
Las ejecuciones, por parte de los terroristas, habrían tenido lugar entre el 6 y el 8 de noviembre 2020. Los relatos de los sobrevivientes hablan de la «agonía» de más de 50 personas decapitadas. Según fuentes de Aid to the Church in Need (ACN), prácticamente todos los que vivían en la región de Muidumbe han tenido que rehacer su vida en otros lugares, ya sea en campos de reasentamiento o en pueblos acogidos por parientes y amigos.
Aid to the Church in Need
Espacio de oración
El padre Edegard Silva, misionero saletino brasileño, también tuvo que salir de Muidumbe. Su memoria difícilmente olvidará la tragedia que se produjo en aquellos días de noviembre. El sacerdote está ahora en Mieze, en el oeste de la diócesis de Pemba, en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, donde ha creado lugares muy especiales para la oración: uno para rezar el viacrucis y otro para el rosario misionero.
Son dos espacios abiertos, sin puertas, donde todos están invitados a unir su voz a la de los cristianos de todo el mundo. Cada vez que rezan el viacrucis, los cristianos de Mieze recuerdan el horror de la guerra, la violencia y la muerte en Cabo Delgado.
Recordando la violencia extrema
De una de las casas quemadas, en el ataque en el distrito de Muidumbe, los cristianos han hecho una cruz que representa el sufrimiento de esa comunidad: «La cruz se hizo con la madera quemada de la casa de un cristiano y el Cristo está roto en pedazos porque queremos recordar la situación de tantas personas, tantos hombres, mujeres y niños que han sido descuartizados», explica el padre Edegard Silva a ACN.
«Por eso -añade el misionero brasileño- el cuerpo, las piernas, los brazos y la cabeza de Cristo están separados, porque expresan la realidad de tanta gente aquí en esta guerra de Cabo Delgado.»
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Sufrimiento del Pueblo
La cruz, de madera quemada con el Cristo en pedazos, es el elemento central del rezo del viacrucis, que se realiza en un pequeño espacio construido con estacas de madera trenzada y cubierto de paja, como todas las casas de los pueblos de esta región. En la entrada, en un pequeño cartel se puede leer que este es «el rostro de Jesús en Cabo Delgado».
Justo al lado, un terreno abierto con un rosario gigante dibujado en el suelo arenoso, el objetivo es recordar «la dimensión mariana de la Iglesia y la solidaridad en tantas partes del mundo», afirma el padre Edegard. Se reza mucho en Cabo Delgado.
La oración de un pueblo oprimido por la violencia expresa también la vitalidad de una Iglesia que, aunque materialmente pobre, es muy rica en vocaciones, en fraternidad, por todo ello es un ejemplo para el mundo.
El poder de la oración
«Es una hermosa realidad -explica el misionero saletino- que en todas las misas haya siempre una oración por la paz en Mozambique y en el mundo. No pedimos la paz sólo para Cabo Delgado, porque esta realidad de la guerra no existe sólo aquí. El rosario se abre al mundo, este es el rosario misionero.
Cuando lo rezamos, pedimos por la paz en todos los continentes, por la solidaridad y también por nosotros mismos. Cuando llevamos a la oración nuestros dolores, no sólo queremos rezar por el dolor en Cabo Delgado, sino también por las penas del mundo, las cruces del mundo.»
En Cabo Delgado, hay un número muy alto de víctimas de la violencia, del terrorismo, de la intolerancia religiosa. Desde el comienzo del conflicto ha habido más de tres mil muertos y más de 850.000 desplazados.
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