3 claves para entender qué es la conversión

Mucho más que ir contra tus tendencias negativas o arrepentirte de tus caídas...

Muchas veces creemos que la conversión implica trabajar contra nuestras tendencias, ir contra corriente de lo que somos, cambiar -como un guante al que se da la vuelta-.

Así, si eres orgulloso e impetuoso, tienes que volverte humilde; si eres tímido, tienes que convertirte en atrevido; si eres lento, en rápido; si eres nervioso, debes empezar a ser tranquilo; si eres impulsivo, debes cambiar   y ser sereno.

Pero este planteamiento es incompleto e incorrecto.

En primer lugar, porque es imposible de realizar: el tímido, tímido seguirá; el impetuoso puede cambiar la dirección de su ímpetu, pero no anularlo.

Si Dios quería que el tímido fuera atrevido ¿por qué no empezó por ahí? ¿Es que a Dios le encanta ver a los hombres peleándose con su naturaleza?

1Emprender un nuevo camino

«La conversión es mucho más que un arrepentimiento o una clara conciencia del mal hecho. La conversión es emprender un nuevo camino bajo la misericordia de Dios. Y sin dejar de ser uno mismo. Convertirse no es haber sido impetuoso y ser ahora una malva. Es ser ahora impetuoso bajo la misericordia de Dios. Por fortuna, san Pablo se convirtió de verdad; es decir, siguió siendo él mismo. Cambió de camino, pero no de alma».

Bernardino Hernando, «El grano de mostaza»

Convertirse simplemente significa volverse, volver sobre nuestros pasos, dejarnos conmover totalmente, revolucionarnos para volvernos hacia algo o hacia alguien.

Se trata de volver sobre nuestros pasos para comprometernos en una nueva dirección.

El apóstol de Tarso era un fariseo militante, enamorado de la lucha por lo que él creía el bien. Perseguía a los cristianos porque creía que era su deber.

Y un día Dios le tiró del caballo y le explicó que toda esa violencia era agua desperdiciada.

No le convirtió en un muchachito bueno, dulce y pacífico. No le cambió el alma de fuego por otra de algodón.

Su amor a la ley se transformó en amor a otra Ley, a la que serviría con el mismo apasionamiento con el que antes sirviera a la primera.

Se entregó a luchar por Cristo como antes lo hacía contra Él y sus seguidores. Había cambiado de camino, pero no de alma.

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2Seguir siendo lo que somos

Nuestra condición humana nos pone frente a tres realidades: el pecado, la conversión y la gracia.

Estas no son tres etapas consecutivas. En la vida cotidiana se superponen, se cruzan con cierta dependencia entre sí.

No estoy nunca totalmente en una o en la otra. Estoy continuamente en las tres a la vez.

No pasamos de una etapa a la otra como si subiéramos peldaños en una escalera. Antes de la muerte nunca decimos adiós a ninguna de las tres.

“Pasarse la vida luchando «contra» los propios defectos es la más de las veces tiempo perdido. Porque hay muchos defectos que sólo se cortan «por dentro».

Voy a explicarme. Si yo digo: «Cuando deje de ser egoísta, podré empezar a amar», lo más posible es que me pase la vida entera tratando de no ser egoísta y no empiece a amar nunca.

Si, en cambio, me digo. «Voy a empezar a amar, porque cuando empiece a amar dejaré de ser egoísta», entonces tengo todos los boletos para ganar en esta lotería. Porque el amor irá pulverizando «por dentro» el egoísmo.

Lo mismo ocurre en muchos terrenos. Si me digo: «Cuando me despegue de las cosas de este mundo, podré preocuparme de las espirituales», lo más posible es que me pase la vida entera y siga amando al dinero y obsesionándome por el poder o por el prestigio.

Pero si, en cambio, digo: «mañana voy a empezar a preocuparme por las cosas de mi alma», lo más probable es que mañana mismo empiece a descubrir qué poco importantes e interesantes eran el dinero, el poder o el prestigio”.

Martín Descalzo

3La gracia de Dios

Es ilusorio creernos convertidos de una vez para siempre. Siempre seguimos siendo pecadores, pero pecadores perdonados, pecadores en conversión.

Convertirnos es volver a empezar ese retorno interior, por el que nuestra pobreza humana se vuelve hacia la gracia de Dios.

La conversión es asunto de tiempo. El hombre necesita de tiempo y Dios quiere también necesitar tiempo con nosotros.

Las cosas importantes de la vida no se realizan inmediatamente ni de una vez para siempre.

El tiempo es tiempo de salvación en el que se nos concede el don de Su misericordia.

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