¿Cómo va tu parte más espiritual? ¿Lo has pensado alguna vez?
El mundo nos distrae y olvidamos con mucha frecuencia que tenemos un alma inmortal.
Somos carne y espíritu. Pero damos valor a lo pasajero, material y nos desbocamos para dar gusto a los sentidos. Pesa mucho el dinero, el bienestar físico, el placer carnal, lo que siento que merezco, por eso lo tomo para mí. ¿Y tu alma?
En Las Moradas, santa Teresa de Jesús escribe estas palabras que llaman la atención:
«Yo sé de una persona a quien quiso nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece si lo entendiesen no sería posible ninguno pecar”.
Se cuenta que esa persona a la que Jesús le permitió ver el estado de un alma en pecado mortal fue ella y casi muere de espanto.
«Tú recibiste tus bienes durante la vida»
Por favor lee con detenimiento la siguiente historia.
«Había un hombre rico que se vestía con ropa finísima y comía regiamente todos los días. Había también un pobre, llamado Lázaro, todo cubierto de llagas, que estaba tendido a la puerta del rico. Hubiera deseado saciarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las llagas. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron. Estando en el infierno, en medio de los tormentos, el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro con él en su regazo.
Entonces gritó: «Padre Abraham, ten piedad de mí, y manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me atormentan estas llamas.»
Abraham le respondió: «Hijo, recuerda que tú recibiste tus bienes durante la vida, mientras que Lázaro recibió males. Ahora él encuentra aquí consuelo y tú, en cambio, tormentos.»
Lucas 16
¿Qué debo hacer para salvarme?
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La respuesta como siempre se encuentra en la Biblia. ¿Tienes una a mano? Ábrela en Mateo 25 y haz cada día lo que aquí se te indica con claridad.
- Tuve hambre, y me disteis de comer.
- Tuve sed, y me disteis de beber.
- Era forastero, y me acogisteis.
- Estaba desnudo, y me vestisteis.
- Enfermo, y me visitasteis.
- En la cárcel, y vinisteis a verme.
A partir de este momento no podrás decir que no lo sabías.
Dios espera más de ti.
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