Así lo dijo el Santo Padre ante numerosos fieles reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano para el rezo del Ángelus dominical.
“¡Qué triste es cuando personas y pueblos orgullosos de ser cristianos ven a los otros como enemigos y piensan en hacer guerra! Es muy triste”, advirtió el Papa.
Al comentar el pasaje del Evangelio de San Lucas en el que Jesús alienta a amar a los enemigos, el Santo Padre subrayó que Cristo da “algunas indicaciones fundamentales de vida” y cuestionó: “y nosotros, ¿tratamos de vivir las invitaciones de Jesús?”.
“El Señor se refiere a las situaciones más difíciles, las que constituyen para nosotros el banco de pruebas, las que nos ponen frente a quien es nuestro enemigo y hostil, a quien busca siempre hacernos mal. En estos casos el discípulo de Jesús está llamado a no ceder al instinto y al odio, no ceder, sino a ir más allá, mucho más allá, ir más allá del instinto, ir más allá del odio”, indicó.
En esta línea, el Papa reconoció que “parece que el Señor pide lo imposible” pero recordó la actitud que Jesucristo tuvo durante la pasión “en su injusto proceso”.
“Poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio, ceder a la injusticia. Jesús con su pregunta denuncia lo que es injusto. Pero lo hace sin ira ni violencia, es más, con gentileza. No quiere desencadenar una discusión, sino calmar el rencor”, señaló.
De este modo, el Santo Padre resaltó que “esto es importante: apagar juntos el odio y la injusticia, tratando de recuperar al hermano culpable. No es fácil esto, pero Jesús lo hizo y nos dice que lo hagamos también nosotros”.
“Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, poner la otra mejilla es vencer el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. Esta actitud, este poner la otra mejilla no está dictado por el cálculo, por el odio, sino el amor”, afirmó el Papa.
Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio. No lo dicta el cálculo, sino el amor.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) February 20, 2022
Ante esto, el Santo Padre destacó que “el amor gratuito e inmerecido que recibimos de Jesús el que genera en el corazón un modo de hacer semejante al suyo, que rechaza toda venganza” en cambio “nosotros estamos acostumbrados a la venganza… a guardar en el corazón el rencor, que hace mal, destruye a las personas”.
“¿Es posible que una persona llegue a amar a los propios enemigos? Si dependiera solo de nosotros, sería imposible. Pero recordemos que, cuando el Señor pide algo, quiere darlo. Nunca el Señor nos pide algo que no ha dado antes. Cuando me dice que ame a los enemigos, quiere darme la capacidad de hacerlo. Sin esa capacidad, no podremos…”, añadió el Papa.
Luego, el Pontífice recordó la oración de San Agustín escrita en el libro de las Confesiones “Señor, da lo que mandas y manda lo que quieras” y alentó a pedir a Dios “la fuerza de amar que es el Espíritu Santo y con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien, podemos amar a quien nos hace mal. Así hacen los cristianos”.
“Pensemos en una persona que nos ha hecho mal. Cada uno piense en una. Es común que hemos recibido el mal de alguno, pensemos en esa persona, quizá hay rencor dentro de nosotros. Entonces, a este rencor acercamos la imagen de Jesús, manso, durante su proceso, después de la bofetada. Y después pidamos al Espíritu Santo que actúe en nuestro corazón”, invitó el Papa.
En este sentido, el Santo Padre explicó que “rezar por quien nos ha tratado mal es lo primero para transformar el mal en bien” y rezó para “que la Virgen María nos ayude a ser constructores de paz hacia todos, sobre todo hacia quien es hostil con nosotros y no nos gusta”.
A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:
San Lucas 6, 27-38
27«Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,28bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.29Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.30A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.31Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.32Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman.33Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!34Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.35Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.36«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.37No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.38Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.»
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