Vivió con dos fuentes espirituales: su origen zapoteco y el Evangelio
Hace unas semanas murió de cáncer Carmen Santiago Alonso, una activista y misionera católica que defendió los derechos de los indígenas zapotecos de Oaxaca, el Estado mexicano con mayor cantidad de etnias y lenguas originarias del país y donde la justicia tiene todavía mucho camino por andar a favor de los pueblos originarios de México.
Su funeral se llevó a cabo el 7 de febrero. Durante la homilía el padre José Rentería recordó que Carmen tuvo en vida “dos fuentes espirituales” de inspiración para realizar su labor misionera: su origen zapoteco y el Evangelio. Carmen había estudiado tanto teología como se había especializado en desarrollo de métodos agrícolas y prácticas tradicionales.
Su origen étnico la llevó a ser defensora de la cultura y de las formas de producción agrícola de más de medio millón de indígenas zapotecos del Estado occidental de Oaxaca, al tiempo de defender sus derechos de abastecimiento de agua frente a la voracidad de la sociedad industrial y de consumo acelerado.
Una Iglesia con futuro
Para muchos de sus allegados, la forma en que Carmen encarnó una Iglesia indígena, quizá una Iglesia “con rostro amazónico”, como la quiere el Papa Francisco, es el futuro promisorio de la Iglesia entre los pueblos originarios; una Iglesia preocupada y ocupada en y por los descartados.
@florycantoac
“Carmen fue una manifestación de que la Iglesia indígena y la Iglesia con espíritu femenino es posible”, dijo el padre Rentería en el funeral de esta luchadora social y defensora de los derechos indígenas en un país y en un Estado en el que serlo puede llevar a perder la vida.
El 13 de enero de 1996 Carmen, quien junto con un pequeño equipo de trabajo fundó en 1995 el Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto A.C, en su primera conferencia de prensa como directora de ésta organización, expresó los ideales que por más de 25 años la han guiado:
“De hoy en adelante nos mantendremos hombro con hombro, para defender lo nuestro, pero a la luz, abiertamente, mano a mano con todos y todas, para que las flores y los cantos regresen a nosotros y podamos, con la frente en alto, recibir la luz de la unidad y la justicia”.
Por los indígenas y la Madre Tierra
La idea de Carmen fue siempre “ofrecer nuestra palabra sencilla y nuestro servicio humilde a nuestros hermanos indígenas para que se respeten y promuevan los derechos comunitarios de los pueblos, su cultura, su idioma, su educación, sus prácticas políticas tradicionales, su trabajo, su territorio, su religión, su libre determinación, su autonomía”.
Ese ideal –que ha sido motor del Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto—la llevó a estar frente a la batalla para que los indígenas tuvieran agua y tierras en el Valle Central de Oaxaca, que según un reportaje reciente de Religion News Service, ha sido lentamente utilizado para la agricultura industrial y las compañías mineras.
Eso le llevó a enfrentar constantes amenazas: “Sé los riesgos que corren nuestras vidas (…) Ese mismo miedo, sin embargo, me ha dado fuerzas para seguir mi camino”, solía decir Carmen cuando se le preguntaba si no temía por su vida.
Durante el 2021, en México, fueron asesinados 25 activistas defensores de derechos humanos y del medio ambiente en Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Colima, Guerrero, Guanajuato, Morelos, Oaxaca, Sonora, Sinaloa, Zacatecas y Veracruz. ¿Su delito? Salvaguardar los derechos humanos de sus comunidades.
Recuperar la conexión espiritual
Los días mundiales del agua, al comienzo de la primavera (22 de marzo) eran las jornadas en las que Carmen solía recordar a Oaxaca y a México que todos tenemos el mismo derecho al líquido vital y que los pueblos originarios son quienes mejor cuidan los recursos naturales, porque están cerca de la Madre Tierra.
El mensaje de Carmen en esos días era muy sencillo y, a la vez, profundamente sensible a las necesidades de los indígenas zapotecos y de todos los habitantes del país: “Es importante recuperar la conexión espiritual sagrada que tenemos con la Madre Tierra como pueblos indígenas”.
Por ello, en el texto de despedida de Carmen, sus compañeros del Centro escribieron: “Junto con (todos los que expresaron sus cariños tras la muerte de Carmen) seguiremos tejiendo redes, buscando alternativas, promoviendo la organización, así como cuidando de la Gran Casa Común para que un día todas y todos podamos llegar a ver y disfrutar de la tierra florida”.
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