Las estatuas de San Junípero Serra, el Apóstol de California, que se encontraban en la ciudad de San Francisco y en la plaza que está frente a la primera iglesia que se construyó en Los Ángeles, Nuestra Señora Reina de los Ángeles, en el centro histórico de la ciudad, fueron derribadas recientemente. En California, hay un creciente debate relativo a la eliminación de los monumentos de Serra en terrenos públicos.
De hecho, las autoridades de la ciudad de Ventura –donde hace una semana un grupo de fieles católicos defendió la estatua de San Junípero de los manifestantes que “acusan” al fraile franciscano de genocidio contra los pueblos originarios de California y de imponerles con violencia el Evangelio– sostendrán una audiencia pública el próximo el 7 de julio. La asamblea será para discutir si retiran o no la estatua de bronce de San Junípero que se encuentra frente al Ayuntamiento.
Ante la posibilidad de más acciones vandálicas, las autoridades eclesiales, en conjunto con las autoridades civiles, están tomando crecientes medidas de seguridad en las misiones históricas ubicadas en la enorme arquidiócesis de Los Ángeles. “Desafortunadamente –dice el arzobispo Gómez en su carta– es posible que tengamos que reubicar algunas de las estatuas de nuestro amado santo, o arriesgarnos a que sean profanadas”.
El dolor frente a la verdad histórica
En su carta, Gómez dice que entiende “el profundo dolor que manifiestan algunos pueblos nativos de California”. Sin embargo, no se debe perder de vista que el misionero español “es un santo para nuestros tiempos, el fundador espiritual de Los Ángeles, un defensor de los derechos humanos y el primer santo hispano de este país”.
Si bien en Estados Unidos la forma como se explotó y se destruyó a las antiguas civilizaciones no se ha corregido, por lo menos, dice el arzobispo Gómez, en la arquidiócesis de Los Ángeles se ha trabajado muy duro para reparar los errores y fallas del pasado y para encontrar el camino a seguir. “Honramos las contribuciones que los pueblos nativos hicieron para construir la Iglesia del sur de California y tenemos en gran estima los dones que ellos aportan para la misión de la Iglesia de hoy”.
El arzobispo Gómez afirma que, con el paso de los años, he llegado a comprender el motivo por el que la imagen del Padre Serra y de las misiones, sea algo que evoca “recuerdos dolorosos para algunas personas”. Por ese motivo, no se debe restar importancia a las protestas en California y en Estados Unidos relacionadas con figuras históricas y los monumentos que las representan. Si bien es cierto que “la memoria histórica es el alma de cada nación”, también lo es que la historia es complicada.
“Los hechos son importantes, pero hay que hacer distinciones y la verdad es también importante. No podemos aprender las lecciones de la historia o sanar antiguas heridas a menos que comprendamos lo que realmente sucedió, cómo sucedió y por qué sucedió”, escribe el arzobispo de Los Ángeles
“Nuestra sociedad puede llegar al consenso de no honrar a Serra o a otras figuras de nuestro pasado. Pero los funcionarios electos no pueden renunciar a sus responsabilidades, dejando estas decisiones en manos de pequeños grupos de manifestantes y permitiéndoles practicar actos vandálicos hacia monumentos públicos. No es ése el modo en que debería de funcionar una gran democracia”, escribe con autoridad el prelado estadounidense en su carta.
Honrar o no honrar a San Junípero
El arzobispo Gómez, quien ha estudiado y ha escrito mucho sobre la figura de San Junípero, argumenta sobre la importancia de mantener vivo el derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, dice, también es fundamental mantener el Estado de derecho y garantizar que las decisiones sobre honrar o no honrar figuras históricas, están basadas en un diálogo genuino y en la búsqueda de la verdad y del bien común.
“En este sentido, la manera en la que la ciudad de Ventura está manejando el debate sobre su monumento a Serra puede ser el modelo de un diálogo público, reflexivo y respetuoso, que incluya a las autoridades civiles, a los líderes indígenas y a los representantes de la Iglesia y de la comunidad en general”, señala el purpurado, nacionalizado estadounidense pero nacido en México. Insiste en que no se debe ocultar que muchos de quienes están apoyando derribar las estatuas de San Junípero, ni conocen su carácter ni conocen su historia.
“La triste realidad es que ya desde hace varias décadas, los activistas empezaron a *revisar* la historia para hacer de Junípero Serra el centro de atención de todos los abusos cometidos contra los pueblos indígenas de California”, explica el arzobispo Gómez. Y añade: “Pero los crímenes y abusos de los que se culpa a nuestro santo, las calumnias que hoy se difunden ampliamente en internet y que algunas veces son apoyadas por figuras públicas, realmente ocurrieron mucho después de su muerte”.
De hecho fue el primer gobernador de California, Peter Burnett, quien hizo un llamado a “una guerra de exterminio” contra los indígenas, una política que continuó con las administraciones gubernamentales sucesivas durante varias décadas, donde el Estado ofrecía recompensas de 25 a 50 dólares por cada nativo muerto… Eso fue en 1851. Junípero Serra murió en 1784.
Quién fue el verdadero San Junípero
El verdadero San Junípero, expresa el arzobispo de Los Ángeles, luchó contra un sistema colonial en el que los nativos eran mirados como “bárbaros” y “salvajes” y cuyo único valor era estar al servicio de los apetitos del hombre blanco. Para San Junípero, esta ideología colonial era una blasfemia contra el Dios que “creó (a todos los hombres y las mujeres) y que los redimió con la preciosísima sangre de su Hijo”.
“Él vivió y trabajó junto con los pueblos nativos y pasó toda su carrera defendiendo la humanidad de ellos y protestando por los crímenes e indignidades cometidos en su contra. Entre las injusticias a las que se enfrentó en su lucha, encontramos en sus cartas, pasajes desgarradores, en los que denuncia el diario abuso sexual de las mujeres indígenas por parte de los soldados coloniales”, explica el prelado estadounidense.
Más adelante, enumera las virtudes del misionero mallorquín: reconocía en los indígenas su “amabilidad y disposición pacífica”; celebraba su creatividad y conocimiento; sus actos de amabilidad y generosidad e incluso el dulce sonido de sus voces al cantar. Además –como hizo en la Sierra Gorda de Querétaro (México) donde vivió por nueve años entre los indígenas pames y jonaces– aprendió sus lenguas y sus costumbres y culturas antiguas.
En realidad, escribe Gómez, San Junípero no vino a conquistar; él llegó más bien para ser un hermano de los pueblos originarios del sur de California. “Todos hemos venido aquí y hemos permanecido en este lugar con el único propósito de su bienestar y salvación”, escribió en una ocasión. “Y creo que todos se dan cuenta de que los amamos”.
Finalmente, explica el arzobispo Gómez, “Serra se convirtió en uno de los primeros ambientalistas de Estados Unidos, al documentar los diversos hábitats de California en los escritos de su diario y en cartas en las que describió las montañas y llanuras, el sol abrasador y los efectos de la sequía, el desbordamiento de arroyos y ríos, los álamos y sauces, las rosas en flor o el rugido de un león que mantuvo a los misioneros despiertos por la noche”.
El misionero que había llegado a la Nueva España, “entendió que el alma de los indígenas estadounidenses había sido oscurecida por la amargura y la rabia causadas por maltrato histórico que sufrieron y por las atrocidades cometidas contra ellos”.
Un juicio sereno
En su carta, después de desmenuzar una serie de hechos históricos relevantes que muestran la inclinación de Serra por proteger a los naturales, el arzobispo Gómez afirma, categóricamente, que San Junípero no impuso el cristianismo a los indígenas, sino que lo propuso”. Para él, el mayor don que podía ofrecer era el llevar a las personas al encuentro con Jesucristo. Vivir en las misiones siempre fue algo voluntario y al final sólo entre el diez y el veinte por ciento de la población nativa de California llegó a unirse a él.
“En esta hora de juicio por la que pasa nuestra nación, en un momento en el que nos estamos enfrentando una vez más con el vergonzoso legado del racismo en Estados Unidos, los invito a que se unan a mí para que el 1 de julio conmemoremos la fiesta de San Junípero, viviéndolo como un día de oración, de ayuno y de caridad”, termina diciendo el arzobispo de Los Ángeles.
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