Soy católico y estoy en cuarentena. ¿Qué debo hacer?

¿Cómo vivir mi fe en estas circunstancias? sabía que la fe sin obras, está muerta. Era el momento de actuar.

Cuando empezó la cuarentena obligatoria y nos encerraron en nuestras casas tuve pensamientos encontrados, algunos egoístas. Pensé en mi familia, luego reaccioné y me di cuenta que el amor no debe ni puede encerrarse, sino esparcirse sobre el mundo.  Comprendí que estaba equivocado. Le pedí perdón a Dios y procuré hacer las cosas que le agradan.

Leí estas palabras en la santa Biblia que me ayudaron mucho: “¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura? Si ustedes no tienen poder sobre cosas tan pequeñas , ¿cómo van a preocuparse por las demás?” (Luca 12, 25)

Con frecuencia digo que soy un escritor católico. ¿Católico? Bien… ¿Qué me tocaba hacer? ¿Cómo vivir mi fe en estas circunstancias? sabía que la fe sin obras, está muerta. Era el momento de actuar.

“Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve?
 ¿Acaso lo salvará esa fe?”
(Santiago 2)

A pesar que nos llenaron de miedos, vi muchos gestos de empatía, actos maravillosos en los que cada cual compartía lo que sabía hacer. Músicos que desde sus balcones tocaban sus instrumentos para acompañar a los que se sentían solos, incluso me llegó un video de un Bingo comunitario en una pequeña urbanización de edificios. Desde los balcones cantaban los números. Supe de sacerdotes que fueron a visitar a los enfermos exponiéndose a la enfermedad. Médicos, enfermeras, que no abandonaron a sus pacientes. Fueron momento extraordinarios de gran humanidad y amor por el prójimo.

La solidaridad se hizo presente y el mundo cambió.

La vacuna empieza a estar disponible y lentamente se aplica. Mientras, ¿qué puedes hacer? Lo primero es amar. Debes amar. A todos.

Cuantos ancianos se sientes en una profunda y espantosa soledad. Acompáñalos como puedas. Que sientan tu presencia y cariño.

Reza mucho. Estos son tiempos de santidad y oración. Debemos rezar por todos aquellos que enfrentan la Pandemia, los médicos, enfermeras, también los enfermos, los moribundos y las almas de los que han partido. Nunca antes el mundo estuvo tan necesitado de oración como ahora, pues una gran incredulidad se apodera del mundo.

Amable lector, cuídate, y cuida tu alma.  Ama y deja que Dios se haga presente en tu vida y lo transforme todo a tu alrededor. Sé un reflejo en el mundo, del amor inmenso de Dios.

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