Un regalo muy sencillo e importante del cardenal Dolan a la carmelitas de Cuba
En febrero de 2020, el arzobispo de Nueva York, el cardenal Timothy M. Dolan, visitó Cuba por seis días. En aquella ocasión, además de haberse reunido con el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, tuvo oportunidad de reunirse con muchas organizaciones católicas que se dedican a la ayuda humanitaria en la isla, así como con comunidades religiosas.
Y dentro de estas comunidades, quizá la que más llamó su atención fue la que encontró en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa y San José, en el corazón de La Habana.
Como sucede en la isla en prácticamente todos los estamentos sociales, las necesidades de estas monjas de clausura rigurosa (el cardenal Dolan pudo entrevistarse con ellas tras las rejas del monasterio), sus necesidades son mínimas, puesto que han aprendido a vivir en la escasez y haciendo mucho con muy poco.
Una máquina para hacer hostias
Uno podría imaginarse que ante el cardenal de “la urbe de hierro”, las monjas carmelitas descalzas hubieran solicitado ayuda para acondicionar, reformar, adecuar el monasterio. Más su petición fue más sencilla: ayuda monetaria para reparar la vieja máquina para hacer hostias.
Tras la última Misa que celebró en su visita a Cuba, justamente en el monasterio de Santa Teresa y de San José, el cardenal Dolan solicitó, a través de un intérprete, que las hermanas pidieran lo que fuera de mayor ayuda a su vida de clausura. Su sorpresa fue mayor cuando supo lo que necesitaban.
La máquina que tenían las carmelitas en La Habana, se las había donado un antecesor del cardenal Dolan en Nueva York: el cardenal John J. O’Connor (1920-2000) en una vista pastoral que hizo a Cuba en 1998, justamente cuando el Papa San Juan Pablo II se disponía a visitar la isla en aquel histórico viaje en el que pidió que Cuba se abriera al mundo y que el mundo se abriera a Cuba.
Las razones de la petición
La máquina de hacer hostias que ocupan las Carmelitas en La Habana es importantísima para la vida sacramental de la Iglesia cubana puesto que, según pudo constatar el cardenal Dolan, en ella se producen las sagradas formas que nutren a todos los templos del país.
La antigua máquina ya estaba reparada varias veces, tanto por su uso como por la ausencia de piezas de recambio. En Cuba es habitual que se desguace máquinas viejas y se adapten las piezas para arreglar las que todavía funcionan con un ingenio inusual en el mundo. Pero esta ya estaba fallando mucho. Y Dolan tomó la petición de las hermanas en serio.
De hecho, antes de abandonar la isla en 2020, les dijo a las monjas Carmelitas: “Tengo confianza en el futuro de la Iglesia (en Cuba) por su presencia … Ver a estas maravillosas hermanas, saber que están orando a diario, entregando su vida en silencio y penitencia y oración por el bien de las almas, la conversión de los pecadores, por la gloria del nombre de Dios, por el amor de Jesús y Su Iglesia, qué gran bendición es eso».
Catolicismo persistente
Así, en lugar de reparar la máquina, Dolan envió a Cuba, desde Zaragoza (España) una nueva máquina para fabricar hostias. Wanda Vázquez, directora del ministerio hispano en la arquidiócesis de Nueva York dijo que el cardenal “sintió la necesidad de ayudarlas, de ayudar a la Iglesia en Cuba para continuar con el valor de la Eucaristía.. y para que sigan fabricando hostias y llevarlas a todos los templos de la isla”.
La madre superiora de las Carmelitas Descalzas, Sor Ana Mercedes de Jesús Crucificado, agradeció al cardenal y a la arquidiócesis el obsequio: “Hemos visto su corazón de pastor ante un rebaño que necesita lo más importante, el pan para la celebración eucarística”, dijo a New York Catholic.
Con la visita de tres papas a la isla, con la labor tesonera de las órdenes religiosas y con la religiosidad del pueblo cubano, todavía se puede hablar de que sesenta por ciento son católicos. Y poco a poco, el catolicismo vuelve a ser parte de la vida de Cuba.
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