Jesús te llama desde el sagrario, ¿qué le responderás?

De niño tenía un amigo que no es de este mundo y que velaba por mí, y me acompañaba siempre

«Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»

Mateo 28, 20

Hoy lo sentí solo. Miré hacia el sagrario durante la misa de la mañana y pensé: “Qué solo estás Jesús en ese sagrario”.

Siempre he visto a Jesús, escondido en el Sagrario, como mi mejor amigo.

Imagina al Hijo de Dios, como un prisionero, por amor, en cada sagrario del mundo. En ellos está. No tengo la menor duda. He visto tantos milagros, hechos extraordinarios alrededor del sagrario.

Jesús Sacramentado es mi amigo desde los días de la infancia cuando habitaba en el Sagrario de las Siervas de María en la Avenida Roosevelt de Colón, frente a mi pequeña casa.

Solía vivir en Colón, una ciudad costera a 73 kilómetros de Panamá, con calles perfectamente trazadas y el mar golpeando sus costas.

Me encantaba caminar por la playa recogiendo conchas y trozos de madera dejados por el mar la noche anterior. Con ellas hacia artesanías.

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También me gustaba alquilar un cayuco, un bote hecho de una pieza del tronco de un árbol, para ir a remar. En esos días Colón era un lugar ideal para vivir.

Frente al edificio donde vivía, tenían sus residencia las Siervas de María. Recuerdo que de niño a veces me asomaba por la ventana de mi casa, con mis pantalones cortos y mi inocencia infantil, para saludarlo.

Le gritaba: «Ey Jesús. ¡Holaaa!», para que no se sintiera solo. Y en los recreos del mi colegio, el Paulino de san José, subía a la capilla para estar con Él, acompañarlo.

Siempre me maravilló por tanto amor incondicional. Era tan bueno conmigo, me sacaba y aún me saca de cada apuro… Es impresionante. ¡Y de qué formas!

Pienso mucho en su amistad. No la merezco. Pero eso a Jesús, lo tiene sin cuidado. Él ama, es su naturaleza.

A veces lo Imagino diciendo: «Ven Claudio. Te espero».

Y cuando llego al oratorio lo encuentro solo sin nadie que le exprese su amor, y comprendo su tristeza.

Me hace recordar a san Manuel González García el obispo del Sagrario, que en las Eucaristía pedía como limosna, no dinero ni ropa para los pobres, sino gestos de amor con Jesús Sacramentado abandonado en los sagrarios.

Cuando lo pienso solo, abandonado en un oratorio, le pido a mi ángel custodio:

«Anda, visita a Jesús en aquel sagrario , hazle un rato de compañía y dile que le quiero».

A veces lo pienso y me sorprendo. De niño tenía un amigo que no es de este mundo y que velaba por mí, y me acompañaba siempre.

Y ahora que soy grande, no me abandona por mis desplantes. He vuelto a sentir esa necesidad de estar con Él, acompañarlo, decirle que le quiero, sorprenderlo.

Jesús no merece estar solo en ningún sagrario.

Yo quisiera consolar su Sacratísimo Corazón. ¿Te animas a hacerlo también? Por favor, no lo dejes solo. Cuando puedas, hazle una visita, aunque sea de un minuto y dile que le quieres.

¿Puedo pedirte un favor? Cuando lo visites dile: “Claudio te manda saludos, Jesús”. Ya sabes que me encanta sorprenderlo, hacerlo sonreír.

Escríbeme y cuéntame tus experiencias con Jesús Sacramentado en el sagrario. Te dejo mi correo electrónico:  cv2decastro@hotmail.com

¡Dios te bendiga!

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