El Prelado recordó en su mensaje semanal, publicado el domingo, que San José “no era famoso y tampoco se hacía notar”.
“Los evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, como Dios no mira la apariencia externa sino el corazón y encontró en José un corazón capaz de dar y generar vida, lo eligió para ser esposo de la Virgen María y padre putativo de Jesús”, dijo.
Mons. Del Río indicó que la primera característica que encontramos en San José “es la vocación al amor”, ya que “es la primera característica de toda persona humana”. “Todos hemos sido creados por amor y para el amor”, añadió.
“La lógica del amor es la lógica del servicio y del don de sí mismo; esa capacidad de amar sin retener nada para sí, porque la vida, en efecto, solo se tiene si se da, solo se posee verdaderamente si se entrega plenamente”, explicó el Arzobispo de Arequipa.
En ese sentido, dijo que “San José vivió totalmente donado a la Virgen María y a Jesús”. “Toda su vida estuvo en función de ellos; y así, viviendo para ellos, José encontró su propia vida, el propio sentido de su vida, que trascendió incluso a los años que pasó en este mundo”, añadió.
En su mensaje, Mons. Del Río describió otras dos características: la vigilancia y la fidelidad.
“Si José no hubiera estado vigilante, atento, a la voluntad de Dios, y/o no le hubiera sido fiel, hubiera pasado por este mundo como uno de tantos que viven de modo superficial, dejándose llevar sólo por sus apetencias e intereses egoístas”, explicó.
En cambio, señala el Arzobispo, San José “medita, reflexiona, no se deja dominar por la prisa, no cede a la tentación de tomar decisiones precipitadas, no sigue sus instintos y no vive sin perspectivas; sabe que la existencia se construye solo con la continua adhesión a las grandes opciones”.
“La vigilancia de José y su prontitud para hacer la voluntad de Dios se fundan en saber que Dios es fiel y que hacer su voluntad es lo mejor para él. En este tiempo de incertidumbre y temores, la experiencia de San José es una invitación a fundar o refundar nuestras vidas en la fidelidad de Dios, procurando hacer siempre su voluntad”, concluyó Mons. Del Río.
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