“No es posible la meditación cristiana sin el Espíritu Santo, es Él quien nos guía al encuentro con Jesús. Jesús nos había dicho: ‘les mandaré el Espíritu Santo, Él les enseñará, les explicará, les enseñará y les explicará’. Y también en la meditación es la guía para ir hacia adelante en el encuentro con Jesucristo”, advirtió.
En su catequesis dedicada a la oración de meditación, el Santo Padre recordó que “para un cristiano ‘meditar’ es buscar una síntesis: significa ponerse delante de la gran página de la Revelación para intentar hacerla nuestra, asumiéndola completamente”.
El Papa señaló que la práctica de la meditación “ha recibido en estos años una gran atención” de la cual “no hablan solamente los cristianos” sino que “existe una práctica meditativa en casi todas las religiones del mundo”, incluso “entre personas que no tienen una visión religiosa de la vida”, por lo que concluyó que “meditar es una necesidad de todos”.
Sin embargo, el Santo Padre destacó que la meditación en el contexto cristiano “va más allá, es una dimensión que no debe ser borrada”, ya que “a gran puerta a través de la cual pasa la oración de un bautizado – lo recordamos una vez más – es Jesucristo. Para el cristiano, la meditación entra de la puerta de Jesucristo. También la práctica de la meditación sigue este sendero”.
“El cristiano, cuando reza, no aspira a la plena transparencia de sí, no se pone en búsqueda del núcleo más profundo de su yo; esto es lícito, pero el cristiano busca otra cosa, la oración del cristiano es sobre todo encuentro con el Otro con la O mayúscula, el encuentro con el Trascendente, con Dios”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Pontífice subrayó que “si una experiencia de oración nos dona la paz interior, o el dominio de nosotros mismos, o la lucidez sobre el camino que emprender, estos resultados son, por así decir, efectos colaterales de la gracia de la oración cristiana que es el encuentro con Jesús. Es decir, meditar es ir, guiados por una frase de la Escritura, o de una palabra, al encuentro de Jesús dentro de nosotros”.
Por ello, el Santo Padre citó el Catecismo de la Iglesia Católica que describe que “los métodos de meditación son tan diversos como diversos son los maestros espirituales. [...] Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús”.
Por lo tanto, el Papa advirtió que “hay muchos métodos de meditación cristiana: algunos muy sobrios, otros más articulados; algunos acentúan la dimensión intelectual de la persona, otros más bien la afectiva y emotiva. Son métodos. Todos son importantes y dignos de ser practicados, en cuanto que pueden ayudar, ¿ayudar a qué? a la experiencia de la fe”.
En este sentido, el Santo Padre resaltó que es necesario recordar siempre que “el método es un camino, no una meta: cualquier método de oración, si quiere ser cristiano, forma parte de esa sequela Christi que es la esencia de nuestra fe”.
“Los métodos de meditación son caminos para llegar al encuentro con Jesús. Pero si tú te detienes en el camino, y solo ves el camino, nunca encontrarás a Jesús, harás un ‘dios’ del camino, y es Dios que te está esperando allí, es Jesús que te espera, y el camino es para llevarte a Jesús”, añadió.
De este modo, el Papa Francisco subrayó que la gracia de la oración cristiana es que “Cristo no está lejos, sino que está siempre en relación con nosotros” pues “no hay aspecto de su persona divino-humana que no pueda convertirse para nosotros en lugar de salvación y de felicidad”.
“Cada momento de la vida terrena de Jesús, a través de la gracia de la oración, se puede convertir para nosotros en contemporáneo. Gracias al Espíritu Santo, el guía, y ustedes saben que no se puede rezar sin la guía del Espíritu Santo, es Él quien nos guía”, explicó.
En esta línea, el Santo Padre alentó a meditar los pasajes del Evangelio e invocar la asistencia del Espíritu Santo para contemplar los misterios de Cristo, y entrar en diálogo con Jesús para experimentar en la oración la unión con Jesucristo.
“También nosotros asistimos asombrados a los millones de sanaciones realizadas por el Maestro. Tomamos el Evangelio, meditamos esos misterios del Evangelio y el Espíritu Santo nos guía a estar presentes allí. Y en la oración, cuando rezamos, todos somos como el leproso purificado, el ciego Bartimeo que recupera la vista, Lázaro que sale del sepulcro... También nosotros somos sanados. En la oración como era sanado aquel ciego Bartimeo, el leproso, también nosotros somos resucitados, como ha sido resucitado Lázaro, porque la oración de meditación guiada por el Espíritu Santo nos lleva a revivir estos misterios de la vida de Cristo y a encontrarnos con Cristo y a decir como el ciego: Señor ten piedad de mí”, relató.
De este modo, el Santo Padre concluyó que “no hay página del Evangelio en la que no haya lugar para nosotros. Meditar, para nosotros cristianos, es una forma de encontrar a Jesús. Y así, solo así, reencontrarnos con nosotros mismos. Y esto no es un replegarse en nosotros mismos, no, es ir hacia Jesús y en Jesús reencontrarnos a nosotros mismos, sanados, resucitados, fuertes, por la gracia de Jesús. Es encontrar a Jesús salvador, de todos, también de mí, y esto gracias a la guía del Espíritu Santo”.
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