Los obispos de ambos países piden “soluciones de fondo”, porque la Iglesia no tiene fronteras
La situación en la frontera colombo venezolana, siempre caliente y amenazante, ha llegado a un punto extremo. No sólo el conflicto escala sino que sus coordenadas se complican. El tema, de cara a la Iglesia de ambos países, es el sufrimiento de las comunidades, de familias enteras que han sido masacradas o han tenido que abandonar sus lugares por el peligro que reviste permanecer allí.
Es creciente el número de comunidades que están padeciendo el desplazamiento trasnacional por diversas circunstancias, razón por la cual la Iglesia en estos dos países se ha unido para manifestar su preocupación y cercanía con la población afectada.
Este jueves 29 de abril se difundió un comunicado firmado por las directivas de las Conferencias Episcopales de Venezuela y Colombia, donde los prelados exponen en seis puntos sus consideraciones frente a esta problemática que se agrava cada vez más y que afecta a la población más vulnerable.
Dos diócesis bajo fuego
“Con sentido de comunión eclesial, ratificamos nuestra solidaridad con las diócesis de Arauca y Guasdualito. Sus obispos, unidos a sus presbíteros, religiosos, laicos y grupos de pastoral social están dando un decidido testimonio de fraternidad, acompañamiento, defensa y dignificación de quienes más sufren por esta situación que viven en sus territorios”.
Así expresan su solidaridad, cercanía, y acompañamiento a las personas que se han visto afectadas teniendo que cruzar la frontera hacia territorio colombiano y hacen un llamado a las autoridades competentes para que se propicien las condiciones que permitan a las personas permanecer en su territorio o regresar a él. Son la voz de quienes no tienen voz.
El conflicto que se vive en la frontera pone en peligro la paz de ambas naciones y desestabiliza la convivencia ciudadana, por lo que hacen un llamado urgente a las autoridades de estos países para que se avance con soluciones de fondo «eficaces, dialogadas y concertadas, frente a la problemática que se vive a lo largo de la frontera, siempre anteponiendo a cualquier otro interés el respeto de la dignidad humana y de los derechos de las personas».
Finalmente, agradecen las muestras de afecto y ayuda humanitaria que organismos nacionales e internacionales, así como personas naturales, comunidades católicas y de otras confesiones religiosas ofrecen a los migrantes y desplazados.
Fuera de la Iglesia no hay reacción
Para esta entrega de Aleteia conversamos con el obispo del Táchira en la zona de frontera venezolana, monseñor Mario Moronta. El obispo destacó tres aspectos que movieron a ambos episcopados a pronunciarse a través de un comunicado conjunto:
“El primer lugar, somos pastores de un pueblo que sufre. El papa Francisco, hace tres años, nos dijo que la Iglesia no tiene fronteras. Tampoco las tiene nuestro ministerio para acompañar a nuestra gente”.
Todos sabemos que se enfrentan facciones guerrilleras y el ejército venezolano que combate a una de ellas. Sórdidos motivos animan esta lucha que ha segado muchas vidas y la tranquilidad de innumerables familias las cuales han tenido que emigrar debido al peligro de permanecer en sus lugares.
Y agrega el obispo: “Al tratarse de territorios lejanos, casi perdidos en el mapa, la cobertura de esta tragedia que es una auténtica masacre, ha sido débil. Fuera de la Iglesia no hay reacción. Es un conflicto sin sentido. No pelean por una causa sino por intereses particulares”.
«En eso ando»
Los prelados se han unido para enviar un mensaje a mancomunar esfuerzos entre ambos gobiernos para atender responsablemente el problema de las fronteras. “Eso es tierra de nadie. Ni siquiera al obispo de Guasdualito lo dejan pasar a velar por la gente indefensa. Nosotros podemos ser interlocutores, si nos dejan, pero no podemos desentendernos de los vulnerables y del horror que están pasando”.
Siempre hemos sabido que en la frontera se abusa de los que viven en la zona, que deben “colaborar” con los irregulares dueños del patio. “Pero es que ahora mismo están asesinando a civiles. Hay verdaderas masacres en la región!”, denuncia Mons Moronta. “El gobierno debe decir la verdad –agrega- y buscar mediaciones y puentes con las autoridades colombianas. Porque esto no es todo: han amenazado con acciones terroristas fuera del estado Apure, hacia Táchira y otras estados”.
Él mismo obispo que nos habla ha sido específicamente amenazado de muerte. Por favor, cuídese, monseñor, le decimos por toda despedida. Él responde: “En eso ando”.
La experiencia de un atentado
César Pérez Vivas, exgobernador del fronterizo estado Táchira -entre 2008 hasta 2012- y político democristiano activo sufrió, él mismo, un atentado en marzo pasado cuando dispararon contra su oficina en la capital, San Cristóbal. Señaló en Twitter que el ataque ocurrió en la madrugada, y ocasionó daños importantes a los bienes materiales que están en el lugar, debido a que hombres no identificados dispararon contra la fachada . En aquella ocasión declaró: «Mi oficina en San Cristóbal fue baleada. Un atentado con armas de fuego que destruyó los ventanales, impactó paredes y muebles. Sigue el hostigamiento contra quienes no nos doblegamos».
«La frontera escarnecida«
El llama a la zona “la frontera escarnecida” . Consultado por Aleteia se lamentó:” Ahora, en pleno siglo XXI, cuando el intercambio humano, cultural, económico y social se hace más intenso a nivel global, saltamos en esta frontera, a una situación más gravosa que la del siglo XIX”.
Y deja ver las consecuencias: “Detrás del discurso nacionalista, socialista y anti oligarquía colombiana promovido por el chavismo, en estos últimos 15 años, se esconde un entramado de corrupción, violencia y muerte de largas dimensiones».
Y es cierto, hoy Venezuela, con la excusa de la pandemia del COVID-19 es un país en estado permanente de excepción. «Sus avenidas, calles, carreteras y autopistas -detalla Pérez Vivas- están tomadas por una legión de funcionarios militares y policiales, buscando resolver sus miserables ingresos, con la extorsión al ciudadano que sale cada día a la calle a buscar el sustento personal y el de su hogar”.
«Tal separación no existe»
En honor a la verdad, en la zona fronteriza la militarización funciona para hacer más gravosa la vida de una población tradicionalmente habituada al libre tránsito en la conurbación binacional Cúcuta-San Cristóbal. La línea divisoria entre ambos países es un hecho político basado en la geografía (el río Táchira). “Tal separación no existe en el plano sociológico –enfatiza- Cúcuta, Villa del Rosario, San Antonio, Ureña y San Cristóbal constituyen un conjunto de asentamientos humanos interrelacionados por siglos de pacífica y productiva convivencia. Las familias se reparten a un lado y otro del río”.
Tan es así, que ya está próximo a cumplirse el primer siglo del puente Simón Bolívar, construido precisamente para hacer más humano el flujo de personas entre ambos lados, con todas las actividades que se derivan de esa interrelación.
Dios permita que las exhortaciones episcopales, derivadas de la genuina angustia de quienes pastorean espiritualmente en esos conflictivos lugares, sean escuchadas por quienes deben tomar decisiones políticas y humanitarias para salvar de la desesperación, el éxodo y la muerte a tantas familias inocentes.
Ver comunicado completo aquí
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