“La enseñanza de nuestra fe es clara: los que matan o ayudan a matar al niño (incluso si se oponen personalmente al aborto), los que presionan o alientan a la madre a abortar, los que pagan por el aborto, los que proporcionan asistencia financiera a organizaciones pro-aborto o los que apoyan a candidatos o legislaciones con el fin de hacer del aborto una ‘opción’ de mayor accesibilidad están cooperando con un mal muy grave. La cooperación formal y la cooperación material inmediata en el mal nunca están moralmente justificadas”, expresó Mons. Cordileone.
Además, recordó que San Pablo, en su Primera Carta a los Corintios advirtió en referencia a la Eucaristía que “el que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor”, y “come y bebe su propia condenación por no reconocer el cuerpo”.
Asimismo, indicó que San Justino Mártir, en “la primera descripción de nuestra liturgia eucarística católica en Roma” de mediados del siglo II, señaló que “nadie puede compartir la Eucaristía con nosotros a menos que crea que lo que enseñamos es verdad; a menos que sea lavado en las aguas regeneradoras del bautismo para la remisión de sus pecados, y a menos que viva de acuerdo con los principios dados por Cristo”.
“Aplicando estos antiguos requisitos al tema actual -escribió Mons. Cordileone-, aquellos que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la santidad de la vida humana y aquellos que no buscan vivir de acuerdo con esa enseñanza no deben recibir la Eucaristía”.
El Arzobispo dijo que “se trata fundamentalmente de una cuestión de integridad: recibir el Santísimo Sacramento en la liturgia católica es abrazar públicamente la fe y las enseñanzas morales de la Iglesia Católica, y desear vivir en consecuencia. Todos fallamos de varias maneras, pero hay una gran diferencia entre luchar para vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia y rechazar tales enseñanzas”.
“En el caso de figuras públicas que se identifican como católicas y promueven el aborto, no estamos tratando con un pecado cometido en la debilidad humana o en un ‘desliz’ moral: se trata de un rechazo persistente, obstinado y público de la enseñanza católica. Esto añade una responsabilidad aún mayor al papel de los párrocos de la Iglesia en el cuidado de la salvación de las almas”.
El mal del aborto
En su carta pastoral, el Arzobispo afirmó que el derecho a la vida “es el fundamento de todos los demás derechos” y por tanto, sin su protección, “no tiene sentido hablar de ninguna otra clase de derechos”.
La ciencia ha sido clara al señalar que “una vida humana nueva y genéticamente distinta comienza en la concepción”, afirmó el Prelado, y por tanto, “se deduce que él o ella posee un derecho inherente a la vida” desde ese instante. “Así, la invasión traumática del acto del aborto pone fin a una vida humana”, expresó.
Sin embargo, denunció que “los defensores del aborto argumentan que están empoderando a las mujeres, pero de hecho la práctica generalizada de la anticoncepción y el aborto ha creado una enorme carga para la mujer embarazada”, y han hecho del embarazo un “problema de ella” que si no lo evitó, lo debe eliminar, incluso presionada por quienes deberían ayudarla, como el padre del niño, su familia y amigos.
“El aborto nunca es únicamente acto de la madre. Otros, en mayor o menor medida, comparten la culpabilidad cada vez que se perpetra este mal”, advirtió.
Mons. Cordileone dijo que “durante décadas, la cultura occidental ha estado negando la dura realidad del aborto”, usando sofismas o prohibiendo la discusión en muchos lugares. “Estoy convencido de que esta conspiración de desinformación y silencio está alimentada por el miedo a lo que significaría reconocer la realidad con la que estamos tratando”.
“¿Cómo podemos enfrentar la enormidad de esta indignación? La única manera en que podemos hacerlo es confiando en la misericordia de Dios, cuyo amor compasivo nos brinda la oportunidad de conversión y arrepentimiento. Cristo otorga su perdón abundantemente, y la gracia de Dios nos ayudará, ya que todos necesitamos la conversión”, afirmó.
Asimismo, recordó “a las mujeres que han tenido un aborto y a aquellas otras que se han visto afectadas por el mismo: Dios las ama. Las amamos. Dios quiere que sanen, y nosotros también, y tenemos los recursos para ayudarlas”.
“Por favor, diríjanse a nosotros, porque las amamos, queremos ayudarlas y queremos que sanen. Debido a lo que han soportado, ustedes más que nadie pueden convertirse en una voz poderosa para la santidad de la vida. Muchas personas han hecho este cambio en sus vidas”, expresó.
A los católicos en la vida pública
En su carta sobre la dignidad humana de los no nacidos, el Arzobispo de San Francisco agradeció por su valiente testimonio a los católicos que participan en la vida pública y abogan por los no nacidos, porque a pesar de la “oposición feroz”, son “una fuente de inspiración y orgullo para todos nosotros en la comunidad católica!”.
Por ello, exhortó a los católicos que en la vida pública practican o abogan por el aborto, que cese “la matanza”. “Dios les ha confiado una posición de prestigio en la sociedad” y “algún día tendrán que rendir cuentas a Dios por su administración de esta confianza”, señaló.
“Dejen de fingir que abogar o practicar un mal moral grave —un mal que apaga una vida humana inocente, que niega un derecho humano fundamental— es de alguna manera compatible con la fe católica. No lo es. Por favor, regresen a casa a la plenitud de su fe católica”, añadió.
Mons. Cordileone recordó que el profeta Ezequiel advirtió que si al que hace el mal no se le advierte de su mala conducta, “el malo morirá debido a su pecado”, pero Dios nos pedirá “cuenta de su sangre”. “Me estremece pensar que si no desafío abiertamente a los católicos bajo mi cuidado pastoral que abogan por el aborto, tanto ellos como yo tendremos que responder ante Dios por sangre inocente”, señaló.
“Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de los no nacidos y Estrella de la Nueva Evangelización, ¡ruega por nosotros!”, expresó el Arzobispo de San Francisco.
La carta apostólica puede leerse AQUÍ.
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