Los cuatro fueron asesinados entre 1976 y 1980 por paramilitares presuntamente vinculados al gobierno salvadoreño.
Los peregrinos acudieron junto a Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador, a quien el Papa Francisco agradeció el haber organizado esta peregrinación a la tumba de San Pedro.
En su discurso dirigido a los salvadoreños, el Papa explicó que los mártires “son un don gratuito del Señor, como afirmaba el beato Cosme Spessotto, el más precioso don que Dios puede dar a su Iglesia, pues en ellos se actualiza ese amor más grande que Jesús nos mostró en la Cruz”.
A continuación, aseguró que fue Dios “quien los convocó a este combate, quien les dio la fuerza para alcanzar la victoria, y quien nos los presenta ahora para nuestra edificación”.
“Ellos son un regalo inmenso, tanto para la Iglesia que peregrina en El Salvador, como para la Iglesia universal, y su significado quedará siempre en el misterio de Dios”, defendió el Santo Padre.
Más tarde, el Papa Francisco aseguró que el ejemplo de estos mártires sigue vivo, como “la llamada al compromiso, a la fidelidad, a poner la fe en Dios y el amor al hermano en primer lugar, a vivir de esperanza, es intemporal, porque es el Evangelio, un Evangelio vivo, que no se aprende de los libros sino de la vida de quienes nos han transmitido el depósito de la fe”.
“El mensaje de estos mártires nos llama a identificarnos con su pasión que, como hemos dicho, es la actualización de la pasión de Cristo en el momento presente, abrazando la cruz que el Señor nos ofrece a cada uno personalmente”, dijo a continuación.
En este sentido, explicó que “esa cruz es siempre la de Jesús, pero al mismo tiempo es la de todos. Es la cruz de la Iglesia que como cuerpo de Cristo lo sigue en el sacrificio supremo del amor, como Él nos ha enseñado”.
“La llevamos todos, animándonos unos a otros, orando por aquellos que están en dificultad, y agradeciendo a Dios poder caminar juntos, como santo pueblo fiel, dando, a pesar de nuestras debilidades, testimonio a los demás, para que ellos también se vean confortados en las vicisitudes de la vida”, concluyó el Santo Padre.
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