“Revistámonos de concordia, manteniéndonos en la humildad y en la continencia, apartándonos de toda murmuración y de toda crítica, manifestando nuestra justicia más por medio de nuestras obras que con nuestras palabras”, escribió el Papa San Clemente I en una carta escrita a los miembros de la Iglesia en Corinto.
San Clemente I, conocido también como San Clemente Romano, fue elegido pontífice en el año 88 y murió mártir en el año 97 (c.99). Clemente murió ejecutado en medio de la persecución: fue arrojado al mar encadenado a un ancla.
Otra figura importante de la Iglesia de los primeros siglos, San Ireneo de Lyon, da testimonio sobre su fidelidad a Cristo, al tiempo que lo coloca en la lista de los sucesores de Pedro. De Clemente, Ireneo escribe: “Había visto a los Apóstoles”; “se había encontrado con ellos”; “todavía resonaba en sus tímpanos su predicación, y tenía ante los ojos su tradición”.
Dadas las afirmaciones tan contundentes del gran Obispo de Lyon, la Iglesia lo considera uno de los Padres Apostólicos junto a San Policarpo de Esmirna y San Ignacio de Antioquía.
Durante su pontificado, Clemente I restableció el sacramento de la Confirmación de los cristianos según el rito de San Pedro. Además, con su venia, se empezó a usar en el rito católico (universal) la palabra “amén” (así sea), como señal de conformidad y adhesión expresada en la liturgia.
Clemente intervino con sabiduría en muchos problemas de las comunidades cristianas, especialmente de las más alejadas de Roma. Dio orientaciones para en casi todos los temas aparecidos en ese momento, mostrando su delicadeza de espíritu y preocupación pastoral. En todo momento el santo dejó entrever la conciencia que tenía de ser el representante de Cristo en la tierra y, por lo tanto, de que su tarea como pontífice era salvaguardar la unidad.
Un hermoso ejemplo de lo dicho anteriormente puede verse en la carta que envió a los corintios, en razón de las constantes desobediencias a sus sacerdotes. San Clemente, en todo esto, no hizo sino seguir las huellas de San Pablo:
“¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, banderías, escisiones y guerras. ¿O es que no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿No es uno solo nuestro llamamiento en Cristo?... Arranquemos, pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos ante el Señor, suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos reconcilie consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad”.
San Clemente Papa, ruega por la Iglesia.
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