Infestación, posesión, obsesión, vejación, influjos ordinarios,... Distingue las distintas maneras destructivas del diablo
Antes que todo hay que saber que una cosa es el demonio o un demonio, y otra muy diferente es el diablo o Satanás.
En todo caso estos entes malignos actúan contra el ser humano, sea este cristiano o no. Ejercen un influjo que no es aparente, fantasioso o abstracto sino real y concreto.
El diablo o Satanás influye desde el exterior de manera ordinaria y, a través de los demonios, de manera extraordinaria. En palabras del Catecismo (414):
«Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios».
Los influjos ordinarios
© Gonzalo G. Useta-CC
Estas acciones ordinarias tienen como protagonista al diablo o Satanás, son las mismas «insidias del diablo» (Ef 6, 11).
¿Cómo se sabe si se ha caído bajo las insidias del diablo? Cuando, cayendo en tentación, se va en permanente contravía a la salvación; cuando se ha pecado y se persiste en el pecado agregando pecado tras pecado, y un pecado cada vez más grave.
Y estas insidias ordinarias de Satanás o del diablo pasan desapercibidas. La persona no sabe que el diablo ya la ha manipulado. Básicamente estos influjos son:
1No colaborarle a Jesús en la construcción de su reino
Jesús ha dicho: «El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama» (Lc 11, 23).
Si se avanza por el camino donde se desparrama o no se recoge con Jesús el diablo o Satanás ya ha trabajado en el alma de dicha persona. O estás con Jesús o estás en su contra, no hay término medio.
Cae en este error quien hace girar su vida entorno a sí mismo y sus cosas a espaldas de Dios.
2No buscar a Dios, no depender de Él
El diablo o Satanás sigue haciendo su obra cuando debilita al cristiano quitándole el hambre de Dios, cuando le hace ignorar que hay una trascendencia, cuando, fruto de dudar de Dios, lo despoja de las armas espirituales:
«Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su casa, todas sus cosas están seguras, pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita la armadura en que confiaba y distribuye todo lo que tenía».
Lc 11, 22
La persona sin Dios es una persona débil, es una persona que ya ha sido sometida por el diablo.
Ha llegado a la vida de la persona otro que es más fuerte y lo ha vencido quitándole las armas de que se fiaba y reparte su botín.
3No hacer las cosas bien ni ética ni moralmente
El diablo hace de todo para que el ser humano sea generador del mal. En términos espirituales, cada vez que el ser humano realiza el mal, el diablo está detrás de dicho mal.
Y no sólo esto, el diablo hace creer que es la persona misma la que decide sus actos «libremente».
4No aceptar LA VERDAD en lo referente a Dios
Quien está de parte de la mentira considerándola la verdad o su verdad, también ha sido influido por el diablo, aunque lo ignore.
5No cultivar la vida espiritual, ni interesarse por la salvación
Es la desidia espiritual.
6No creer en el infierno ni en el diablo mismo
Otra manera con la cual el diablo ha ejercido ya su influencia en la vida de alguien, aunque la persona no sea consciente, es cuando se niega su existencia.
El mayor triunfo del diablo o de Satanás es que el mundo crea que él no existe.
Las acciones o influencias extraordinarias
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Estas acciones extraordinarias tienen principalmente a los demonios (o a un demonio) o a los espíritus inmundos como protagonistas, con la iniciativa del diablo o Satanás. Son acciones muy variadas.
Dichas acciones comienzan cuando la persona, por omisión o por acción, ha dejado entrar al demonio en su vida o lo ha aceptado de manera implícita.
Estas influencias son: infestación, posesión, obsesión y vejación. Entre ellas hay puntos de contacto y pueden darse más de una a la vez.
Para el caso de la posesión es imprescindible realizar un exorcismo para «expulsar a los demonios o liberar de la influencia demoníaca, mediante la autoridad que Jesús ha dado a su Iglesia», según explica el Catecismo (1673).
Para que sea válido, siempre debe ser el obispo o un sacerdote autorizado por él quien realice el exorcismo.
Para las demás influencias demoniacas son necesarias las oraciones de liberación. Las debe de hacer preferentemente el obispo o cualquier sacerdote válidamente ordenado.
1Infestación
En este caso un ente demoniaco impregna la materia inerte o el mundo animal o vegetal.
Las manifestaciones son varias: sombras (llámense fantasmas), ruidos materiales, olores, movimientos inexplicables de cosas, aparición extraordinaria de insectos, etcétera.
En consecuencia la persona afectada percibe conscientemente la acción demoniaca.
2Posesión
Esta influencia, como las otras dos siguientes, afecta sólo a las personas.
La posesión es la acción del demonio o de un demonio (o espíritu maligno) que ejerce un control tiránico sobre la persona que le hace hablar y moverse a su antojo.
El demonio se posesiona del cuerpo y la racionalidad de la persona (nunca del alma), y dicha entidad se expresa sin el consentimiento de la víctima.
La persona poseída capta dentro de sí una presencia extraña permanente, percibe que tiene algo interno que la ha invadido aunque no haya manifestaciones especiales.
Se han visto casos de personas prácticamente normales, incluso personas de vida religiosa, que reaccionan demoniacamente cuando accidentalmente, y de manera personal o ajena, se ha tocado una tecla «equivocada» o «insospechada».
Es decir, el demonio puede permanecer a veces oculto durante mucho tiempo y se manifiesta fuertemente cuando la persona entra en contacto con lo sagrado.
Ante esta situación, el demonio no tiene otra posibilidad que hacerse sentir con violencia para no perder poder sobre la persona.
Dicho de otra manera, pueden distinguirse en los posesos dos estados diferentes: el de la calma y el de la crisis.
La crisis es el momento en que el demonio manifiesta su dominio despótico sobre la persona produciendo en su cuerpo una agitación febril o fuerte sacudida acompañada por gritos de rabia, palabras blasfemias e impías, y otros hechos extraordinarios.
En esos momentos de crisis, las personas poseídas pierden toda noción de lo que pasa en ellas y con ellas.
Y una vez que la víctima despierta de su trance, no recuerda absolutamente nada; no recuerdan lo que dijeron o hicieron, o más exactamente, lo que hizo el demonio por medio de ellas.
Como la liberación de la persona no siempre se da después de la primera sesión de exorcismo, hay entonces intervalos de sosiego.
Puede haber intervalos de sosiego prolongados en los que el demonio parece haberse ido de la persona, para seguir actuando en otro momento sin ser descubierto.
Durante estos intervalos de sosiego no hay por dónde se pueda descubrir la presencia del espíritu maligno, hasta el punto de que cualquiera podría decir que el demonio se fue.
Pero a veces su presencia se manifiesta de otra manera como, por ejemplo, a través de una especie de enfermedad crónica que desconcierta a la ciencia médica.
3Obsesión
En este caso el ente demoniaco afecta a la persona sin entrar en posesión de ella.
Los exorcistas son concordes al afirmar que no pocas veces el demonio está en el origen de problemas psíquicos.
También se da el caso en que el demonio se aprovecha de ciertos desórdenes o problemas mentales o psicológicos para potenciar su influjo en la persona.
Es decir, es más contundente la acción del demonio cuando su influencia debilita también la precaria salud física y mental.
¿De qué desordenes hablamos? Hablamos, por ejemplo, de pensamientos depresivos (la persona llega a escuchar una voz interna que le diría «deberías suicidarte»), pensamientos de ansiedad (la persona llega a escuchar «tal tormento no va a terminar»), pensamientos de frustración (la persona llega a escuchar «tú no le importas a Dios»), pensamientos de miedo extremo sin lógica causa (la persona llega a escuchar «tu vida no tiene sentido»), pensamientos de constantes ideas desagradables (la persona llega a escuchar «tú eres un total fracaso»), pensamientos de baja autoestima (la persona llega a escuchar «no hay esperanza para ti»), etcétera.
Estas obsesiones demoníacas son peligrosas porque las personas no se dan cuenta de la fuente.
En ocasiones se buscan alternativas ajenas a Dios para darles equivocadamente la solución.
Esto puede alejar aún más a la persona de la salvación, reforzar en ella la certeza de que su desdicha es irremediable y hundirla aún más en la desesperación.
La obsesión es prácticamente la acción demoniaca con la que se atormenta a la persona psicológicamente.
La persona puede llegar a ver imágenes, o escuchar sonidos insistentes que nadie más oye.
Esta influencia diabólica altera la manera de percibir las cosas, y provoca en la mente imágenes blasfemas cuando, por ejemplo, la persona va a comulgar. O la visión distorsionada de imágenes sagradas.
En este caso la persona ignora la influencia del demonio pues experimenta situaciones que le hacen pensar que está demente.
Al principio el intelecto sabe que esas situaciones son absurdas, pero es incapaz de rechazarlas o ahuyentarlas.
Otras veces puede experimentar arrebatos de antipatía, odio, angustia, desesperación, arranques de asesinar a alguien, de suicidarse, etcétera.
Cuando hay problemas serios hay que recurrir también al especialista (psiquiatra, psicólogo). Ahora bien, estas manifestaciones es preciso distinguirlas de un trastorno de personalidad.
4Vejación
Es la acción diabólica dirigida a agredir físicamente a la persona o a imprimirle un sufrimiento corporal. Esto les ha sucedido a varios santos.
El demonio busca así sembrar desánimo y desesperanza.
El cuerpo tiene la dignidad de ser morada del Espíritu Santo. Por eso el enemigo va contra ese cuerpo.
El demonio pretende «castigar» a la persona que busca a Dios. Esta acción demoniaca tiene variadas manifestaciones.
El demonio puede golpear a la persona, hacerla caer, infligirle marcas físicas (como moretones y rasguños), generarle enfermedades y/o dolores inexplicables, e incluso tocamientos o actos sexuales por parte de los llamados demonios íncubos (para las mujeres) o demonios súcubos (para los hombres). Aquí la persona es consciente de que es vejada.
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