Joaquín García Monje y «El moto»

La alegría de las fiestas campesinas funde sin confundir a los más pobres y los más ricos del lugar, mezcla austeridad y señorío. Se baila, se canta, se intercambian miradas y sonrisas…

Joaquín García Monje (1881-1958) logra mantener ese clima en buena parte de la primera novela escrita en Costa Rica: El moto (1900). Nos sitúa en una arcadia costarricense mediante un breve relato costumbrista de capítulos que, en ningún caso, superan las tres páginas. García Monje trufa el relato con el registro lingüístico adecuado a los personajes y aparecen aquí y allá expresiones y giros típicos del español en tierras americanas («—¿Y diay?», «Upe, upe»…).

En El moto el lector percibe la cercanía a los ritmos acompasados de la naturaleza y del hombre, y la consiguiente armonía con lo sagrado.

El Moto es apodo de José Blas

Moto significa hombre avispado, vivaracho, y así lo motejaron sus compañeros del colegio. Así es El Moto, trabajador, honrado, huérfano, pobre, alegre, joven y fuerte. Y, por encima de todo, enamorado de Cundila Guillén, hija de un «ricacho campesino».

En la «fiesta tradicional de la Santa Cruz» José intercambia con Cundila sus ingeniosos e ingenuos cantos. Disfruta El Moto y se goza Cundila. Se quieren.

García Monje nos ha pintado con sobriedad y precisión al maestro y cómo fue la educación de José Blas y de quienes fueron niños en aquellos tiempos. Y nos habla también de Don Yanuario, «clérigo de misa y olla», pero buen hombre. A él, a Don Yanuario, acude El Moto en busca de ayuda. Le pide que interceda por él ante el padre de Cundila. Porque ambos se aman y quieren casarse.

Aparte otras circunstancias que mantienen la atención del lector, cabe señalar que un terrible accidente deja al Moto al borde de la muerte. Si sobrevive, en cualquier caso, no será ya el mismo hombre joven y fuerte.

¿Qué decir de Cundila? ¿Cómo reaccionará ante la incertidumbre? «Pasaron los días y la moza sintió en su ánimo la inquietud desesperante de un amor que se escapa, para dar cabida a un sentimiento que nace: el de la compasión».

Repuesto El Moto hasta el punto de ser capaz de andar, acude ante el cura para averiguar qué fue de su mediación, qué futuro le cabe esperar. Las costumbres tienen la estabilidad y firmeza de las leyes naturales, y la costumbre ha hecho que el padre de Cundila concierte la boda.

La naturaleza le ha privado de la salud, la costumbre le ha alejado de su amor. Don Yanuario, cura de misa y olla, le dice: «No hay más que resignarse, hijo». ¿Qué decir de José Blas? ¿Cómo reaccionará? ¿Sólo cabe la resignación?

«El Moto no replicó: un profundo sollozo salió de su pecho; quedose inmóvil un instante y luego se alejó lentamente».

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